• POR PALOMA STRUBING (*)
  • Diseñadora especializada en gestión de proyectos. Dirección ejecutiva de la Federación Juntos por la inclusión.

Participar del wor­kshop Cataliza, en Barcelona, España, me permitió ver con más claridad lo universal de las experiencias de las personas con discapacidad o alguna condición y sus familias. A pesar de los kilómetros que nos separan, las historias de exclusión y lucha por la inclusión son sorprenden­temente similares.

El formato del encuentro propició el intercambio, la reflexión y la revisión de actitudes, situaciones y perspectivas no solo del entorno sino también pro­pias. En este contexto una preocupación se puso de manifiesto por represen­tantes de distintos lugares: la atomización, muchos gru­pos sectorizados trabajando aisladamente. Esto llevó a que me pregunte, ¿Qué es lo que nos lleva a segmentar y a agruparnos por “iguales”?

Nuestro cerebro está dise­ñado para reconocer patro­nes y clasificar informa­ción, lo que puede ser útil en muchos contextos pero que también genera que aquello que se sale de esa clasifica­ción preconcebida nos deses­tabilice, y nos enfrentemos a nuestro propio miedo a ser excluidos. Porque, ¿quién no se sintió alguna vez dife­rente al resto? Se trata de una experiencia universal, todos pasamos alguna vez por la experiencia de no per­tenecer a un grupo o espacio. Por lo que para entender esa sensación no hace falta estar relacionado con alguna per­sona con discapacidad o con­dición, basta con indagar un poco en nuestra propia his­toria. Recordando lo que nos hizo sentir ese momento, podemos empezar a enten­der la importancia de crear un entorno accesible y equitativo para todos ¿A quién no le gustaría evitarse o evi­tarle a otra persona el sen­tirse excluido?

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Si diferenciar y clasificar forma parte del funciona­miento de nuestro cerebro, ¿cómo hacemos para hac­kear esa función?

La búsqueda de la respuesta empieza replicando alrede­dor del globo lo que se dio en Barcelona. Generando espacios de encuentro, de vulnerabilidad y apertura para mover las estructu­ras internas y externas con ganas sinceras de generar un cambio, buscando seguir ampliando y reforzando las redes que alivianan el peso de los miedos y potencian el esfuerzo colectivo para hacer sentir parte a todos, independientemente de lo que nos diferencia.

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