La tragedia comenzó el 15 de setiembre pasado, cuando dos parejas, una de ellas con sus dos hijos, se traslada­ban a localidades del Brasil, supuestamente en calidad de turistas. Sin embargo, en una barrera policial, las autorida­des (y los canes) detectaron que el auto en el que iban, lle­vaba una carga de marihuana en el piso con doble fondo del vehículo.

En ese momento ordenaron la captura de los adultos, en tanto, la madre de los niños obtuvo permiso para regre­sar a Paraguay para gestio­nar la repatriación de estos, que cuentan con 5 años y 1 año y siete meses, respecti­vamente, y que quedaron en custodia en un albergue de la localidad de Cascavel.

El día 21, refiere el informe estatal brasileño, el más pequeño de los chicos se sin­tió mal y fue derivado a un hospital, en donde fue esta­bilizado y dado de alta. Al siguiente día, sin embargo, volvió a convulsionar, y veri­ficó un agravamiento que determinó su muerte.

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De forma extraoficial se supo que el niño fallecido sufría de epilepsia, y que sus padres no informaron a las autori­dades brasileñas que estaba bajo tratamiento, con medi­camentos que debía ingerir. Y que esa omisión fue deter­minante para que los médi­cos del vecino país no pue­dan aplicar medidas efectivas para evitar la muerte.

Otra arista del caso viene por el lado de los motivos que los padres del menor fallecido esgrimieron para viajar al Brasil. El padre señaló que su amigo (el dueño y con­ductor del vehículo) le invitó para realizar el viaje de placer entre las dos parejas, y que no había objeción para llevar a los chicos.

La presunción negativa, sin embargo, menciona que la presencia de los niños para dicho viaje fue utilizar a los menores para proyectar la imagen de un simple viaje de dos familias, y todo con el afán de afianzar el camuflaje de la droga transportada.

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