DESDE LA FE
- POR ESTEBAN KRISKOVICH
El histórico documento de la Conferencia Episcopal Paraguaya publicado en 1976, hace 45 años, titulado “Entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”, en su punto D, numeral 11, nos expresa una reflexión que es muy actual, pese al tiempo que ha pasado. Transcribo el texto íntegro a continuación:
“D) Sobre la Justicia: Dramática urgencia de sanear la ‘Justicia’.
11. En estos momentos aparece en toda su dramática urgencia la necesidad de la plena vigencia de un Poder Judicial respetable y eficiente. Si no es así, ¿a dónde recurrir para probar nuestra culpabilidad o inocencia? Los tribunales de justicia nacieron en la sociedad de los hombres para superar la ley de la selva, para hacer innecesaria la violencia, para asegurar el derecho y la convivencia. Toda ola de violencia debe llevarnos a pensar en la administración de la justicia. Hace años venimos reclamando un saneamiento de nuestros tribunales; es necesario que, en nuestro país, los jueces recuperen credibilidad.
Ninguna paz es estable mientras no se asegure una justicia incorruptible, competente, eficaz. Si no, ¿dónde acudiremos? ¿Volveremos a hacernos ‘justicia’ por nuestras manos? La recta administración de la justicia es la máxima aspiración del hombre. Ya lo decían los paganos: ‘Zeus ha enviado a los hombres el derecho que les dignifica para que no vivan y se devoren unos a otros como animales salvajes, entre los que impera sólo el ‘derecho’ del más ‘fuerte’ (Hesiodo).
Y lo anunciaba el Profeta Isaías (32, 1-5) como una bendición para el pueblo: ‘Mirad: un rey reinará con justicia y sus jefes gobernarán según el derecho. Ya no llamarán noble al necio, ni tratarán de excelencia al pícaro. El pícaro usa malas artes y maquina sus intrigas: perjudica a los pobres con mentiras y al desvalido que defiende su derecho’.
Somos testigos de la angustia de nuestros fieles que se sienten huérfanos ante una justicia que no encuentran. Necesitamos el imperio de la justicia insobornable, de la igualdad ante la ley justa. Es urgente el respeto a la verdad y a la persona humana. El Señor juzgará a los pueblos por su verdad y por su justicia”.
Resulta llamativo que pese a las reformas constitucionales y legales sobre el Poder Judicial, avances en estructura e infraestructura, han pasado 45 años, pero mucho de esto aún se encuentra vigente.
Se necesita la apuesta por el cambio moral, por el saneamiento ético del Poder Judicial, que dé fortalecimiento institucional a nuestra justicia y permita credibilidad en nuestro Estado de Derecho, para que sea verdaderamente un Estado de Justicia.
El Reporte de Competitividad Mundial (que mide la prosperidad de las naciones) situó al Paraguay entre los 5 sistemas menos confiables de justicia. La fundación Getulio Vargas nos ha alertado sobre el riesgo de que el clima de negocios pueda ser afectado por falta de credibilidad en la justicia. En los estudios mencionados se sitúa al Poder Judicial del Paraguay con imagen negativa de falta de credibilidad y confianza, del 70 a 78% de encuestados en todo el país, señalando que los principales problemas son la falta de realización concreta de la justicia en decisiones judiciales, falta de independencia, justicia lenta y cara, y corrupción económica (sobornos, cohecho). Entre los aspectos urgentes a corregir o mejorar se indicó la honestidad de los miembros del Poder Judicial y su idoneidad para interpretar y aplicar el derecho y realizar auténtica justicia en tiempo razonable. Esto no es sólo un problema de percepción sino verdadero. La gente lo sufre, incluso muere esperando justicia.
El Paraguay debe ser un país en donde se diga “Aún hay jueces en el Paraguay”, así como se dijo “Aún hay jueces en Berlín”, cuando un juez impidió al rey Federico Segundo de Prusia la apropiación injusta y arbitraria de un molino perteneciente a un pobre molinero. Buenos jueces en Paraguay deben ser mayoría.
La palabra justicia aparece en la Biblia 406 veces. El salmo dice: “La justicia volverá a los tribunales, y todo hombre honrado la seguirá” (Salmo 94, 15). Esto lo anhela el pueblo, conforme con la voluntad de Dios: “El Señor se disgusta al ver que no hay justicia” (Isaías 59,15). “El torcer la justicia de un proceso es cosa que el Señor condena” (Lamentaciones 3,36). “Asegúrense de que en los tribunales se haga justicia; quizá entonces el Señor, el Dios todopoderoso, tendrá piedad de su pueblo” (Amós, 5,15).
La paz es fruto de la justicia. Es tiempo de cambio, es tiempo de una nueva justicia en el Paraguay, donde verdaderamente rija la voluntad perpetua y constante de dar a cada uno lo que le corresponde. Recordemos nuestro símbolo nacional, el escudo con el lema “Paz y Justicia”, con la figura de un león custodiando el gorro frigio, símbolo de la República. Esta imagen expresa lo que en esencia debe ser el mismo Poder Judicial custodiando al pueblo, en libertad e independencia, con fortaleza institucional, en la realización de la paz y justicia.