En 1987 se daba el atraco a la Convención de la ANR, con el uso de las fuerzas del régimen, se desplazaba a los tradicionalistas y los militantes combatientes y estronistas tomaban el control absoluto del Partido Colorado.

Los militantes combatientes y estronistas eran el movimiento que al menos en su presentación eran mucho más cercanos al dictador. Esa era la diferencia fundamental con los tradicionalistas, aquellos eran más estronistas que colorados. Eran justo lo que el dictador necesitaba: lo suficientemente serviles, útiles, con sed de poder y negocios, sanguinarios con todo aquel que ose pensar distinto y sobre todo y principal, de muchísimo menor volumen intelectual que los tradicionalistas. Con los militantes la ANR quedó en manos de lo más bajo en lo que hace a nivel de pensamiento. Todo esto estaba fielmente representado en el Cuatrinomio de Oro: Sabino Augusto Montanaro, J. Eugenio Jacquet, Adán Godoy Jiménez y, por supuesto, Mario Abdo, el eterno secretario privado del dictador. De los cuatro, era otra vez el más limitado de todos y por supuesto el más servil.

Su hijo, quien hoy es presidente del Paraguay, no dista mucho de tales características. Sobre todo, en lo que hace a la limitación intelectual, prueba de ello es que el calibre de quienes lo rodean. En política, el grupo del cual se rodea el líder es fiel reflejo del mismo. Si el líder es inteligente se rodeará de personas iguales o incluso más inteligentes. Si es un akãne, como es el caso, pues conformará su primer anillo con gente igual o más akãne. Si fuese el antiguo Egipto, Mario Abdo (h) no sería Akenatón, aquel famoso faraón, sería akãnetón. Una mezcla de akãne y tontón. Y la nueva versión del Cuatrinomio de Oro, serían Hugo Velázquez, Arnaldo Giuzzio, Carlos Arregui y René Fernández.

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Más allá de la comparación que puede hacerse y que se ajusta perfectamente a la realidad, hay que recordar como terminaron los militantes combatientes y estronistas. Dos años después del atraco a la Junta de Gobierno, en la madrugada del 2 y 3 de febrero de 1989, nos dimos cuenta de que no eran ni tan militantes y mucho menos combatientes. Es más, ni siquiera había sido eran tan estronistas. Y el hijo de Mario Abdo debería tener presente esto.

Si fuese el antiguo Egipto, Mario Abdo (h) no sería Akenatón, aquel famoso faraón, sería akãnetón. Una mezcla de akãne y tontón.

Su hijo, quien hoy es presidente del Paraguay, no dista mucho de tales características. Sobre todo, en lo que hace a la limitación intelectual, prueba de ello es que el calibre de quienes lo rodean.

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