"La ciudad presenta un aspecto desolado. Los pocos transeúntes que se ven en las calles llevan no se sabe qué presentimiento en las pupilas y un pedacito de alcanfor pegado a las narices."
"El Diario", 26 de noviembre de 1918.
Los orígenes de la gripe
En el apartado y pobre condado de Haskell, en Kansas, en territorio estadounidense, el doctor Loring Miner recibe a pacientes afectados de una gripe de inusual virulencia. Entre los síntomas, se incluye la neumonía. Cuentan que este es el origen de la "gran epidemia" del año 1918. De Haskell se expandió con rapidez en el entorno: jóvenes del condado, llamados por los Estados Unidos para la guerra en Europa, quizás transmitieron la enfermedad en los campamentos de reclutamiento. El resto es historia más o menos conocida: en el campamento Fuston, en Fort Riley, entre marzo y abril de 1918, aparecen los primeros casos documentados oficialmente de la grippe producida por una nueva cepa de virus contra la cual no existía inmunización, aunque al principio sus efectos eran solo respiratorios.
Aunque las investigaciones sobre la epidemia más terrible del siglo XX continúan, hay coincidencias en que el virus nuevo, desconocido, letal, es documentado oficialmente el 22 de agosto de 1918, en Brest, Francia. Se expande a caballo en un mundo deteriorado por la Gran Guerra. Los países beligerantes censuran toda información sobre el impacto de la gripe en sus respectivas poblaciones y tropas, pero en España, que no participa de la guerra y cuya prensa entonces no era sometida a la censura, los medios dan amplio destaque a la mortífera enfermedad. De ahí que se haya pasado a la posteridad con el nombre de "gripe española" o la más misógina "Dama Española", dado que la abundancia de información proveniente de la península ibérica hacía suponer que la enfermedad se originó allí. Hasta hoy, sigue siendo imposible determinar con exactitud el impacto de la pandemia: las estimaciones hablan de un número máximo de 500 millones de personas afectadas; un número de muertes no determinado, estimado entre 50 y 100 millones.
Al Cono sur la gripe llegó silenciosamente. Dado que los titulares de los medios la trataban básicamente como una enfermedad europea, los estados sudamericanos se encuentran sin previsiones sanitarias ante ella. Cuando Argentina y Uruguay –este último país bastante tarde por cierto– adoptan medidas sanitarias conjuntas respecto a los buques de bandera española, portuguesa, francesa e italiana, la gripe ya había comenzado a expandirse.
La salud en el Paraguay
En 1915, bajo la presidencia de Eduardo Schaerer, se había producido una reforma del sistema de salud y de asistencia pública, consistente en la creación del Departamento de Higiene y Asistencia Pública, disolviendo las asociaciones privadas de caridad existentes, y absorbiendo instituciones como el Asilo Nacional y el Hospital de Caridad. Este gesto produjo el rechazo del sector social más estrechamente vinculado a la Iglesia Católica, que calificó la medida como una "confiscación" de bienes privados por parte del estado.
En 1917, la situación del país en materia de salud estaba muy lejos de ser óptima: según Milda Rivarola, solo existían 52 médicos: 50 en la Capital y 2 en Villarrica; y 4/5 partes de la población vivía sin ningún tipo de atención médica profesional. La mortandad en el medio rural era elevada, principalmente debido a la anquilostomiasis y la sífilis, enfermedades "de trascendencia social". En la capital existían el Hospital Nacional, el Militar, la Maternidad, la Asistencia Pública; la Casa de Aislamiento (destinada a quienes padecían el Mal de Hansen); y el Instituto Bacteriológico. Además, existían algunos sanatorios privados. La Facultad de Medicina había sido clausurada por falta de alumnos.
Un informe de 1918, elaborado por una misión científica brasileña, integrada por los doctores Adolpho Lutz, Heráclides de Souza Araújo y Olympio da Fonseca Filho, da cuenta con mayores detalles de la situación sanitaria del país: "Asunción posee un colegio nacional y una universidad, cuya Facultad de Medicina está cerrada hace 9 años por falta de alumnos, dicen. Muchos de los médicos de Asunción estudiaron y se diplomaron en Buenos Aires y algunos en Europa.".
El informe destaca como principales enfermedades al Mal de Chagas, del que existen "grandes focos de enfermos" y el bocio. Relaciona las enfermedades con los condicionamientos sociales, al expresar que "vimos por todas partes habitaciones con paredes de barro y paja que son el eterno vivero de males múltiples, que van desde el infantilismo hasta la parálisis idiótica y la locura". La malaria "se está diseminando por todo el país". La anquilostomiasis es "endémica en todo el país, en un porcentaje variable entre 70 y 85%", y atribuye su dispersión al "calor y humedad constante, poca altitud y zonas anegadizas", ámbito "eminentemente apropiado para el desarrollo máximo de la anquilostomiasis". La disentería era altamente común en Asunción; y respecto de la leishmaniasis, expresa, citando al Dr. Luis Migone: "Hemos observado esta enfermedad"(…) "entre nacionales y extranjeros, hombres o mujeres, viejos o niños de pecho. Existen años y regiones donde la enfermedad se hace sentir terriblemente. Sobre cien trabajadores que entran a la selva, dos meses después, 70 a 80 de ellos están enfermos, con una o dos úlceras, con 10 o 12, hasta 30 o 40 en algunos, repartidas por diferentes partes del cuerpo, lo que obliga a suspender los trabajos".
El Mal de Hansen, la lepra, también hacía estragos: "La llamada Casa de Aislamiento consta de una manzana de terreno, cercado con alambres de púas y contiene dos ranchos viejos e inmundos donde viven los desgraciados leprosos, un pabellón casi nuevo o reformado, donde son aislados los enfermos atacados con otras enfermedades infectocontagiosas (…) El Dr. Migone nos respondió que por el número de leprosos y de perros que deambulan por las calles, esta ciudad se parece a Constantinopla (…) En el Paraguay nada se ha hecho hasta hoy con referencia la profilaxis de la lepra".
La sífilis "es una de las enfermedades más diseminadas en el Paraguay, sobre todo a causa de la intensa prostitución clandestina. Un médico clínico de Asunción, dice que el 90% de la población de la capital paraguaya sufre del mal de Job. El Dr. Jovino Mernes, (…) nos informó que es muy común que aparezcan en su servicio niñas de 12 o 13 años ya desfloradas y sufriendo molestias venéreas, predominando entre ellas la sífilis. Tampoco es rara la blenorregia en niñas de 9 y 10 años". Tristemente, se trata de un indicador de que el abuso sexual infantil es una de las hirientes constantes históricas del Paraguay.
La gripe llega al Paraguay
En este marco socioeconómico, el Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública, dirigido por el enérgico doctor Andrés Barbero, actuó con relativa celeridad, a pesar de que el propio personal sanitario cayó víctima de la gripe y bajo críticas de la prensa respecto de la actuación tardía del gobierno. Barbero contó con apoyo de médicos externos y recibió, de parte del gobierno del presidente Manuel Franco, un aumento presupuestario extraordinario de 30,000 pesos oro sellado.
En octubre de 1918 se adoptaron las primeras medidas estructurales: se resolvió que la Sanidad Fluvial proceda a la observación de barcos, el aislamiento de los enfermos y sospechosos y la notificación a las autoridades sanitarias. Los diarios se hicieron eco de las preocupaciones del departamento y divulgaron medidas de prevención y atención. Se recomendaba, por el ejemplo, el blanqueo de las habitaciones a la cal y la desinfección de pisos con creolina. Se sugería purificar el agua a través del hervido, filtración (usando filtro de porcelana porosa) o por el tratamiento químico del agua. De todos modos, el primer caso fatal ocurrió el 11 de diciembre de 1918.
El desafío se hizo más complejo: en el Paraguay era endémico el mal llamado "colerina", una forma benigna de cólera cuyos picos máximos de casos se alcanzaban en primavera y verano, y la salud pública debía lidiar tanto con la endemia como con la pandemia.
Se crearon tres Estaciones Sanitarias y de Desinfección en Encarnación, Humaitá y Concepción. Más tarde, en Bahía Negra y Paso de Patria. La Dirección General de Correos ordenó que la correspondencia proveniente del exterior a la capital, a Pilar, Encarnación y Concepción, sea desinfectada con vapores de formol; y Paraguay participó de las iniciativas regionales conjuntas para enfrentar la pandemia enviando al Dr. Alejandro Arce al Congreso realizado en Río de Janeiro, el 15 de octubre.
Se adelantaron los exámenes en todas las escuelas y colegios de la República. Simultáneamente, ocurría lo mismo en la Argentina. Los lugares públicos de Asunción como cinematógrafos, teatros, circos y prostíbulos fueron temporalmente inhabilitados y desinfectados. En la Tablada, en el Mercado Central y en todos los puestos de venta, carne, frutas y verduras de la capital se adoptaron medidas especiales. Se busca disminuir la presencia de moscas en mercados, tabladas, tambos o cocherías y carrerías.
El impacto socioeconómico de la epidemia
Algunas medidas adoptadas por la Municipalidad de Asunción provocaron la reacción de las vendedoras del Mercado 1, particularmente la que prohibía la cocina en el mercado, permitiendo solo la venta de alimentos cocinados, protegidos por una red metálica. Esto implicaría enormes pérdidas para las vendedoras, por lo que decidieron organizar un mitin de protesta en el local de la Federación de Vendedoras del Mercado Central. Al negarse a cumplir con la medida, varias dirigentes fueron apresadas, y las vendedoras decidieron "no trabajar hasta tanto que el estado sanitario de la ciudad permita volver al mercado central, cuando el cocinar en él no sea un peligro para la salud pública", dice El Diario del 14 de noviembre de 1918. Por otra parte, los vendedores ambulantes que se desplazaban en los trenes fueron objeto de ataques por parte de quienes respaldaban a las huelguistas. Estos ataques consistían en arrojar del tren los alimentos que traían para venderlos en la ciudad. La huelga –que amenazaba dejar sin alimentos a la ciudad— fue levantada el 19 de noviembre.
Las festividades religiosas fueron prohibidas en todo el país por el Ministerio del Interior, para evitar aglomeraciones en los cementerios durante la conmemoración de Todos los Santos y la romería a Caacupé. Hasta la fiesta del 25 de noviembre (aniversario de la Jura de la Constitución de 1870) fue suspendida. Luego, se clausuraría hasta el Cementerio de Mangrullo y las inhumaciones se realizarían en el Cementerio del Sur.
Se aisló a enfermos de las cárceles y a las niñas afectadas del asilo. Autos con banderas blancas, de la Cruz Verde, circulaban por la capital llevando y trayendo médicos para atender a las personas enfermas. Lo mismo hacía la Cruz Blanca, entidad creada por exponentes de la masonería en 1912, cuando la Guerra Civil. La llegada de medicamentos provenientes de Buenos Aires trajo algo de alivio. El Poder Ejecutivo creó una Comisión de Socorro a personas más pobres, integrada por Gerónimo Zubizarreta, Tomás Varela, Juan B. Benza, Rodney Croskey y Rogelio Ibarra Legal.
Las carencias fueron visibles en las zonas periféricas de Asunción, y en otros sitios del país, afectando de manera particular a la población indígena del Chaco. El Dr. Guillermo de los Ríos señaló que la gripe causó "numerosas defunciones, sobre todo entre los indios, que en cuanto se enfermaba se internaban, siendo imposible socorrerlos". Igualmente vulnerables estaban los empleados de obrajes y frigoríficos, dado que sus empresas "se preocupan poco o nada de la peonada (…) Raras son las que poseen un botiquín regularmente provisto, y los que ejercen de médico o farmacéutico no reúnen la capacidad suficiente para atender a los enfermos".
En diciembre del mismo año, "la epidemia parecía declinar", dicen los textos de época, por lo cual el gobierno de Franco rechazó ofertas de apoyo de médicos extranjeros realizadas por los diplomáticos representantes en Paraguay. Sin embargo, para sorpresa de todos, ese mes es el que registra mayor número de defunciones en la Capital: 369. Recién entre mayo y julio de 1919 reaparece la gripe, aunque causando menos bajas.
Las publicaciones de los diarios referían los episodios de especulación y suba de precios. El Diario, el 26 de noviembre de 1918, escribía en su artículo "Especulación de las farmacias", lo siguiente: "Hasta la creolina, ese desinfectante indispensable en épocas de epidemia, cuesta 200% más de lo que costaba antes de la aparición de la peste", y agregaba: "El boticario gana en un día el pan de un año de una familia pobre".
También el economista Rodolfo Ritter analizó las consecuencias socioeconómicas de la epidemia, en las páginas de la revista El Economista Paraguayo. Según Ritter, la crisis hizo patentes las graves carencias del Paraguay. La primera de ellas, la falta de médicos suficientes, la "asistencia médica en la Capital, muy insuficiente en todos los sentidos (…) una de las grandes tristezas del Paraguay: uno de sus múltiples agudos dolores".
Luego, se refirió a la desigualdad social, expresada en el fenómeno de la especulación: "Los precios de los medicamentos subían no por días, sino por horas. Así, p. ej. El 21 de noviembre a las 6 pm compré en una farmacia una ampolla de Haptinogeno-Neumo de Méndez por $ 100 c/l y al día siguiente, a las 9 am, tuve que pagar en la misma casa $ 125 c/l (…) Los boticarios (¡evidentemente no todos!) 'hacían su agosto' no solo multiplicando por horas los precios de sus mercaderías, sino sustituyendo continuamente unos productos farmacéuticos por otros: naturalmente los más caros por los más baratos".
Los créditos también aumentaron, por la necesidad de adquirir medicamentos, dando lugar también a la usura: "desde el estallido de la epidemia casi todos los prestamistas alzaron notablemente el interés por los créditos prendarios: ¡ese interés que siempre tiene ya una altura fantástica! Y como todos lo sabéis, el gremio de las 'prestamistas' lo forman en parte distinguidas damas y matronas de nuestra sociedad (…) de alta alcurnia, descendientes de virreyes, gobernadores y grandes de España, otras son madres, esposas, hermanas de importantes personajes, muchas, si no todas, son miembros de congregaciones piadosas y de sociedades de beneficencia(…) muy pocas entre ellas (¡las hubo ciertamente!) tuvieron compasión con el 'pobrerío' en apuros que en tropel acudía a su crédito: las más de ellas, aprovechando la ocasión y el aumento de la demanda, se mostraron más duras y exigentes que nunca…. Este crédito informal y usurario castigó especialmente a la "cocinera, lavandera o vecina".
Con todo, el Presidente Franco se mostró satisfecho con la reacción institucional. En su mensaje al Congreso de 1919, se refirió en los siguientes términos a la respuesta contra la pandemia: "Su ímproba labor (refiriéndose al Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública) ha sido colmada con resultados satisfactorios y dignos del mayor encomio, que colocan a la repartición en condiciones de afrontar decididamente aún las situaciones más anormales, como la creada por la última epidemia, que ha dado ocasión a que se exteriorizarán públicos y justicieros elogios para la dirección superior y el personal de su dependencia".
Pero para cuando se declaró el final de la epidemia, en agosto de 1919 (dos meses después de la muerte de Franco), habían fallecido, según datos oficiales, 516 personas en Asunción; y más de 1,500 personas en el resto del país; en total, más de 2,000 personas, quizás entre 0.2% y 0.4% % de la población total, estimada en 667.000 habitantes. Notablemente, muy pocos niños y niñas fallecieron de gripe. En la región el escenario era el siguiente: en el Brasil, se estima que la tasa de mortandad llegó hasta el 2% en determinadas poblaciones y produjo una crisis política de primer orden; mientras que en la Argentina, la mortalidad alcanzó a aproximadamente 13,000 personas, lo que representó una tasa similar a la del Paraguay. En el Uruguay las estimaciones rondan el 0,4%.
Las cifras, quizás no del todo exactas, pueden servir para dimensionar la reacción del Departamento Nacional de Higiene y Asistencia Pública, que contaba con muchos menos recursos que sus homólogos de los países vecinos. Seguramente, un elemento demográfico –la baja densidad poblacional, especialmente en el medio rural—contribuyó a evitar el contagio masivo y una mortalidad mayor.
Con respecto al papel de la Iglesia Católica, hubo sacerdotes, por ejemplo los franciscanos, que apoyaron el traslado de enfermos; otros que asistieron espiritualmente a las personas enfermas y sus familias. Además, aumentó el óbolo y la limosna para la iglesia. Sin embargo, Monseñor Juan Sinforiano Bogarín, Obispo de Asunción, expresó en su Pastoral del 31 de diciembre de 1918, que:
"No podemos negarlo, esta peste ha venido precedida de otra enfermedad de orden religioso-moral en los espíritus cristianos. (…) No es, pues, de extrañar que el Señor, tan olvidado con la indiferencia de unos y tan ofendido por la blasfemia de otros, haya permitido este flagelo como castigo de nuestros pecados y como un saludable aviso para que la sociedad vuelva a Él y se resuelva rendirle el homenaje que le es debido."
¿Inexplicable justificación del prelado? No tanto, si se considera que, más que –o tanto como- una explicación sobrenatural de la gripe, es igualmente un velado ataque al estado, por lo antes mencionado, esto es, la disolución, en 1915, de todas las asociaciones privadas de caridad, entre ellas las de inspiración religiosa para crear el Departamento de Higiene y Asistencia Pública. Las asociaciones pasaron a depender tanto presupuestaria como administrativamente del estado, lo que causó el disgusto de Bogarín y la feligresía católica en general.
Como conclusión, quizás las palabras del mismo Ritter respecto de la epidemia y sus consecuencias sean las más adecuadas: "Las catástrofes, que el destino manda a las naciones y a las sociedades, son como espejos convexos, donde se reflejan abultados sus defectos y sus cualidades. A veces es muy provechoso contemplarse en semejantes espejos".
BIBLIOGRAFÍA
- Periódicos: diario “El Diario”, revista El Economista Paraguayo. Años 1918 – 1919.
- Bogarín, Juan Sinforiano (Obispo). Carta Pastoral del 31 de diciembre de 1918.
- Boccia R., Alfredo y Boccia P., Alfredo. Historia de la medicina en el Paraguay. Servilibro. Asunción. 2011.
- Caballero Campos, Hérib. La epidemia de gripe de 1918. Diario Última Hora, 30 de mayo de 2009.
- Franco, Manuel. Mensaje al Congreso Nacional, en la apertura de sesiones. Abril de 1919.
- González Torres, Dionisio. Investigando en la Historia. Asunción. 1974.
- Lutz, Adolpho y otros. Viaje científico a través del río Paraná y la Asunción, con regreso por Buenos Aires, Montevideo y Río Grande, de enero a marzo de 1918. En línea en: www.scielo.br/pdf/mioc/v10n2/tomo10(f2)_104-173.pdf
- Rivarola, Milda. Obreros, Utopías y Revoluciones. Formación de las clases trabajadoras en el Paraguay liberal. 1870 – 1931. Centro de Documentación y Estudios. Asunción. 1993.