El 18 de setiembre de 2017, hace siete años, se dictó una senten­cia condenatoria que marcó un hito en la historia criminal en Paraguay: la pareja Isaías Raúl Torres y Gissella Eliana Milea Otto fue condenada a 40 años de cárcel luego de ser encontrada culpable de asesi­nar al locutor radial Agustín Emmanuel Bogado Quintana, de 32 años, por el “mero placer de matar”. El crimen ocurrió el 8 de febrero de 2014.

La presidenta del tribunal de sentencia, la magistrada Mesalina Fernández, fue quien observó que este fue el primer caso de crimen por pla­cer que recibía una condena en el país. Con Fernández, Glo­ria Hermosa y Alba González integraron el tribunal que juzgó y condenó a los acusa­dos (quienes entonces tenían 27 años de edad) a 30 años de cárcel, más 10 años de medi­das de seguridad, totalizando así 40 años de pena privativa de libertad.

Según los elementos debati­dos durante el desarrollo del juicio oral y público, Torres (de nacionalidad argentina) y Otto, desde 2013, ofrecían favores sexuales a través de un perfil falso en redes socia­les para elegir a su poten­cial víctima, y fue así como la mujer sedujo al radialista, entre 37 “candidatos”; mien­tras que, a través de los men­sajes de texto enviados entre ambos, se pudo conocer cómo planearon el crimen y que el móvil fue simple­mente asesinar por placer. El Ministerio Público recu­peró unos 4.000 mensajes como prueba contundente del crimen planificado y eje­cutado con saña y alevosía.

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El macabro plan fue ideado por Isaías Raúl Torres y Gissella Milea Otto.FOTO: ARCHIVO

EL CRIMEN

En la madrugada del 8 de febrero de 2014, Agustín Bogado jamás se hubiera ima­ginado que iba a convertirse en la víctima del perverso plan, cuando los condenados llegaron a su casa ubicada en el barrio San Cristóbal de Asun­ción. Tras ingresar Gissella Otto al domicilio y distraer al radialista, Isaías Torres per­manecía oculto, este también entró a la vivienda y golpeó a la víctima en la cabeza con una manopla de hierro, con la ayuda de Milea Otto.

Bogado agonizó en el piso, mientras se desangraba, sin posibilidad de recibir ayuda de nadie, y falleció a con­secuencia de un politrau­matismo craneoencefálico. Luego de concretar el cri­men, los asesinos fueron a un motel para “festejar” lo que habían hecho y, días después, siguieron compartiendo sobre el “placer” que les producía el horrendo acto, según los men­sajes de texto que se probaron en el juicio.

A partir del rastreo de mensa­jes y llamadas de la línea tele­fónica de la víctima, el formo­seño Torres fue detenido el 2 de abril de 2014 en su casa en Limpio, donde la Fiscalía encontró el teléfono de la víc­tima y la manopla de hierro con la cual se cometió el cri­men. Pasarían cuatro meses para la captura de Gissella, el 14 de agosto del mismo año, en su casa en la ciudad de Atyrá (Cordillera), donde vivía con sus padres. Las crónicas judi­ciales mencionan que la madre de Agustín tuvo la valentía de encarar al asesino para que le revelara quién fue su cóm­plice y en ese encuentro le dio el nombre de su pareja.

MENSAJES DE TEXTO

Tanto Torres como Otto intercambiaron mensajes de texto donde afirmaban que “disfrutaron al matarlo” y cómo Agustín suplicó por su vida, por lo que ya planeaban volver a matar. También acor­daron elegir mejor a la víc­tima, que tuviera un mayor caudal económico. Igual­mente Torres escribió que “lo mataría de nuevo porque me encanta matar”, y decía de su pareja “quiero a mi asesina favorita”.

“Sangre. Eso habrá a la próxima”, anunciaba Torres, a lo que Otto le contestó “eso me gustaría mucho. Si pudiera meter 10 personas en un camión y matarlas el mismo día sería lo máximo”.

“En las conversaciones que mantuvieron los condenados, vía WhatsApp, ambos refe­rían y hacían alusión directa al crimen cometido. En varias ocasiones dijeron que esa cir­cunstancia les produjo placer, gusto y felicidad”, expresó la fiscala Carla Rojas, que repre­sentó al Ministerio Público en el caso, tras lograr la senten­cia máxima para los asesinos.

Entre las pruebas también hubo testificales de la her­mana y de la vecina de la víc­tima, que demostraron que Agustín era una persona muy querida y que no tenía enemi­gos. Otro vecino declaró que en el momento en que ocurrió el hecho pudo escuchar ruidos como de un animal sufriendo. Bogado Quintana fue encon­trado sin vida esa misma mañana del 8 de febrero de 2014 por su hermana menor, con quien vivía y que volvía de un viaje de fin de semana.

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