El primer Parque Temático de la Lectura en Paraguay fue inaugurado ayer miércoles mediante un acto en el Centro de Convenciones Mariscal (J. Eulogio Estigarribia esquina Charles De Gaulle), en coincidencia con la primera conmemoración del Día Nacional de la Lectura y la instalación del Consejo Nacional de la Lectura, al cumplirse un año de la promulgación de la Ley 7140 De fomento de la lectura y del libro. En la ocasión, el escritor Alcibiades González Delvalle fue homenajeado por ser el principal impulsor para esta fecha.
“Del libro no necesariamente comienza la lectura”, puntualizó González Delvalle al explicar que no existe una redundancia porque haya un Día del Libro y otro Día de la Lectura. “El libro es el continente, la lectura es el contenido”, sintetizó. Además, recordó que en la primaria había quedado maravillado por la lectura de “La odisea”, de Homero, aunque su tía docente le hubiera dado otro libro “acorde a su edad para que entendiera”. Sin embargo, el escritor manifestó que es partidario de “dar a los niños la libertad de elegir los libros que despierten su interés, su imaginación y sensibilidad”.
Para concluir, González Delvalle expresó que ahora el siguiente paso será que la Unesco reconozca el 28 de agosto como Día Internacional de la Lectura. En la ceremonia, la ministra de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC), Adriana Ortiz, entregó un diploma al escritor por impulsar esta fecha. También se rindió homenaje a Renée Ferrer, que estuvo ausente, por haber sido galardonada en julio pasado con el Premio Cervantes Chico.
Habló también la poeta Susy Delgado, galardonada con el Premio Nacional de Literatura, que recordó los casi 30 años de trabajo que llevó a la comunidad literaria para lograr la Ley del Libro, proceso en que hubo intensos debates por la cantidad de ideas que surgieron, pero que finalmente fue promulgada.
PRESENTARÁN “LA SABIDURÍA DEL DOLOR”
En el marco de la Fiesta Nacional de la Lectura, que se lleva a cabo en el Centro de Convenciones del Mariscal, Jorge Mendelzon, escritor del libro “La sabiduría del dolor”, brindará una conferencia el viernes 30 a las 19:00. La entrada al evento es libre y gratuita.
En conversación con La Nación /Nación Media, Mendelzon destacó que en este encuentro espera poder compartir con los asistentes el concepto de su libro y brindarles un mensaje de esperanza y acompañamiento desde el conocimiento en primera persona del dolor y de lo que significa atravesar por una crisis que afecta diferentes niveles de la vida.
“Mientras exista un niño, existirá la magia y el circo no morirá”
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Alberto Bertolini proviene de una familia con honda tradición circense. De padres artistas, aprendió el arte de entretener al público a la par que daba sus primeros pasos. Al manejo del equilibrio en pie le siguieron los malabares y otras destrezas para lograr el asombro de los espectadores. Así descubrió la vocación de hacer reír, lo que con cierta paradoja supone bastante seriedad.
En este diálogo con La Nación/Nación Media, Bertolini nos cuenta sobre sus orígenes en este oficio y las proyecciones en un rubro que sufrió muchas transformaciones por la irrupción de la tecnología. “Me gusta ver sonreír a los niños”, nos cuenta el Payaso Naricita, quien asegura que se puede vivir del arte, lo cual requiere de la innovación constante para adaptarse a los nuevos tiempos.
Bertolini nació en Concepción, pero actualmente vive en J. Augusto Saldívar. Además del trabajo de payaso, se dedica a la venta de comidas rápidas en una casa rodante que en su época de artista de circo hacía las veces de vivienda.
–¿Cuáles son los requisitos que debe reunir un payaso?
–El trabajo requiere de mucha psicología. En el público uno se encuentra con niños de todas las edades. Ellos siempre dicen la verdad, si les gustó o no la rutina. Se precisa de concentración, de mucha verba, de explicación. Al llegar al evento, estudio a los presentes para incluir en mi presentación lo que resulte del agrado de todos.
–Por lo general se asocia la figura de un payaso con alegría, con color, con fiesta y diversión. ¿Cómo maneja un payaso los sentimientos contrarios?
–Muchas veces escondemos nuestras tristezas para poder alegrar a los demás. Nuestro trabajo requiere tiempo lejos de nuestras familias.
DESAFÍO
–¿Cómo se esconden los sentimientos de pesar en este oficio?
–La tristeza es más fuerte que la alegría si pensamos más en eso que en lo otro. El desafío es que la alegría supere a la tristeza. Uno debe intentar alejar de su mente eso que le acerca a esa emoción negativa. Intentar anularlo para poder disimularlo. Por eso digo siempre que no todos pueden ser payasos, somos los encargados de irradiar la alegría.
–En este largo recorrido de varias generaciones trabajando con la risa y la alegría, ¿qué tanto cambió el público infantil?
–En ese sentido hay que decir que se está perdiendo un poco la figura del payaso o la costumbre de ir al circo en las vacaciones y encontrarse con un personaje que no es del momento. Las generaciones nuevas están a un click de acá a otro mundo y todo en cuestión de segundos. Hay nuevas tendencias de diversión como el animé, los influencers, las canciones y hay un lenguaje muy distinto a los tiempos de antes. Las nuevas generaciones se están olvidando de a poco del payaso.
–¿Sentís preocupación sobre el futuro de los payasos?
–Recuerdo una vez en un evento un niño me recibió como a su mayor ídolo en el día de su cumpleaños. Desde que llegué no me soltaba. Incluso ya después del show él no se apartaba de mí, no quería que abandone la casa, él estaba feliz, me abrazaba y recordar eso me emociona mucho. Los niños son muy felices con pequeñas cositas. Es muy simple alegrar el corazón de un niño y yo veo que hoy hay mucha gente a la que eso no le preocupa, no se esmera por crear espacios de diversión para ellos. Para los adultos hay muchos espectáculos todo el tiempo, todas las semanas. La tendencia es que el payaso va quedando en los recuerdos.
–¿Qué hace un payaso con un niño al que le dio por llorar y no por reír?
–Muchas veces pasa eso también. Sucede que hay niños que le tienen miedo al payaso. Uno tiene que intentar ganarse la confianza del niño, hay que prepararle al público. A veces se trata de ganar una batalla, intento llegar temprano y mostrarles a ellos cuando me preparo para el show para que lo vean como algo más natural. Mi recomendación es, tanto para los profesionales como a los padres, que no intenten forzar a los niños, que no entren a la pista si no quieren. Muchas veces se comete el error de imponerles o de ordenarles que se acerquen a jugar. Uno debe ganarse la tranquilidad del niño, ya que no todos se adaptan de primera al payaso.
ALTERNATIVAS
–Muchos de tus compañeros seguramente se dedican también a otras cosas a la par de hacer animaciones infantiles.
–Sí. Algunos son vendedores, ofrecen desde chipas hasta medias. Algunos se suben al colectivo a cantar o a hacer lo que saben hacer, a buscar la forma de llevar el pan a sus casas. No todas las veces hay trabajo y por eso justamente buscan alternativas. Esa es la razón por la que muchos aman lo que hacen y tratan de cumplir siempre presentándose a hora a sus eventos, luciendo sus trajes limpios para hacer lo que les gusta y adoptaron como un estilo de vida, hacer reír a los niños.
–En el contexto de la pandemia la situación habrá sido más complicada.
–Fue muy difícil. Allí nos dimos cuenta de la necesidad de tener una institución donde podamos saber cuántos somos, cuántos estaban necesitando ayuda, para conseguir un poco de dinero. Muchos vendieron todos sus equipos de trabajo.
–¿Cuándo uno toma la decisión de dejar de ser un payaso?
–Cuando se cansa supongo, como los jugadores de fútbol, cuando ya no tienen fuerzas para seguir entrenando. El payaso de corazón difícilmente lo deje. No pasa por la remuneración económica. La actividad te lleva fácilmente tres o cuatro horas, desde ponerse el traje, ir al evento, escuchar el bullicio de los niños, dejarlos que merienden antes de dar el show, quitarse todo el maquillaje. Es muy relativo el retirarse. Quizás el día que ya no me queden fuerzas piense en eso, pero lo veo muy lejano. Yo amo mi trabajo y siempre estoy intentando de innovar y de renovarme completamente en todo.
–Vos heredaste el arte de tus padres. ¿En tu familia continúa esta tradición?
–Por suerte continúa. Tengo un hijo de 24 años que también está en el rubro. Él hace espectáculos sobre zancos y números de equilibrio, hace de payasito. Creo que con él continuará la tradición por un buen tiempo. Siempre digo que mientras exista un niño, existirá la magia y el circo no morirá.
UNA GRAN FAMILIA
Los “narices rojas” conforman una gran familia, ya que son concientes de que para resistir y subsistir deben permanecer unidos. Por ello, en setiembre de 2019 conformaron la Asociación de Payasos y Afines Sonriendo en Paraguay (APASEP), mediante la cual realizan capacitaciones, reconocimientos, ayudan a los agremiados que estén pasando por momentos difíciles. El sueño de la organización es crear una escuela de formación en el país en las disciplinas de circo, danza y teatro para poder enseñar el oficio a las nuevas generaciones.
Alberto Bertolini es uno de los socios fundadores de este gremio. Él nos cuenta que desde APASEP les gustaría formar un plantel permanente y recorrer instituciones educativas durante todo el año a nivel país, ya que consideran que esto podría ser un medio de subsistencia para los miembros de la asociación. “Con esto aseguraríamos trabajo para todo el año, con una gira haciendo lo que nos gusta”, señaló.
“En la comisión directiva somos cinco los principales, 10 colaboradores, presidente, secretario, vocales y tesoreros, que es lo que nos pide el estatuto. Hacemos actividades para recaudar fondos porque queremos ser muy grandes. Nunca antes existió una institución que nos represente”, relata Bertolini.
En los registros de APASEP figuran 50 miembros activos, pero están seguros de que a nivel país son muchísimos más. Por ello, estar representados en un gremio es una garantía para salvaguardar sus derechos laborales. También cuentan en sus filas con profesionales que realizan las capacitaciones, talleres y actividades afines.
La gran casa de los artistas invita a los trabajadores de esta rama del entretenimiento a unirse como socios. Para ello pueden contactarse al (0991) 711-606 o al correo asociaciondepayasospy@gmail.com.
La ciudadana Verónica Sotomayor calificó de satisfactoria la aplicación del programa Hambre Cero en una institución educativa del distrito San Juan Bautista, en el departamento de Ñeembucú. Resaltó el impacto del proyecto emblemático del Gobierno para lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición de los niños, niñas y adolescentes en la zona.
En comunicación con el diario La Nación/Nación Media, resaltó la calidad de los productos, la preparación y cocción de las comidas, así como la higiene que mantienen las cocineras encargadas de proveer de manera diaria los alimentos a los estudiantes.
Indicó que visitó la Escuela Básica n.° 428 General Bernardino Caballero fue de manera imprevista, donde llegó con juguetes para los alumnos, en el marco de la conmemoración del Día del Niño. “Soy de Asunción, quisimos pasar un rato con los niños de San Juan, al llegar vimos a mujeres vestidas con delantales y gorros de chefs, pregunté a las docentes si podría visitar los espacios y realmente fue impecable, me quedé muy sorprendida”, indicó.
Resaltó que incluso hablando con una de las trabajadoras que acompaña a su hijo en esa escuela le comentó que los niños comen con mucha satisfacción porque les gusta la comida.
Las calles revelan una realidad que se repite en el tiempo. No es nueva, parece ser una postal atrapada en el infinito, pero siempre actual. Basta mirar con otros ojos, en cada esquina, en cada semáforo, en cada trayecto.
Un ejército silencioso de niños invisibles crece sin esperanza. Es un problema con raíces profundas y mucha indiferencia. Lo sé. Muchos dirán que es culpa de los padres y los padres culparán a la pobreza. Los ricos culparán a la cultura de los pobres y los maestros a la diferencia de oportunidades. El Estado los culpará a todos y todos cerraremos los ojos. Pero quizás todos tengan un poco de razón.
Sobrevivió a la dictadura y la democracia. A todos los gobiernos y todas las organizaciones: nacionales (incapaces de hallar respuestas), sin fines de lucro (que lucran con ellos) e internacionales (que cada tanto se reúnen en un país rico, con lindas playas para tratar el tema).
Pero ellos siguen allí. Son miles de rostros anónimos y desencajados. Es la realidad cotidiana.
En nuestro, país 850.597 niños viven en la pobreza total y 209.688 en la pobreza extrema.
Matías es uno de ellos. Hace malabarismos con una bicicleta sobre General Santos y Félix Bogado. Hace cosas increíbles y a la vez peligrosas que solo le permitirán llevarse unas monedas al terminar el día.
Y, sin embargo, me llama la atención su sonrisa. Siempre la tiene. Pese a que el sudor daña sus ojitos y que algún que otro conductor le tira unas palabras que hieren.
No lo ve así, pero juega con su vida. Lo ve desde su perspectiva de niño. Anda entre vehículos y gente malhumorada. Soporta bromas, humillaciones e insultos, y sigue allí. Lo asume como parte de la vida.
No tiene posibilidades de estudiar. La prioridad es comer cada día. Ganar unas monedas que le permitan seguir teniendo esperanzas. Sin embargo, su futuro no será diferente al de los demás niños en las calles. Nos duele, pero es así.
Lo veremos crecer, como lo veo yo cada día, y como él, serán muchos creciendo indiferentes a la vida, al riesgo, a la dignidad, con esos códigos que solo se entienden en las calles.
Muchos no tuvieron elección: fueron abandonados, son huérfanos o fueron expulsados de sus hogares. No cuentan con recursos económicos, de salud o apoyo familiar.
Me pregunto una y mil veces cómo cambiar, cómo torcer la fuerza de lo inevitable, y muchas veces me gana la impotencia. Al final, creo que todos deberíamos poner un poco.
Un poco. Un poco de voluntad, un poco de atención, un poco de decisión. Creo que todos deberíamos iniciar el cambio. Primero en nosotros mismos. Luego exigir que las organizaciones y las instituciones hagan su trabajo.
Deberíamos ver en todos los semáforos el rostro de Matías. Démosle una razón para confiar. Una palabra de aliento, una sonrisa, una oportunidad que le permita tener esperanzas. Si lo hacemos con uno, se multiplicará, crecerá.
Si al llegar la noche hubiésemos podido cambiar un poco de indiferencia por esperanza, entonces no será un día perdido. Pero esa… esa es otra historia.