Un 17 de marzo del 2021, un grupo de instigadores fue hasta la sede de la Asociación Nacional Republicana (ANR) con el objetivo de generar destrozos al sitio partidario, atacando en realidad a un sitio de ayuda social ofrecido en el edificio y en el cual se encuentran jóvenes de escasos recursos. A más de un año, ese ímpetu por provocar daños a un partido que pudo terminar en la pérdida irreparable de vidas, sigue presente como una herida que no termina de sanar por el trauma y el miedo infundidos, a decir de quienes presenciaron el suceso.

Matías Torres, un joven universitario que se encuentra viviendo hace cuatro años en el edificio atacado, manifestó a La Nación/Nación Media que hoy en día prevalece un temor inevitable a que los hechos se vuelvan a repetir, con estragos más terribles que deban lamentarse. “Lo que yo destaco es el miedo implantado desde esa vez; los chicos siguen con miedo y, con cada posible manifestación a realizarse o marchas relacionadas contra la ANR, la mayoría se retira y ya no quiere quedarse en el edificio”, indicó.

El sitio afectado es conocido como edificio Patria y se encuentra pegado a la sede de Colorado Róga; consiste en un local facilitado por la ANR para jóvenes universitarios de escasos recursos que vienen del interior del país para formarse académicamente, pero no cuentan con la suficiente posibilidad para solventar el gasto que generaría alquilar un departamento en la capital del país. Del mismo modo, aclaró que la residencia es brindada sin ningún fin electoral o condición de afiliarse al Partido Colorado.

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Los destrozos generalizados fueron incontables, afectando no solo al edificio Patria, sino también a los jóvenes albergados en el lugar. Foto: Pánfilo Leguizamón.

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“Puedo decir que a mí nunca me pidieron trabajar por el partido o participar de alguna campaña para seguir residiendo en el edificio, aparte también funciona un Instituto Técnico Superior, donde se encuentran 5 tecnicaturas que pueden desarrollarse. Yo entiendo la furia de la ciudadanía para venir a manifestarse, pero al final las personas como yo, que no tenemos nada que ver con cuestiones políticas, fuimos las más afectadas durante los incidentes”, sentenció el joven.

Lo que fue el ataque

Matías describió lo sucedido ese 17 de marzo, contando que un grupo de jóvenes se encontraba en el 5º y 6º piso del edificio Patria, como era habitual, hasta que escucharon cómo los manifestantes comenzaban a realizar ataques contra el sitio. Así, recuerda haber escuchado cómo al grito de “jajukapáta”, los individuos que instigaron a la violencia poco a poco se iban adentrando en el edificio, generando más destrozos.

“Luego, parte del sitio comenzó a quemarse y el humo iba subiendo poco a poco; ni las mangueras de emergencia pudieron ayudarnos a mitigar el fuego porque el agua no tenía suficiente potencia y en ese momento comenzamos a desesperarnos”, manifestó, agregando que en total un aproximado de 40 jóvenes se encontraban en el lugar y dos de ellos con discapacidad motriz.

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Dos jóvenes con discapacidad se encontraban en el lugar, mientras sucedía el siniestro. Foto: Pánfilo Leguizamón.

Fernando, uno de los jóvenes con discapacidad, estuvo en el grupo de los más afectados, pues el fuego llegó hasta su habitación y en medio de la desesperación, debido a la dificultad para movilizarse, creyó que iba a morir calcinado o asfixiado por el humo. Matías recordó que los gritos de auxilio de Fernando lo terminaron por salvar de un final fatal, lamentando que la situación haya tenido que llegar a límites tan inhumanos para los jóvenes del lugar.

“Todo quedó destrozado: la recepción estuvo totalmente afectada, los vidrios del lugar, las planteras, ni siquiera las mangueras de emergencia o los extintores estuvieron exentos del ataque, que también terminó en robos. Las chicas lloraron y se desesperaron porque la situación en sí fue bastante traumatizante, teniendo en cuenta que también nos amenazaron, si no llegábamos a desalojar el edificio”, contó el universitario, quien también guarda ese miedo imborrable del incidente.

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