POR JOSÍAS ENCISO ROMERO
Del tridente de Satanás volvimos rápidamente a la desesperación estridente. El chirrido de las divagaciones alcanza proporciones de tragedia griega. Disimulada bajo la máscara de cera que los actores helenos utilizaban para expresar emociones. Mientras el verdadero rostro quedaba oculto. Intelectualoides sublimando cualidades inexistentes. Domesticando el pensamiento a sus propios intereses, ignorando deliberadamente cualquier rasgo del análisis medianamente serio.
Quienes hoy están en el poder, procurando afanosamente preservar sus privilegios, han perdido los estribos hace rato. Las cuentas que serán auditadas en el futuro les llenan de pavor. Ese estado permanente de sofocación y agobio los lleva a martillar al costado. Y a “filosofar” fuera del tarro. Utilizar sus ahorros malhabidos no les causa ninguna gracia. La plata dulce no dura para siempre. Para quienes se acostumbraron familiarmente a forrarse a costillas del Estado trabajar es una herejía, no una opción. Así las cosas, cualquier declaración que provenga de la toldería oficialista no tiene un gramo de credibilidad. Andan más perdidos que borracho en procesión.
Quienes hoy reclaman para sí mismos la “autenticidad colorada” deberían haber aprendido que “coloradismo” no significa enriquecerse ilegalmente mientras el pueblo padece una inseguridad alimentaria grave. Los colorados auténticos empeñaron sus vidas para defender la causa de los trabajadores, obreros, campesinos, mujeres mercaderas, hijos nacidos fuera del matrimonio y estudiantes, y no para aprovecharse de sus necesidades. ¡Pero qué van a saber estos utilitarios de la política! Y si lo saben, solo recitan algunos deshilachados versos para luego contradecirlos con sus actos. La verdad sea dicha. En los rescoldos de sus incineradas conciencias no quedan ni cenizas de vergüenza. Pero los buques insignia de la corrupción son los que más fuertes vociferan. Últimos pataleos de quienes serán ahogados por el voto popular. Solo que les cuesta aceptar su irremediable destino. Y viven sus últimos días con el onanismo de disfrutar de sus propios discursos. Ya nadie aplaude. Ya nadie comenta. Ya nadie les cree. Pero ha’ekuéra ovy’a, en medio del regocijo mutuo.
Después de las místicas reflexiones del presidente Mario Abdo Benítez de que Horacio Cartes, Santiago Peña y Pedro Alliana representan el tridente de Satanás aquí en la tierra y que él y su equipo fueron agraciados con la bendición del Espíritu Santo –probablemente por aquello de que Jesús vino a rastrear pecadores y no a santos–, ahora volvieron a abrir las aguas del mar Rojo para que crucen los “conversos” y sean apartados los simples prosélitos. Resucitar el discurso –ya que estamos en onda mística– que sufrió una rotunda derrota popular es el síntoma más evidente del desatino, de la desorientación y del pulso agitado que no acierta el blanco.
Cuando el precandidato a la Presidencia de la República, Hugo Velázquez, martillaba la diferencia entre “los añetete” y los “de gua’u”, el propio “mariscal de la derrota” ya lo había descalificado asegurando que ese “discurso es un discurso estronista”. Ahora el periódico digital financiado por el director de Yacyretá, Nicanor Duarte Frutos, lo contradice. Nada nuevo por estos lados. La incoherencia los une. La conclusión de estas reflexiones en el areópago de Fuerza Republicana, arcontes y areopagitas ya sentenciaron que la utilización del padrón abierto por la Concertación Nacional perjudicará grandemente a Santiago Peña, porque es un “advenedizo” a la forma de pensar y de sentir del Partido Colorado. Por tanto, sus eventuales votos se fugarían hacia algún candidato de la oposición, ya que sus seguidores no tienen convicción ni mística republicana.
Por eso, la desesperación del cartismo. Según ellos. ¡Qué bofetada al pueblo colorado! ¡Qué intento de humillación a ese electorado que va a elegir libremente el próximo 18 de diciembre! Por supuesto, Hugo Velázquez, por su parte, representa la expresión del “sentido de pertenencia de las bases coloradas y entroncamiento con su ideario político”. A los colorados que piensan diferente ya solo les queda el camino de inmolación. Hacerse el harakiri o entretenerse con el ikebana. Los oráculos han hablado. Lo mejor que pueden hacer los candidatos y precandidatos del movimiento Honor Colorado es quedarse en sus casas. Para qué ya. Si desde el monte Olimpo ya bajó la voz de ultratumba del “Tiranosaurio” para prohijar a sus descendientes. Eso es coloradismo, ¡caramba!, y no macana. Como solía repetir nuestro recordado profesor de la Facultad de Derecho, Óscar Paciello Candia: “El papel aguanta todo”. ¡Y cómo!
Quienes hoy reclaman para sí mismos la “autenticidad colorada” deberían haber aprendido que “coloradismo” no significa enriquecerse ilegalmente mientras el pueblo padece una inseguridad alimentaria grave.
¡Pero qué van a saber estos utilitarios de la política! Y si lo saben, solo recitan algunos deshilachados versos para luego contradecirlos con sus actos. La verdad sea dicha.