Ciudad del Este. Agencia regional.

El entorno cubierto de verde y un jardín multicolor es la mejor imagen que se observa desde afuera, pero al ingresar, es imposible no ver las miradas distantes y melancólicas de algunos internos del Hogar de Ancianos San Agustín, del barrio 23 de Octubre de Ciudad del Este. La institución es dirigida por las Hermanas Benedictinas de la Divina Misericordia. La pandemia aisló aún más a sus habitantes, aunque nunca se prohibieron las visitas, solamente se disminuyó la frecuencia, se limitó el tiempo y se aplicó un estricto protocolo sanitario, explicó la hermana Carmelita Rodríguez Do Santos, responsable del hogar. Son 33 personas mayores que se encuentran en el lugar, una cantidad que disminuyó a raíz de la pandemia, aunque se encuentran en lista de espera unas 26 personas. La capacidad del hogar es de 40.

“Cuando pase la pandemia, rezamos mucho para que así sea, pedimos en oración que eso acabe, y allí veremos los casos más urgentes para recibir a más personas porque hay personas que necesitan, pero otros, no tanto”, explica la religiosa.

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Al llegar la Navidad la hermana Carmelita relató que continuarán con su agenda cotidiana de oficios religiosos y que, gracias a Dios, mediante la incesante solidaridad de la gente, pasarán con suficientes alimentos. Sin embargo, como mensaje navideño instó a las familias a tener en cuenta que el mejor lugar para los ancianos es el hogar. “Ese beso de los buenos días, o al volver del trabajo, unos minutos al día de conversación, es lo mejor para ellos. Nosotros les cuidamos muy bien, no estamos queriendo que no nos tengan confianza, acá los cuidamos muy bien, la casa es grande, es favorable, tenemos funcionarios de confianza, pero estar en la casa recibiendo el cariño de la familia es el mejor regalo que le podemos dar”, refiere la religiosa. El mensaje de la hermana Carmelita no es en vano. Consultada si hay personas que no reciben la visita de familiares, dijo que el 3% no recibe desde antes de la pandemia. “Los han traído y adiós. Estas personas sufren, si en esta pandemia nosotros también quedamos aislados sin poder visitar a nuestras familias, imagínense ellos sin tener ningún contacto con la familia por tanto tiempo”, dijo la religiosa benedictina.

22 AÑOS EN EL HOGAR

En el Hogar San Agustín, la persona de mayor edad tiene 96 años con varios de ellos ya en el lugar. Hay abuelos y abuelas que llevan mucho tiempo y ejemplo de ello es que uno de los integrantes de la familia ya está hace 22 años en el Hogar San Agustín. “Llegó en silla de ruedas y sigue en la silla, continúa andando de un lado a otro dentro de la casa”, relata Carmelita Do Santos.

NECESIDADES DEL HOGAR

El hogar funciona con la solidaridad de la gente, pero se necesitan fármacos. En tal sentido, la hermana carmelita dio a conocer una lista larga de medicamentos e insumos como tapabocas, que siempre están necesitando. Cuentan con un médico que pasa cada semana a evaluar a las personas de la tercera edad, para no acudir al hospital y evitar contagiarse del covid-19.

Hasta ahora ninguno de los habitantes del citado hogar se infectó del coronavirus, señaló.El hogar necesita más funcionarios y específicamente dos enfermeras nocturnas porque disponen de una sola y hay hermanas que no duermen para suplir esa falta. Ante esta situación confían que mediante la solidaridad se puede resolver esta necesidad.”Si contamos con ese apoyo, nosotras estaremos más sanas para trabajar durante el día, hay hermanas que no duermen a la noche”, dice la religiosa carmelita, quien contó a La Nación que el miércoles pasado estuvo de pie desde las 4:30 hasta la media tarde.

La hermana Carmelita Do Santos, responsable del Hogar San Agustín.

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