- Por Jorge Coronel
- contacto@jorgecoronel.com
Con su acostumbrado trato amable y una sonrisa cordial, Ricardo Mollo transita la vida con la calma digna de un maestro yogui; mientras por las noches desborda teatros y estadios con la demoledora fuerza de su icónica banda.
Su regreso a nuestro país se da de la mano del Festival ReciclArte, el masivo encuentro musical que en su presente edición celebra su primera década de vida en San Bernardino. Ya a principios de este año la posibilidad de un concierto estaba latente con la confirmación del grupo como cabeza de cartel del Cosquín Rock; evento que finalmente quedó cancelado.
Dieciocho años después, Divididos rompió anoche el silencio paraguayo con una celebración a lo grande, junto a su eterno cómplice musical Diego Arnedo (71), en bajo, y Catriel Ciavarella (45), en batería.
-Con Divididos se dieron dos encuentros muy importantes en Asunción: el PrimaVenus (2001) y en la última edición del Pilsen Rock (2006). ¿Qué recuerdos tenés de esas visitas?
-Fueron muy intensas. Recuerdo que en la primera visita se suspendió por lluvia y tocamos al otro día. Y entonces para mí fue una gran suerte porque yo llegué y tuve un ataque de mareos de vértebra cervical y dormí durante todo el día y, por suerte, recién al otro día pude reaccionar.
-Pueden llevar años sin publicar un álbum, pero cada año siguen batiendo récords… ¿Cuál es el secreto de la vigencia?
-Creo que la permanencia de seguir adelante con una idea que nos gusta y que nos mueve y conmueve. Son las dos cosas, porque nos moviliza a seguir haciendo eso de tocar en vivo, que también lo que hace de alguna manera es que nos distrae de la composición…
-Divididos es una banda que nació de la incertidumbre, del dolor, tras la partida de Luca Prodan…
-Claramente. El camino marcado no está porque de un día para el otro eso no existe más. Hoy recuerdo a Sumo emocionalmente como si todavía estuviéramos todos juntos. Fue tan intenso todo y tan abrupto el final que te deja como la enseñanza de que el día de mañana no se sabe… “Mañana nunca se sabe”, dijeron los Beatles.
-Y aquel final fue el inicio de todo…
-En este caso fue juntarnos otra vez con Diego (Arnedo) a decir: sigamos haciendo música, porque fue lo que pasó antes de Sumo.
-“Paraguay” es un himno que no falta en los recitales. Contanos un poquito del detrás de la canción…
-Es el momento del agobio. Viste cuando decís, “vamos a algún lugar donde sintamos tranquilidad”; y sentimos que navegar por el Paraguay era un gran plan, ¿no? Entonces, de ahí viene un poco eso: buscar un lugar de paz en el medio de los torbellinos que te trae esta vida.
-En pandemia se da la aparición de un Mollo “solista”, con colaboraciones como la de León Gieco, Gustavo Santaolalla…
-Fueron meses donde tuve que decir: “Bueno, esto es lo que sucede y, bueno, vamos a transitar lo que sucede”. A los tres meses conseguí un permiso para salir de casa, y pude ir hasta la sala y reencontrarme con los olores y con los espacios. Y me puse a llorar. Me di cuenta de que toda mi vida pasaba por ahí.
Aprendí a grabarme y ahí empezaron a salir esas canciones. Pero no me gusta decir “solista”. (Risas).
-En los conciertos de Divididos se genera un reencuentro familiar increíble: están los abuelos, padres, nietos…
-Es ceremonial, en el mejor sentido de la palabra, porque hay una situación de comunión donde todos dirigen la energía hacia el mismo lugar. Y lo que más me gusta es la devolución de la sonrisa. Yo siento que es mi lugar feliz.
-Con Cerati te unió un vínculo muy cercano… Fuiste una de las pocas personas que llegó a él a ese nivel.
-Fue una asignatura pendiente juntarnos, porque nos despedimos con esa consigna. Él estuvo en casa después del concierto (en 2006), donde yo lo llamé y me invité a su concierto a tocar (Risas). “Hola, Gustavo, quiero acompañarte en el concierto en Obras”. ¡Y quedó como sorprendido!
Me acuerdo del momento donde ellos (Soda Stereo) sufrieron el robo de sus equipos, y yo le presté mi guitarra a Gustavo para unos conciertos que tenían, y él después me prestó un cable muy especial que usábamos con una guitarra sintetizada. Después el tiempo pasó, y cada uno siguió su camino. Pero siempre hubo una relación linda.
-Este ReciclArte promete ser el inicio de un acercamiento más frecuente al público paraguayo…
-Me encantaría. Siempre decimos: “¿Cuándo volvemos al Paraguay?”. Creo que es el puntapié para vernos un poco más seguido. También estuvimos grabando con Néstor Ló y Los Caminantes para el nuevo disco que están preparando. ¡Tremendo cantante! Me encantó su manera de expresarse.