Juan Carlos dos Santos, enviado especial de Nación Media en Brasil

Concluido el último debate entre Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva, los dos candidatos a la Presidencia del Brasil, la percepción en general es que el expresidente salió mejor parado del encuentro. Una mejor utilización del tiempo y del escenario favorecieron a Lula durante las dos horas y media que duró el debate televisado este viernes pasado por la poderosa Red O Globo.

El actual presidente brasileño, sin embargo, dedicó gran parte de los minutos que disponía para recordar la gestión pasada de Lula durante sus dos periodos presidenciales entre el 2003 y el 2011. Bolsonaro, en varios pasajes del debate, recordó el caso Lava Jato en el que Lula se vio involucrado e incluso condenado a prisión por la justicia brasileña, aunque luego la causa fue anulada y le fueron restablecidos sus derechos civiles y pudo postularse nuevamente para presidente del Brasil.

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Lula atacó la política ambiental y la mala gestión sanitaria durante la pandemia del COVID-19 del gobierno de Bolsonaro, mientras que este basó su discurso en los buenos resultados económicos a pesar de la pandemia misma, destacando que Brasil ha logrado un crecimiento incluso por encima de China.

Llegó mejor preparado

Expertos en la política brasileña coincidieron en que Lula tomó ventaja del debate al prepararse mejor y no dejarse llevar por los arrebatos de Bolsonaro, algo que sí sucedió en el anterior debate. Un error de Bolsonaro y que también fue expuesto a medida que transcurría el debate fueron las innecesarias menciones nombrando en cada frase a su adversario; al contrario de Lula, quien solamente dos veces durante las casi tres horas que duró el debate se dirigió a Bolsonaro como tal.

De manera inteligente, Lula se las agenció para quedar siempre con la última palabra utilizando convenientemente el tiempo que les era asignado a cada candidato. Bolsonaro se dirigía de manera permanente a Lula y este, a su turno, lo hacía al pueblo brasileño, lo que podría haber generado cierta empatía en los electores indecisos, quienes no pensaban ir a votar, entre quienes votaron por otros candidatos en la primera vuelta o quienes tenían su voto en blanco o nulo asegurado.

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Un trabajador informal de Sao Paulo hace la señal de la inicial de Lula. Foto: Juan Carlos dos Santos.

Opiniones divididas

Cerca de 32 millones de electores se incluyen dentro de estos grupos, por lo que el debate del viernes podría haber significado la última oportunidad de ambos para conquistar el preciado voto que sin dudas resultará decisivo el domingo 30 de octubre, teniendo en cuenta la exigua diferencia de 7% a favor de Lula en las encuestas previas.

A menos de 24 horas para que alrededor de 150 millones de brasileños acudan a votar en la segunda vuelta de estas elecciones generales, el país se encuentra claramente dividido entre “bolsonaristas” y “lulistas”, aunque también es frecuente encontrarse con quienes no desean dar su voto a ninguno de los dos candidatos.

“Los dos son horribles”, señaló Anderson, un conductor de una plataforma de movilidad, quien asegura que irá a votar el domingo, pero en blanco porque no está de acuerdo con la manera en que Bolsonaro gobernó, pero que tampoco espera nada mejor de Lula, a quien consideró un gran corrupto.

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Elizabeth, hija de paraguayos y profesional de psicología, tiene la misma postura que Anderson, pero con el agregado de que ella espera que esto ya termine por el desgaste que genera para la sociedad este proceso electoral, plagado de amenazas de hechos violentos, fraudes e insultos.

Amanda (31) y Cristiane (21), dos jóvenes que trabajan en servicio de atención al cliente de una empresa de telefonía, tienen decidido dar su voto a Lula y a Bolsonaro, respectivamente, mientras que en la ciudad de Sao Paulo, cerca del 90% de los taxistas apoyan a Bolsonaro, luego de la política de reducción del precio del combustible para ese sector.

Las manifestaciones de apoyo no son visibles si hablamos de banderas, calcomanías o cualquier otro objeto que represente alguna adhesión hacia algunos de los candidatos. Los paulistas creen que es simplemente el temor a la radicalización de posturas políticas que fácilmente podría desencadenar en violencia, sobre todo en una ciudad con un elevado índice de criminalidad.

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