Tras ser designado por su amigo de años para navegar, mantener a flote y llevar a buen puerto uno de los principales ministerios, el cual debe garantizar un trato equitativo y de calidad a todos los paraguayos, finalmente el ahora exministro de Salud Pública, Julio Mazzoleni, no logró resistir la ola de denuncias ciudadanas por las carencias sanitarias para enfrentar la pandemia del COVID-19, que terminó por ahogarlo. Toda esta situación coloca al médico en la sección de Político de la Semana del diario La Nación.
Con los pasajeros en contra de su gestión y la de su liderazgo flexible, Mazzoleni, quien se caracterizó siempre por mantener una actitud pacífica ante los reclamos y los oídos sordos ante las diversas denuncias de corrupción que salpicaron a su entorno, en la fecha terminó por dar un paso al costado.
“Hemos acordado que yo deje el cargo del Ministerio de Salud Pública a los efectos de que realmente se pueda generar esa paz que necesitamos para enfrentar este desafío“, anunció en una entrevista por la TV Pública.
Mazzoleni indicó que se va del cargo por encima de los intereses o análisis personales que se puedan hacer e instó a los actores políticos a establecer un debate a la altura de la situación sanitaria a fin de sobrellevar el crítico momento atravesado.
Su decisión fue tomada por sorpresa teniendo en cuenta sus declaraciones de ayer, cuando enfrentó a la Cámara de Senadores, que le exigió con 30 votos en su contra la renuncia a su puesto y arrastrar con él al viceministro de Salud, Julio Rolón, y al titular de la Dirección de Vigilancia de la Salud, Guillermo Sequera.
“No voy a aceptar el pedido del Poder Legislativo. El pedido de renuncia se da en una situación en la que no hay conocimiento de la problemática arrastrada de salud por décadas y todos los desafíos, además de ignorar el mercado distorsionado y volátil que se da desde marzo”, había argumentado.
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La situación también fue considerada por algunas personas y políticos como un mecanismo para desarticular el enojo ciudadano, previéndose en la fecha una manifestación frente a la sede del Congreso Nacional para exigir respuestas inmediatas a la administración de Abdo Benítez y proveer todo lo necesario al área de salud ante el aumento de los casos positivos y la cifra de mortandad por el letal virus.
Lo acontecido con Mazzoleni demuestra a la vez que la ciudadanía ya no permitirá la falta de liderazgo y el silencio de un presidente de la República, que según sus afirmaciones solo se preocupa en leer la Biblia, pero no colocar en práctica los versículos, no informase sobre los requerimientos de los paraguayos mediante los medios de comunicación por preferir su salud mental.
Del apoyo al hartazgo
Al principio de la pandemia, el exministro Mazzoleni recibió el apoyo de la ciudadanía luego de instar al poder Ejecutivo no solo a cerrar la frontera y evitar la propagación del virus, sino además por la cuarentena total que obligó a la gente a permanecer en sus casas. El objetivo de esta drástica medica era preparar al sistema sanitario para lo que se venía.
Justamente por encabezar el equipo que se encargó de preparar el plan de mitigación es que recibió el apodo de “Capitán”, haciendo siempre una comparación de la difícil situación de la salud en nuestro país con la navegación en alta mar.
Sin embargo, el apoyo que tenía de una gran parte de la ciudadanía, poco a poco se fue debilitando y comenzaron los cuestionamientos, especialmente cuando surgieron los primeros indicios de corrupción con respecto a las compras de los insumos chinos, lo que generó enojo, pues muchos negocios cerraron e incluso declararon la quiebra en el tiempo de cuarentena, que se extendió hasta agosto del año pasado.
Tras el levantamiento progresivo de las medidas restrictivas, muchos sectores continuaron criticando la gestión del “Capitán”, más aún porque se comprobó los hechos de corrupción en cuanto a la provisión de insumos y medicamentos.
La gota que colmó el baso fue la extrema escasez de medicamentos e insumos básicos con el aumento sostenido de casos e internaciones, tanto camas comunes, pero más en las salas de terapia intensiva, donde dos medicamentos marcaron la salida: midazolan y atracurio.