En 2020, Paraguay vivió uno de los peo­res siniestros de los últimos tiempos. Aquellos lugares donde no son fre­cuentes los incendios foresta­les empezaron a arder. El sol se tiñó de naranja vibrante, el calor se volvió más intenso, superando los 40 °C. El humo se mezcló con la polvareda causada por un fuerte viento que empeoraba el panorama.

En pocos minutos, el cielo se cubrió de gris, oscureciendo repentinamente aquella tarde del 1 de octubre. En ese momento Paraguay empe­zaba a afrontar su segunda pandemia, la del covid-19, causado por el SARS coV 2 y la de los incendios forestales, causados por el hombre.

Aunque ese 1 de octubre no se nos olvida, ya veníamos sufriendo situaciones simila­res, pero en menor cantidad. Las cifras de incendios fue­ron aumentando y seguirán empeorando de seguir por la misma senda.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

¿ERA DEL PIROCENO?

Aunque el fuego esté consu­miendo miles de hectáreas de bosques, es un elemento fundamental en nuestra vida. Fueron los homínidos quie­nes lo domesticaron y lo hicie­ron parte esencial de su día a día; en contrapartida, es un elemento que está causando daños incalculables y lo que hace un millón de años fue domesticado, hoy está fuera de control, consumiendo todo lo que está a su paso, a esto se lo conoce como la era del piro­ceno o del fuego incontrolable y está netamente relacionada al cambio climático.

En Paraguay, desde el 2019 venimos experimentando incendios forestales incon­trolables o que crean sus propias condiciones en su entorno e impiden que las técnicas de combate directo los detengan.

Hemos observado por pri­mera vez las denomina­das “torres de calor”, donde la magnitud de los incen­dios fue tan elevada que la columna de humo y calor lle­gaba hasta las capas más altas de aire, creando situaciones de alto peligro y afectando a infraestructuras y ambien­tes naturales. Los incendios se volvieron transfronterizos, desplazándose entre las fron­teras de Brasil y Bolivia.

Esto hizo que los efectos dañi­nos se sintieran a miles de km de la zona de origen del fuego, afectando la calidad del aire de todo Paraguay, fenómeno que se incrementa año tras año. Es una realidad palpable y comprobable, explica Óscar Rodas, director de Cam­bio Climático y Políticas de WWF, a La Nación.

CRISIS CLIMÁTICA

Según la Convención Marco de Cambio Climático de 1992, se puede interpretar como cambio climático a la variación del clima causada directa o indirectamente por el hombre y que altera la com­posición de la atmósfera mun­dial, sumada a la variabilidad natural del clima observada durante periodos de tiempo comparables.

En nuestro país documentos oficiales resaltan una ele­vada vulnerabilidad al cam­bio climático que se fue agra­vando, atendiendo a que no se cuenta con litoral marítimo. El estudio científico “Estado del clima en Paraguay” sos­tiene que el 2019 fue el más caliente en la historia nacio­nal, con +1,5 y +1,7 °C con res­pecto a la temperatura media de 1961-1990 y de la era prein­dustrial.

La Agencia del Aire y del Espacio de los Estados Uni­dos (Nasa) confirmó que el 2023 fue el más caliente regis­trado desde que se cuentan con mediciones sistemáticas globales desde hace 200 años, menciona Rodas.

La preocupación aumenta porque las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera aumentaron debido a las actividades del ser humano, por lo que tam­bién aumenta el efecto inver­nadero natural ocasionando un calentamiento adicional de la superficie y la atmósfera de la tierra, que puede afectar adversamente a los ecosiste­mas naturales y al hombre.

¿Por qué los incendios fores­tales tienen incidencia en el cambio climático? Al produ­cirse la quema de bosques y otros ambientes naturales se emiten grandes cantida­des de gases de efecto inver­nadero, esto contribuye con el cambio climático. Desde el 2019, en Paraguay ocurren incendios forestales de gran­des proporciones que duran incluso meses.

Tanto el cambio climático como los incendios forestales se refuerzan entre sí, lo que se conoce como ciclo de realimen­tación; y según un estudio de la organización Global Forest Watch, esto se da en cuatro pasos: el aumento de la tem­peratura global, que crea con­diciones más secas en los bos­ques; la ocurrencia de grandes áreas quemadas, que aumenta la vegetación seca y muerta; el tercer paso es que las emisiones de incendios forestales aumen­tan a medida que afectan áreas de mayor superficie y el último es que el aumento de las emi­siones acelera el calentamiento que conlleva al aumento de las temperaturas globales, relata Rolón.

Tras los grandes incendios forestales, muchos animales silvestres murieron.

CAUSAS

La Ing. Ftal. Cristina Gora­lewski, titular del Instituto Forestal Nacional (Infona), explica que, en Paraguay, la mayoría de los incendios son provocados por actividades humanas de forma involun­taria o intencional y se debe a malas prácticas en el manejo del fuego y la falta de concien­ciación.

Entre las malas prácticas se incluye la quema no contro­lada de residuos agrícolas y forestales, quema de basura, negligencia en la gestión de fuegos, fogatas y colillas de cigarrillo. Estas, combina­das con factores climáticos como altas temperaturas y baja humedad, aumenta la vulnerabilidad de los bosques y pastizales a la ignición y crea condiciones propicias para la propagación del fuego.

Según las estadísticas, durante el 2023 hubo más de 11.000 fuegos activos y agosto se convirtió en un mes récord de detección de fuegos sobre tierras forestales.

En el 2019 se registraron 7.950 fuegos activos, siendo agosto el mes con mayor cuan­tificación, con 1.421 registros. En 2020 se registraron 10.620 fuegos activos, fue setiembre el de mayor cuantificación con 1.421 registros. En 2021, 7.427 fuegos activos; siendo agosto el de mayor cuantifi­cación con 1.082 registros y en 2022 se registraron 6.390 fuegos activos, fue enero el de mayor cuantificación, con 931 registros.

IMPORTANCIA DE LA PREVENCIÓN

Los árboles son fundamenta­les para la vida, la sanidad del aire que respiramos y la cir­culación del agua, ya que esa circulación la hace a través de los árboles y se mantiene en un bosque frondoso, cerca de la superficie de la tierra, explicó Juan Báez, Ing. agro­ecólogo, coordinador de la Pastoral Indígena de la Dióce­sis de Cnel. Oviedo. Destacó así la importancia de preve­nir los incendios forestales.

Los árboles actúan como una bomba de agua que aspira el agua de las napas freáticas del suelo a través de la raíz y hace circular dentro del tejido de las plantas hasta lle­gar a las hojas, donde se pro­duce la evapotranspiración. Los árboles fijan el dióxido de carbono y exhalan oxí­geno puro, es decir, cuando el ambiente está contami­nado de dióxido de carbono es tóxico. “Cuando se deforesta no ocurre la fotosíntesis, la fijación de dióxido de carbono ni la producción de oxígeno puro. Necesitamos al menos un árbol por cada tres habi­tantes porque ese árbol pro­duce oxígeno puro. Cuanto más desaparecen los árboles, el aire que respiramos es más contaminado y aumentan las enfermedades”, expresó.

Déjanos tus comentarios en Voiz