POR RICARDO DE LA VEGA, poeta y ajedrecista
La Escalinata, amparo de estudiantes raboneros, amores clandestinos, vendedores ambulantes, travestis, poetas desempleados, es desde hace unos meses, un nuevo ámbito del ajedrez. Kaissa está a sus anchas por esas blancas paredes, bajo los árboles y en medio del silencio que impone la reflexión ajedrecística.
Los vecinos, con Luis Agüero Wagner a la cabeza, impulsan un proyecto barrial de amplias miras: que la gente razone. Y, como dijo, Emmanuel Lasker, aquel legendario campeón mundial: “que mientras juegue, no tenga malos pensamientos”. Y es que el juego permite la cordial convivencia entre jóvenes y viejos, ricos y pobres, sin hacer diferencias políticas, religiosas y mucho menos literarias: el ajedrez solo busca la belleza, y, al igual que la música, produce un placer inefable.
La vez pasada hubo una Feria de Libros y Comidas, así con mayúsculas, porque las empanadas eran deliciosas y los libros, baratos e interesantes. Y vinieron a jugar los potentes hermanitos Cáceres, las temibles chicas de la Academia Élite, el Maestro Butti, y también se dejaron caer los “niños terribles” de la academia Bobby Fischer; nosotros los “buches” también participamos. Fue una jornada muy agradable.
Al atardecer los chicos y sus padres se fueron retirando. Y quedamos algunos fanáticos jugando hasta que se hizo la noche, pero era temprano aun cuando llegaron los músicos. Giovanni Laterra empezó a cantar sus propias y bellas canciones. Y así la Escalinata se vistió con otras ropas.
Yo habré tenido una cara de viejo bobo, porque de la nada surgió un tipo que me desafió a 10.000 guaraníes la partida perdida. Como lo dijo medio a los gritos, tuve que aceptar el desafío.
El sorteo me hizo jugar la primera partida con blancas y moví: 1- e4 a lo que mi rival respondió: …b6. Yo, cauteloso jugué: 2-Cf3 y el retador continuó con…Ab7. Protegí el peón con 3-d3 y me respondió Cf6. Quise mover el avispero y jugué: 4- e5, esperando el cambio del poderoso Alfil de b7, pero, inexplicablemente mi rival, jugó…e6, descuidando el Caballo de f6. Y me lo comí.
Y así fue hasta el final del match: el brabucón no era tan fuerte como parecía y el abuelo, no era tan débil. Todo lo que gané lo gasté, como era debido, en cerveza, que por allí es todavía barata y de buena calidad y la obsequié a la fiesta que ahora se había mudado a la casa de unos vecinos. Qué barrio formidable, me dije.