Hoy viernes 31 de enero se cumplen 32 años de la tragedia pro­tagonizada por “el loco del volante”, un escribano que mató a siete personas e hirió a otras nueve a bordo de una Montero, durante un furioso arrebato que aterrorizó las calles de la ciudad de Acahay, en el departamento de Para­guarí. El hombre fue conde­nado a 25 años de cárcel y ter­minó falleciendo en 2011.

Este terrible accidente dejó marcada para siempre a la tranquila localidad de Aca­hay, en aquellos tiempos los pobladores estaban compar­tiendo la fiesta del Oropel. Era una hermosa y soleada tarde de verano de 1993, cuando el escribano José Vidal Céspe­des Estigarribia, de 39 años, llegó de visita a su ciudad natal desde La Paloma (Canin­deyú), donde residía con su familia. Tomó su camioneta de la marca Mitsubishi Mon­tero y salió a recorrer las calles.

Céspedes conducía su camioneta cuando atropelló a sus víctimas.FOTO: CAPTURA DE PANTALLA

Previo al criminal momento, Vidal estaba compartiendo con sus dos hijos y su esposa un encuentro familiar en un arroyo de la zona, al mediodía compartieron un almuerzo que incluyó bebidas alcohó­licas, cuyo consumo estaba prohibido para el hombre porque recientemente había sido sometido a una cirugía de páncreas y estaba recibiendo fuertes medicamentos, pero hizo caso omiso a las indica­ciones.

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Sus familiares habían decla­rado que el escribano consu­mió tanto alcohol que, luego del mediodía, estaba distinto, tenía la mirada perdida, pero que igual siguió con la fiesta a la par que ingería sus medica­ciones. Ya cerca de las 16:00, muy alterado, decidió que era hora de volver y, de forma muy prepotente, le dijo a su esposa e hijos que subieran a la camioneta.

Sus allegados se asustaron y, para no crear problemas, su esposa tomó a sus peque­ños para volver con el hom­bre, sin sospechar cuáles eran sus intenciones. Arrancó su camioneta y por el camino comenzó a acelerar, su esposa estaba muy asustada y sus hijos comenzaron a llorar, a gritar y a pedir ayuda; situa­ción que lo alteró más. Por un momento se estacionó para bajar a sus pasajeros.

TOMÓ LA PEOR DECISIÓN

Tras bajar a su esposa e hijos, el escribano volvió a tomar camino y a gran velocidad se dirigió hacia el pueblo y por el camino comenzó a chocar a todas aquellas personas que se cruzaban. Este terri­ble momento dejó un total de siete personas fallecidas, nueve heridos y también mató a un caballo en el que se trasla­daba uno de los heridos.

La primera víctima fatal fue Sergio Domínguez, alias Pimpi, un joven con deficien­cia mental de la compañía La Colmena; la segunda persona en ser arrollada fue Roberto Salvador Segovia, de 25 años, oriundo de San Lorenzo y de profesión agricultor; la ter­cera víctima fue Shirley Andrea Acuña, de 4 años, que estaba jugando frente a su casa, esta sería sobrina del escribano.

En el caso de la menor, el hom­bre subió sobre la vereda y la llevó por delante, finalmente quedó aplastada contra la muralla. Así fue atropellando a todos los que se le cruza­ban en su camino. La cuarta persona fue Édgar Domingo Maldonado, alias Yiyo, de 20 años, de nacionalidad argen­tina, que residía en Quiindy; la quinta y sexta víctimas fue­ron los hermanos Francisco y Félix Bordón, también resi­dentes de Quiindy, ambos agricultores y, por último, chocó a Rubén González.

El asesino al volante era bas­tante conocido en la zona por­que tenía la firme intención de postularse como diputado y era considerado como una persona cordial con sus com­pueblanos. Se presume que horas antes del suceso discu­tió con uno de sus vecinos y aparentemente eso motivó su venganza.

En internet, el violento epi­sodio todavía marca recuerdos de dolor, como demues­tran expresiones como: “Este infeliz mató a un excompa­ñero de colegio. En el 91 ter­minamos el bachillerato y unos años después ocurrió esto”; “yo era un niño y escu­chamos por radio AM, el loco de la Montero creo que lo lla­maron”; “fue una noticia que consternó al país”; “era un buen profesional, lástima que la adicción lo haya llevado a cometer tanta crueldad”.

BUSCADO Y DETENIDO

Horas después de su desapari­ción, los pobladores encontra­ron el vehículo de José Vidal, que había perdido aceite y dejó de funcionar; que pre­sentaba rastros de sangre y cabellos de las víctimas, pero en su interior no estaba el con­ductor. Enfurecidos por todas las víctimas, los pobladores decidieron salir a buscarlo en cada rincón de la ciudad, pero fueron agentes de la Policía Nacional quienes dieron con su paradero y fue detenido.

Al momento de su detención, “el loco del volante” solo pudo decir que no recordaba nada de lo que pasó aquel domingo. Incluso se mostró muy pre­ocupado por las heridas que presentaba a la altura del ros­tro y exigía saber qué le ocurrió. Esta situación no era creíble para los investigadores del Ministerio Público, por lo que ordenaron su detención.

ESCAPÓ DEL PSIQUIÁTRICO

Hasta 1994, el escribano estuvo recluido en la peni­tenciaría de Tacumbú, pero sus abogados alegaron que su cliente no estaba dentro de sus cabales y solicitaron que sea trasladado hasta el Hospital Neuropsiquiátrico, el pedido fue aceptado; sin embargo, se fugó en 1995. Por varios años no se supo nada del hombre y la población vivió en zozobra.

Tras cinco años de investiga­ción, en el año 2000, la Poli­cía logró dar con su paradero y realizó un allanamiento en una vivienda de Mariano Roque Alonso. En el lugar detuvieron a una persona que afirmó ser David Romero, pero un estudio exhaustivo reveló que era José Vidal Céspedes, pese a que tuvo un cambio radical en su aspecto físico.

Ocho años después y tras la segunda detención, el juez Carlos Escobar decidió con­denar a José Vidal Céspe­des Estigarribia a la máxima pena de 25 años de cárcel. En esta oportunidad, la pre­sunta locura temporal que planteaba la defensa no evitó la condena, pero seis años más tarde la condena fue reducida a 22 años por la Cámara de Apelación. En el año 2011 fue ingresado a un sanatorio pri­vado debido a una complica­ción de la diabetes y falleció pocos días después.

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