DESDE LA FE

POR MARIANO MERCADO ROTELA

Con la tecnología y el acceso a toda clase de información conseguimos ilimitados conocimientos, pero contraria e irracionalmente, poco a poco, somos cada vez menos libres y sin darnos cuenta, nos convertimos en una suerte de esclavos, de autómatas. Lo peor es que ni nos preocupa y estamos dejando de vivir de una manera intencional la realidad. Jaikomínte.

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Todo parece indicar que hemos perdido el rumbo de la finalidad humana y estamos sumidos en una gran desorientación. Conflictos sociales por doquier, ambición, injusticia, corrupción, divisiones, enfrentamientos, violencia, y son más severos y visibles aún, desde que se inició la pandemia. Todo esto a consecuencia de la ausencia del sentido común y, sobre todo, de falta de una espiritualidad enraizada en Cristo, nos afecta de sobremanera, sintiéndonos, quizás, en muchas ocasiones, angustiados, haciéndonos creer que nuestro estado de ánimo está definido por lo que pasa a nuestro alrededor.

Hoy, Domingo de Ramos, comenzamos la Semana Santa, con la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén. La festividad más importante del cristianismo se vive durante esta semana. Desde la felicidad y la algarabía de esa entrada, y todos los hechos que se sucedieron hasta su crucifixión, muerte y resurrección son el centro de nuestra fe cristiana. El camino de la cruz que recorrió Jesús es finalmente un camino hacia la luz, es el camino que recorremos en la vida. Implica prepararse para sudar, afrontar contratiempos, rechazos, humillaciones y padecer. “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga”. Mateo 16,24.

Recorrer este camino implica también mayor fidelidad y entrega plena a Dios. Cabe preguntarse, ¿el camino que estoy transitando me lleva a ser mejor persona? O ¿qué busco realmente en mi vida? En lo cotidiano nos encontramos ante dos caminos: el bien o el mal, la vida o la muerte. Lo que somos es mucho más de lo que creemos, sobre todo, más profundo de lo que manifestamos. De una manera u otra, todos cargamos con una cruz durante el camino que recorremos, y pasamos por ese momento de prueba, de soledad y abatimiento.

Estos comportamientos, acciones y pensamientos que nos resultan ofensivos e inadmisibles, nos cuestan asimilar, casi siempre terminamos por criticar o culpar a los demás, porque somos incapaces de aceptarlos en nosotros mismos. La celebración de la Semana Santa se ha mixtificado, no se trata de varios días de asueto, de vacacionar, de comer y beber o una celebración sin sentido. La Semana Santa es un tiempo sagrado, es un ejercicio espiritual en el que recordamos la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Más aún en este tiempo pandémico debemos valorar nuestra vida y la de los demás. La vida presente y futura, la eterna.

Es el camino de la cruz, un tiempo para la meditación, para la reflexión profunda sobre quiénes somos en realidad, sobre el sacrificio que hizo Jesús como expresión del amor a Dios y a nosotros, cuando murió y descendió a los infiernos, para conocer en carne, el estado de muerte, de dolor; y ser la luz, la guía a los cielos. Si somos capaces de tomar conciencia de este proceso, de este acto, seremos capaces de ver que la fe es el camino, es la luz y la esperanza de renacer en Cristo, Jesús. A veces solo esperamos el Domingo de Pascuas, de resurrección, de celebración y no queremos pasar por el Viernes Santo, de dolor, de sufrimiento y de muerte. Si el grano de trigo no muere, no da frutos. Hay que morir para vivir.

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