Lía Cristaldo dice que creció bajo las faldas de la Virgen María. Su casa estaba ubicada en la esquina de la parroquia Natividad de Santa María. Desde pequeña acudió al templo para rezar.
Al cumplir los 27 años conoció al que ella consideró el amor de su vida. Pronto hicieron planes para una vida conjunta y, en julio del 2001, la pareja conformada por Carlos Díaz (37) y Lía (29) estaban emocionados por la llegada de su primer hijo.
Tras recorrer diversos hospitales llegó al San Pablo, donde ya le habían atendido y le dijeron que vaya a reposar en casa y tome sus medicinas.
Tras percatarse que comenzó a perder sangre la dejaron internada. Todo ese tiempo le pidió a la Virgen que vele por la integridad de su retoño y se ofrecía ella a cambio, si alguna vida tenía que tomarse. Cuando estaba a punto de cumplir 30 semanas, sucedió lo peor: tras una discusión con su pareja rompió bolsa. El parto era inminente. Ella solo se entregó a la Virgen y le dijo que interceda por la vida de su hijo. Para ella solo importaba él.
Un miércoles 25 de julio nació su hijo, un pequeño que tenía poco más de 1 kilo. Los médicos se sorprendieron por su peso, pues era mucho mayor del que esperaban. Tras varias horas de luchar por su vida y nacer en un parto normal, su hijo dio un grito cuando vio la luz del mundo y su llanto retumbó hasta la sala de espera donde estaba su padre, también orando. Ese grito fue la certeza que tuvo Lía de que su oración, su súplica había sido escuchada por la Virgen, su madre celestial.
El pequeño prematuro no dejó de sorprender a los médicos y pese a ser pequeñito podía respirar solo, no necesitó respirador mecánico, igual urgía conseguir una cama de terapia intensiva neonatal por su bajo peso. Luego de conseguir una cama, su hijo quedó internado en el mismo hospital donde nació. Sin dudas la intervención de la Virgen hizo posible este milagro.
La evolución de Jesús María fue sorprendente. Hoy, tiene 20 años y Lía no duda de que la Virgen fue la que realmente movió los hilos para que todo suceda de manera milagrosa. “Le dije: Virgencita, mi hijo se llama Jesús María en agradecimiento a tu hijo Jesús y a vos, Madrecita. Eso es por salvarle la vida. Desde antes de nacer te encomendé y ahora con más razón. Queda en tus manos, porque yo solo puedo rogarte”.