En el día de mañana se realizará la Conven­ción del Partido Libe­ral Radical Auténtico. En la misma, se tendrán defini­ciones que hacen al futuro cercano del partido, sus afi­liados, simpatizantes, y por añadidura, de toda la opo­sición.

Tres puntos serán los trata­dos. Por un lado, la definición al respecto de la figura que será utilizada para contener a los partidos opositores, los realmente opositores y los alineados al actual gobierno. Este punto es el que proba­blemente lleve menos debate, hay un aparente consenso de todas las fuerzas internas de que la vía para tentar volver al poder es la concertación. Lo que se sabe es que la Conven­ción no recurrirá a la figura de dejar en manos del Direc­torio del partido la decisión del formato con el cual irán aliados con los otros partidos, como en anteriores ocasio­nes, en este caso la decisión será tomada por la máxima autoridad: la mayoría de los convencionales. Probable­mente, sea la salida que hayan encontrado ante la perma­nente tirantez en la que se encuentran los integrantes del Directorio. Además, tam­bién se tratará la paridad en las candidaturas de las listas plurinominales.

El otro punto, sobre el cual no habrá consenso y promete tener un ríspido debate entre los convencionales es el del balance. Ahí se volverán a confrontar las dos antiguas fuerzas internas con sus ya conocidas diferencias; eng­lobadas en el efrainismo, por un lado, y por el otro, el lla­nismo, al que se le suma la corriente liderada por Dioni­sio Amarilla. Los convencio­nales podrán acceder y debe­rán decidir la aprobación o el rechazo del balance de nada más y nada menos que de seis años de ejercicio que están pendientes de ser revi­sados. La cuestión tiene como trasfondo los malos manejos administrativos, que llega­ron a denuncias por supuesta corrupción en la gestión de Efraín Alegre, sobre todo con fondos públicos recibidos en concepto de aportes y subsi­dios electorales y unas fac­turas por compras de com­bustible sobre las cuales hay bastante dudas. Al punto de que la empresa que supuesta­mente hizo la provisión niega haber emitido esos documen­tos. Se habla de falsificación.

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Paradójicamente, y a pesar del consenso que supuesta­mente hay sobre la concerta­ción como figura que aglutine a toda la oposición, la gran espina que hay no es solo al respecto de los balances. Eso es apenas la punta de un ice­berg que tiene trascenden­cias históricas mucho más profundas. Las definiciones que se darán el domingo ten­drán implicancias en el corto plazo. El PLRA no puede ni debe desligarse del liderazgo que tiene en todo el proceso de construcción del arco opo­sitor. El desafío azul sigue siendo dirimir sus diferen­cias con la suficiente madu­rez que le permita sentarse en la mesa con los demás partidos y candidatos con la autoridad que se requiere. Trabajar en la percepción de una eventual alternancia en el 2023 también pasará por que los precandidatos a presidentes de la República liberales transmitan la sen­sación de que una victoria es posible, siempre y cuando logre concentrar la intención de un voto distinto al del elec­torado de la ANR. En ese sen­tido, el papel de Efraín Ale­gre lleva las de perder. Como siempre. En todos estos años ha hecho más por la división que por la unidad de la opo­sición. Y para peor, al pare­cer no ha caído en la cuenta de esto.

La cuestión tiene como trasfondo los malos manejos administrativos, que llegaron a denuncias por supuesta corrupción en la gestión de Efraín Alegre.

Trabajar en la percepción de una eventual alternancia en el 2023 también pasará por que los precandidatos liberales transmitan la sensación de que una victoria es posible.

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