El gobernador de Guairá, César “Cesarito” Sosa, exteriorizó su entu­siasmo por la organización de la fiesta conmemorativa a los cien años del nacimiento de María Felicia Guggiari Eche­verría, conocida como Chiqui­tunga, la primera paraguaya en subir a los altares, la beata guaireña. El acto central se prevé para el 12 de enero y en los preparativos está involu­crado inclusive el Despacho de la Primera Dama.

“Visitamos con María Ale­jandra Bellenzier Narváez a la Primera Dama de la Nación, Leticia Ocampos, junto a la comisión organizadora para planificar las actividades en conmemoración del centena­rio del nacimiento de nuestra querida beata Chiquitunga”, escribió el jefe departamental en un posteo en redes socia­les acompañado de fotografías del encuentro con la primera dama y su equipo de trabajo.

Desde niña destacó por su inusitada piedad e inclinación hacia las obras de caridad.FOTO: GENTILEZA

Se prepara un gran homenaje para rememorar lo que fue su vida terrenal, consagrada siempre al amor del prójimo. “Estamos llenos de entu­siasmo por este homenaje, que nos permitirá unirnos como guaireños para recor­dar su legado. Desde nues­tro gobierno departamental, aportaremos todo nuestro esfuerzo para que este evento sea inolvidable”, aseguró el gobernador Sosa.

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El 12 de enero de 1925 nacía en la ciudad de Villarrica del Espíritu Santo, departamento de Guairá, María Felicia Gug­giari Echeverría o Chiqui­tunga, quien con su nombra­miento como primera beata paraguaya recibió el nom­bre de María Felicia de Jesús Sacramentado, hoy conside­rada el jazmín del Convento de las Hermanas Carmelitas descalzas de Paraguay.

Chiquitunga cumpliría 100 años el próximo domingo 12 de enero, pero su vida se apagó un 28 de marzo de 1959, a la edad de 34 años, por un problema de salud. Ella era la mayor de entre siete hermanos, y per­tenecía a una familia tradicio­nal, de buena posición y educa­ción de la ciudad de Villarrica.

Desde niña destacó por su inusi­tada piedad e inclinación hacia las obras de caridad, mostró una inusual entrega a los más pobres y los desvalidos desde su ciudad natal, donde pudo conocer de cerca las enormes carencias y la profunda angustia que genera la pobreza. Luego de tomar los hábitos, ya en una etapa adulta, Chiquitunga decidió trabajar de lleno como carmelita descalza por los menos favorecidos y de esta manera se desempeñó activamente dentro del movi­miento Acción Católica hasta los 30 años.

Pero no solo su trabajo con el semejante, con el despojado, con el que sufre fue lo que más destacó en la impoluta vida de esta mujer bendecida, sino su permanente alegría, su amor y su inconmensurable fe. Era muy alegre y brillaba por su sencillez, virtudes que hoy día están casi extinguidas en un mundo dominado por las vani­dades y las afectaciones.

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