POR JOSÍAS ENCISO ROMERO

Ensombreciendo los tomos de la Enciclopedia Republicana, de “Von” Prieto (Leandro Prieto Yegros); derrumbando –por caducas– las teorías del nacionalismo colorado, de Bacón Duarte Prado; rebatiendo cada punto de “El Paraguay Eterno”, de J. Natalicio González; desechando –por incomprensibles– las formulaciones doctrinarias de Ricardito Brugada, Ignacio A. Pane y Fulgencio R. Moreno, hace su aparición fulgurante, sobre alfombra roja y clarinetes, el nuevo ideólogo de la Asociación Nacional Republicana, Mauricio “Mauri” Espínola, “Pinky” para sus colegas del aguardiente alcanforado.

Las puertas del “Parnaso Republicano” se adornan de guirnaldas multicolores para recibir, en apoteósica ovación, a su más conspicuo miembro, detrás nomás del general Bernardino Caballero. Por ahora. Mañana puede pasar al frente. “El Manifiesto Fundacional” del 11 de setiembre de 1887 ya está siendo marcado con iluminadores para su pronta corrección y adecuación a los tiempos que vivimos. ¡Loor a este nuevo prócer del pensamiento republicano! ¡Larga vida a quien está dando lustre al coloradismo en función de poder! Falta hacía un intelectual de estas proporciones a un gobierno que había extraviado el rumbo, para acostarse con sus enemigos históricos. Esta nueva lumbrera le mostrará al presidente Marito Abdo Benítez el camino de la fidelidad y de la lealtad al partido que les dio la oportunidad de estar en el Palacio de López durante cinco años. Aunque más no sea en la agonía de su mandato.

“Pinky” Espínola se esforzó mucho para no defraudar a sus antecesores en cargos similares, aunque no iguales, como el ilustre don Mario, secretario privado del dictador Alfredo Stroessner, cuya obsecuencia insobornable fue suficiente para juntar una interesante fortuna, sin que haya tenido que pensar mucho. Con plañidera unción, sin embargo, debemos expresar nuestra congoja porque su hijo –Mario’i– no haya tenido tiempo de beber, aunque sea un sorbo, la gloria de la sabiduría de su progenitor. Los morterazos del 2 y 3 de febrero de 1989 arrancaron de su boca los jugosos pezones de un Estado que se había convertido en la vaca lechera de los incondicionales a la dictadura.

Inversores que llegaban al aeropuerto General Alfredo Stroessner –injustamente cambiado a Silvio Pettirossi– eran detenidos, interrogados, extorsionados, asaltados y desplumados, para luego ser devueltos a su país de origen por “sospechosos comunistas”. Los que vinieron sobre aviso tuvieron que compartir sus ganancias con los esbirros del régimen, concediendo generosas acciones a quienes luego se volverían grandes potentados, sin que nadie se anime a preguntarles sobre el origen de sus bienes. Igual que ahora.

Igual que ahora, el estronismo convirtió a las instituciones en burdeles y en sus ministros y directores de entes, incluyendo a las binacionales, en meretrices. No había agujero donde no metieran la mano. Hasta los bancos del Estado se movían al ritmo de las inapelables órdenes del dictador o sus encomenderos para perseguir a sus adversarios o enemigos, hasta en eso había graduación, y privilegiar a sus amigos y cómplices. Igual que ahora. Y se llenaban la boca de coloradismo –igual que ahora–, mientras desde el Gobierno prostituían los principios cardinales del partido. Y engordaban los bolsillos –igual que ahora– al tiempo de reivindicar –pero solo en el discurso– a obreros, campesinos y organizaciones sociales. Paradójicamente, los sectores hoy hambreados por Marito y su gente. Y así los hombres cercanos al dictador, con su sueldo de secretario privado, podían construir mansiones sobre la avenida Mariscal López. Igual que ahora. Tal como ya lo hicieron el propio Presidente, el precandidato a la Presidencia, Hugo Velázquez, Nicanor Duarte Frutos y sus leales más íntimos. Aunque es de honestos aclarar que ellos eligieron otros territorios sociales para edificar sus humildes chozas.

Pero el “catecismo colorado” de dos líneas de “Pinky” Espínola, alias “Mauri”, es suficiente para defender la “honorabilidad republicana” del Gobierno. Y con esos mismos párrafos, denostar, descalificar y condenar al fuego eterno a los herejes del partido, aquellos que deshonraron la pundonorosa tradición que arrastra desde 1954: robar en nombre del coloradismo. Nuestro “Pinky” hace rato ha destronado a la “Reina Solcito”, la radióloga nombrada por el ministro Arnoldo Wiens para fiscalizar la calidad de las obras públicas. Abusos de poder para designar analfabetos en puestos claves. Así, en la dictadura, como ahora. “Mauri”, a regañadientes suele aceptar –por orden del Presidente– algunas colaboraciones preparadas por el “mariscal” Duarte Frutos o por la locomotora a leñas, Verioska. Y las acepta porque es “orden superior”. Para los disparates se basta a sí mismo.

Para que la tarea restauradora del señor “Mauri” Espínola no sea tan agotadora y estresante, aproximadamente setenta “Pinky” ya se ofrecieron como voluntarios: ministros, secretarios, presidentes de entes, directores de Itaipú y Yacyretá, así como candidatos a cualquier cargo. El único que hasta el momento registró reiteradas ausencias es “Cerebro”. Me imagino los versos de Baldomero Fernández Moreno: “Setenta balcones y ninguna flor”. Solo que en el gobierno de Marito son “Setenta ‘Pinky’ y ningún ‘Cerebro’”. Eso sí, a la hora triturar los recursos del Estado son más efectivos que Caterpillar de última generación.

Igual que ahora, el estronismo convirtió a las instituciones en burdeles y en sus ministros y directores de entes, incluyendo a las binacionales, en meretrices. No había agujero donde no metieran la mano.

Para que la tarea restauradora del señor “Mauri” Espínola no sea tan agotadora y estresante, aproximadamente setenta “Pinky” ya se ofrecieron como voluntarios...


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