- Por Karina Ríos
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Desde niña Analía Benítez (36 años), propietaria de Dulce Astrid, soñaba con ser una gran pastelera, pero con el paso de los años sus sueños se fueron apagando. Terminó la secundaria y formó una linda familia; sin embargo, sentía la necesidad de ayudar económicamente en su hogar y comenzó a estudiar. Hace tres años nació la marca Dulce Astrid.
Analía nos cuenta que reside en Asunción, durante la pandemia vio que el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) ofrecía clases virtuales de pastelería y allí vio la posibilidad de cumplir su sueño, que se hizo realidad con mucho sacrificio.
“Decidí inscribirme en el curso porque siempre me gustó la repostería, pero como los cupos se llenaban muy rápido para el curso de repostería, me anoté en otros cursos. Empecé con panadería, bocaditos dulces y salados”, explicó la emprendedora en entrevista con La Nación/Nación Media.
VENDÍA SUS PRODUCTOS
Analía indicó que pese a que las clases eran gratuitas, cada curso tenía sus gastos, las instructoras le pedían comprar los ingredientes para preparar las rectas. Siempre contó con la ayuda de su marido, pero ella quería hacer más, entonces, empezó a vender lo que preparaba.
“Desde esa fecha empecé a vender mis productos, todo lo que hacía en los cursos y en las prácticas, para así poder solventar los insumos de las próximas recetas que nos daban los profesores”, explicó. Así pudo llegar a inscribirse al curso de repostería, tortas decoradas y arte en azúcar.
EMPEZÓ A AYUDAR
Al finalizar las clases, Analía contaba con cuatro certificados y fue cuando decidió darle nombre a su sueño: Dulce Astrid. “Puse así en honor a mi hija menor, cuando comencé el negocio ya contaba con clientes, quienes me vieron formarme y conocían la calidad de mis productos, ellos me hacían la promoción de boca en boca”, recuerda.
“Como soy mamá de tres niños y ama de casa, necesitaba generar ingresos y ayudar a mi marido con los gastos. Allí nació la idea de vender pasteles artesanales, personalizados y bocaditos dulces para eventos, todo por kilo”, aclaró.
La madre emprendedora no se imaginaba dejar solo a sus pequeños, pero tenía ese sueño de que podría salir adelante. Además, contaba con el apoyo de su marido, familiares y amigos que no dudaron en ayudar a ofrecer sus productos.
“Trabajo sola desde mi cocina, tengo todas mis herramientas que fui adquiriendo poco a poco, también con mucho esfuerzo. Ahora mi sueño es tener mi local donde poder recibir a mis clientes y poder vender mis productos a los que vayan llegando”, relató.
PRODUCTOS ARTESANALES
Dulce Astrid es un emprendimiento donde ofrecen productos artesanales, especialmente pasteles de distintos sabores y bocaditos dulces, específicamente medialunas, pastafrolas, bizcochos, cupcakes, alfajores. “La especialidad de la casa son las tortas personalizadas y las medialunas que tienen bastante aceptación”.
“Hasta ahora me llegan clientes nuevos, me dicen que asistieron a algún cumpleaños, que probaron mis productos y que les gustó, o que les recomendaron. Así fui creciendo de a poco, ahora tengo muchísimos clientes, gracias a Dios”, señaló.
“QUIEN QUIERE, PUEDE”
Analía señala que gracias a su emprendimiento pudo generar dinero para ayudar a su familia y lo más importante sin dejar a sus hijos. Además, pudo cumplir con sus sueños de poder hacer pasteles, equipó la cocina de su casa para poder avanzar en el mundo de la pastelería.
“A los emprendedores les digo que nunca se rindan en lo que desean, es difícil y a veces creemos que incluso puede ser imposible, pero mi lema siempre fue el que quiere puede, sin excusas.
Les animo a todas aquellas mamis, en especial amas de casas, a que no desistan de sus sueños, a que se animen a emprender porque todo sacrificio tiene su recompensa”, puntualizó.