Con su acostum­brado trato amable y una sonrisa cor­dial, Ricardo Mollo transita la vida con la calma digna de un maestro yogui; mientras por las noches desborda teatros y estadios con la demoledora fuerza de su icónica banda.

Su regreso a nuestro país se da de la mano del Festival Reci­clArte, el masivo encuentro musical que en su presente edición celebra su primera década de vida en San Ber­nardino. Ya a principios de este año la posibilidad de un concierto estaba latente con la confirmación del grupo como cabeza de cartel del Cosquín Rock; evento que finalmente quedó cancelado.

Dieciocho años después, Divi­didos rompió anoche el silen­cio paraguayo con una cele­bración a lo grande, junto a su eterno cómplice musical Diego Arnedo (71), en bajo, y Catriel Ciavarella (45), en batería.

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-Con Divididos se die­ron dos encuentros muy importantes en Asunción: el PrimaVenus (2001) y en la última edición del Pilsen Rock (2006). ¿Qué recuer­dos tenés de esas visitas?

-Fueron muy intensas. Recuerdo que en la primera visita se suspendió por llu­via y tocamos al otro día. Y entonces para mí fue una gran suerte porque yo llegué y tuve un ataque de mareos de vérte­bra cervical y dormí durante todo el día y, por suerte, recién al otro día pude reaccionar.

Ricardo Mollo, en exclusiva con La Nación/Nación Media.FOTO: GENTILEZA

-Pueden llevar años sin publicar un álbum, pero cada año siguen batiendo récords… ¿Cuál es el secreto de la vigencia?

-Creo que la permanencia de seguir adelante con una idea que nos gusta y que nos mueve y conmueve. Son las dos cosas, porque nos moviliza a seguir haciendo eso de tocar en vivo, que también lo que hace de alguna manera es que nos dis­trae de la composición…

-Divididos es una banda que nació de la incertidum­bre, del dolor, tras la par­tida de Luca Prodan…

-Claramente. El camino mar­cado no está porque de un día para el otro eso no existe más. Hoy recuerdo a Sumo emo­cionalmente como si todavía estuviéramos todos juntos. Fue tan intenso todo y tan abrupto el final que te deja como la enseñanza de que el día de mañana no se sabe… “Mañana nunca se sabe”, dijeron los Beatles.

-Y aquel final fue el inicio de todo…

-En este caso fue juntarnos otra vez con Diego (Arnedo) a decir: sigamos haciendo música, porque fue lo que pasó antes de Sumo.

-“Paraguay” es un himno que no falta en los recita­les. Contanos un poquito del detrás de la canción…

-Es el momento del agobio. Viste cuando decís, “vamos a algún lugar donde sintamos tranquilidad”; y sentimos que navegar por el Paraguay era un gran plan, ¿no? Entonces, de ahí viene un poco eso: buscar un lugar de paz en el medio de los torbellinos que te trae esta vida.

-En pandemia se da la apa­rición de un Mollo “solista”, con colaboraciones como la de León Gieco, Gustavo San­taolalla…

-Fueron meses donde tuve que decir: “Bueno, esto es lo que sucede y, bueno, vamos a transitar lo que sucede”. A los tres meses conseguí un permiso para salir de casa, y pude ir hasta la sala y reen­contrarme con los olores y con los espacios. Y me puse a llorar. Me di cuenta de que toda mi vida pasaba por ahí.

Aprendí a grabarme y ahí empezaron a salir esas can­ciones. Pero no me gusta decir “solista”. (Risas).

-En los conciertos de Divi­didos se genera un reen­cuentro familiar increíble: están los abuelos, padres, nietos…

-Es ceremonial, en el mejor sentido de la palabra, porque hay una situación de comu­nión donde todos dirigen la energía hacia el mismo lugar. Y lo que más me gusta es la devolución de la sonrisa. Yo siento que es mi lugar feliz.

-Con Cerati te unió un vín­culo muy cercano… Fuiste una de las pocas personas que llegó a él a ese nivel.

-Fue una asignatura pendiente juntarnos, porque nos despedi­mos con esa consigna. Él estuvo en casa después del concierto (en 2006), donde yo lo llamé y me invité a su concierto a tocar (Risas). “Hola, Gustavo, quiero acompañarte en el concierto en Obras”. ¡Y quedó como sor­prendido!

Me acuerdo del momento donde ellos (Soda Stereo) sufrieron el robo de sus equipos, y yo le presté mi guitarra a Gustavo para unos conciertos que tenían, y él des­pués me prestó un cable muy especial que usábamos con una guitarra sintetizada. Después el tiempo pasó, y cada uno siguió su camino. Pero siempre hubo una relación linda.

-Este ReciclArte promete ser el inicio de un acerca­miento más frecuente al público paraguayo…

-Me encantaría. Siempre deci­mos: “¿Cuándo volvemos al Paraguay?”. Creo que es el pun­tapié para vernos un poco más seguido. También estuvimos grabando con Néstor Ló y Los Caminantes para el nuevo disco que están preparando. ¡Tre­mendo cantante! Me encantó su manera de expresarse.

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