POR JOSÍAS ENCISO ROMERO
Hace exactamente cuarenta años, en 1982, el entonces presidente de los Estados Unidos Mexicanos, José López Portillo, pronunciaba su célebre sentencia que daba por concluida cualquier posibilidad de “relación sadomasoquista” entre su gobierno y los medios de comunicación. Gobierno que había ordenado que todo el avisaje oficial sea retirado de la revista Proceso, la más ácida y crítica de las publicaciones mexicanas de aquella época.
Su respuesta, que recorrió y se reprodujo en toda América Latina, fue ante el reclamo del gremio periodístico por aquella autoritaria determinación, que tenía el propósito inocultable de la represalia: “No te pago para que me pegues”. Y no lo dijo un día cualquiera, fue un 7 de junio, “Día de la libertad de expresión”. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) ya se había divorciado definitivamente de las proclamas que le dieron nacimiento y sustento popular. Aquellas expresiones, a meses de las elecciones generales que llevarían a la primera magistratura de la nación a Miguel de la Madrid, tuvieron un impacto funesto y expansivo, porque habilitaban –recogían los corresponsales extranjeros– a que “cualquier mando intermedio de la administración pública pueda sentirse ahora armado de razón para despedir a un subordinado que no acuda a las grandes concentraciones del PRI” (El País de España, 30 de junio de 1982).
Todos esos ingredientes hoy se mezclan en la cocina del movimiento Fuerza Republicana y su precandidato presidencial Hugo Velázquez, con su chef Mario Abdo Benítez y los medios de comunicación complacientes con los desatinos, errores y atrocidades de este gobierno. Claro, algunas que otras cosillas les apuntan, de tanto en tanto, pero sin la sistematicidad y la tenacidad que reclaman evidentes hechos de entreguismo y corrupción, como la revisión del Anexo C del Tratado de Itaipú, el despilfarro alevoso y criminal, hasta hoy impune, de los fondos que debieron ser destinados a la lucha contra el covid-19, el aumento de la pobreza extrema, la negativa de Yacyretá de transparentar sus gastos sociales, las constantes sobrefacturaciones en el Ministerio de Obras Públicas, la calamitosa situación en que se encuentra la educación paraguaya, en lo pedagógico e infraestructuras, y la inseguridad alimentaria grave que hambrea a miles de familias. Ni hablemos del avance terrorífico del crimen organizado. Pero estas cosas son menudencias. Prefieren congraciarse con las autoridades y desatar, ahí sí, una sistemática y falaz campaña en contra de los líderes del movimiento Honor Colorado y, últimamente, en contra del Grupo Cartes, del cual somos parte. Disculpen la consonancia.
Ya sin el mínimo pudor, utilizan los escenarios oficiales para el proselitismo más ramplón, vulgar y desvergonzado. Ayer mismo, el “mariscal de la derrota”, Nicanor Duarte Frutos, apegado a la vieja política que no interpreta la vigilancia activa de los ojos ciudadanos de estos tiempos, en un acto abiertamente partidario, sin posibilidad de camuflar, entrega “aportes” de la Entidad Binacional Yacyretá, alegando que si él es “guapo” es porque el presidente (Abdo) le autoriza a que sea guapo, porque le da su apoyo. Más rastrero, imposible. Lo más seguro es que, con Marito, Velázquez y el “mariscal”, se cumpla aquella máxima que se hizo común entre los dirigentes colorados sin gracia y en retirada: “Ni repartiendo plata le van a votar”. Mientras, por otro lado, ha recrudecido la cobarde e inmisericorde persecución en contra de aquellos funcionarios públicos que no responden a la línea partidaria del oficialismo.
Pero eso no es noticia para la dupla Zuccolillo-Vierci, armada de triple hilera de dientes para masticar negocios con el Estado o para que el Gobierno haga guiños para el masivo el masivo ingreso de güisquis que podrían amamantar a los devotos de San Onofre desde aquí hasta las orillas del Volga.El rostro más miserable de la política se expone despojando a los trabajadores de su derecho al pan diario. Donde más arrecia la persecución es entre el personal de blanco, los “bata morotî”, que fueron héroes durante los meses de guerra contra la pandemia, pero que ahora son prescindibles porque no responden al agónico bramido del “Toro” Velázquez, rebautizado el “Chorro” por sus íntimos. Es la paleolítica escuela del “mariscal” Duarte Frutos, que ya llevó al Partido Colorado a la llanura: “A los enemigos, ni agua”, según solían comentar sus antiguos compañeros. Ahora ya no le quedó ninguno. El “demócrata” Marito, como se autovaloró en su mensaje al Congreso de la Nación, no tolera la disidencia, fiel a su estirpe de autócrata estronista. El dictador que volvió millonario al “padre espiritual de la juventú”. Una fortuna empapada de sangre de paraguayos, que fue la herencia maldita del alfañique presidente.
A diferencia de la relación de López Portillo con algunos medios de su país de aquellos días, aquí no hay sadomasoquismo. Es simplemente pervertido masoquismo consentido: el pintorcito de Abc Color trata de colorear un cielo de ñandutíes sobre este negro nubarrón que se cierne sobre el horizonte de la República, por las millonarias deudas internacionales y el catastrófico legado de corrupción que dejará este gobierno. Pero no hay forma de enderezar lo torcido. Sin embargo, funciona a la perfección la fórmula: “Si me pagas, no te pego”. Y, ¡zas!, el Grupo Zuccolillo es “agraciado” con un contrato que supera los 16 mil millones de guaraníes para la “filmación y divulgación” de los Juegos Suramericanos Asunción 2022. Deberán lamentar, sin embargo, que ni con una tonelada de tinta podrán detener el avance de los candidatos y precandidatos del movimiento Honor Colorado. Y que ni inyectando “Special K” podrán tranquilizar a los desesperados rocines de Fuerza Republicana que, a mitad de la carrera, ya tienen la lengua afuera. Y, de yapa, ya solo les queda la lengua. Para hablar al pedo.
Mientras, por otro lado, ha recrudecido la cobarde e inmisericorde persecución en contra de aquellos funcionarios públicos que no responden a la línea partidaria del oficialismo.
El “demócrata” Marito, como se autovaloró en su mensaje al Congreso de la Nación, no tolera la disidencia, fiel a su estirpe de autócrata estronista.