DESDE LA FE

  • Por Mariano Mercado

Las nuevas generaciones de jóvenes están condicionadas por la era digital. Se trata de una generación hiperconectada a través de la tecnología, pero a veces distanciada de la realidad, sobre todo a la hora de buscar soluciones a las distintas problemáticas. La dinámica social de la juventud tiene un modo diferente de relacionarse, comunicarse y entender la realidad. ¿Cuál es la relación de esta generación de jóvenes con la política nacional? ¿Se ven representados en ella? ¿Tienen una activa participación?

Es sabido que existe un divorcio entre la esfera política y la ciudadanía en general, y los jóvenes en particular. La actividad política tradicional, o mejor dicho, los políticos de la antigua tradición, no ha evolucionado positivamente, por el contrario, ha ido en declive, sobre todo por los casos de corrupción de las autoridades en distintos niveles y partidos políticos.

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Como consecuencia, resulta innegable la desafección y el desinterés juvenil. Existe una falta de predisposición y de compromiso de los jóvenes técnicamente preparados, en participar y contribuir con el sistema político, con honrosas excepciones. Esto se da por diversos factores: el desencanto y la imagen negativa que ofrecen los actores políticos, debido a que, en su mayoría, denotan escasa formación, muestran poco compromiso con el interés general, y carecen de un comportamiento basado en principios y valores éticos, por ende, con una limitada visión país.

En este escenario, los jóvenes que quieren integrarse o desean activar en política, se enfrentan, por un lado, a la falta de espacios de participación por un sector de la clase política, que sigue anclada en lo “arcaico”, y por el otro, se enfrenta a una sociedad “tradicional” que ve con escepticismo o subvalora, la falta de experiencia de los jóvenes para lidiar con un aparato político altamente prebendario y clientelista.

Por eso, es indiscutible la importancia que tiene la participación responsable de la juventud en la política y en la renovación generacional de los actores políticos, sin repetir viejas costumbres. Deben encarar la realidad con una mentalidad abierta, transformadora, dinámica e innovadora, que cimiente su actuación en valores y principios sólidos, que sean determinantes para lograr una cultura política renovada y moderna, donde se contemple la nueva coyuntura sociocultural y económica global, así como la pluralidad de significados en que los jóvenes definen hoy su juventud y construyen su futuro.

El desafío es, sin dudas, superar esa visión frívola y superficial que no dimensiona el potencial que tiene la participación de los jóvenes, en la transformación de la realidad del país. En efecto, existen ejemplos concretos, jóvenes que abren camino en un ambiente hostil, con resultados altamente positivos, y que son el ejemplo para seguir. El país cuenta con un potencial juvenil sobradamente preparado para asumir responsablemente el liderazgo y cumplir ambiciosas metas, que eleven la calidad de vida de la ciudadanía. Pero necesitan oportunidad.

La juventud involucrada en la política debe buscar sinceramente la verdad, promover y defender, con medios lícitos, las verdades morales sobre la vida social, la justicia, la libertad, el respeto a la vida y todos los demás derechos de la persona.

En ocasiones tocará remar contra corriente, no es nada fácil, pero es necesario. Requiere esfuerzo y dedicación plena. Termino con una cita de Pablo VI “La Iglesia alaba y estima, la labor de quienes, al servicio del hombre, se consagran al bien de la vida pública y aceptan las cargas de este oficio”.

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