La invitación a mirar y comprender el cielo tiene un indiscutible actor en Paraguay: Blas Servín. Varias generaciones de compatriotas afrontaron el desafío de pensar el universo desde la ciencia, y los caminos para eso fueron las publicaciones, los planetarios o las observatorios públicos promovidos por el “Profesor”, siempre amable y bien recordado. El ilustre académico y docente dejó de existir en la madrugada de ayer tras una larga lucha contra el cáncer.

Esa mirada al cielo infinito, a la ciencia y la invitación a entenderse como “polvo de estrellas” representan sin duda algunas de sus pasiones, otra de ellas fue la divulgación de sus conocimientos, la labor docente y desinteresada que dejará huellas en el país. Aunque amigo de todos, las medidas de restricciones de aglomeración de personas por la epidemia de COVID-19 solo permitirá que se realice un velorio íntimo y familiar, respetando el protocolo sanitario.

Hijo de un ingeniero en comunicación de satélites, Blas Antonio Servín Bernal fundó en los ’90 una asociación para la divulgación de conocimientos en astronomía en Paraguay. Fue así que compartió y transfirió con miles de personas, en particular niños y jóvenes sus saberes sobre el universo. Fue miembro de la Sociedad Científica del Paraguay y recibió numerosos reconocimientos, tanto a nivel local como internacional, por su aporte a la astronomía, pese a no haber obtenido un título académico en esta área, por no existir una carrera de grado en el país.

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Servín dirigió el Centro Astronómico Bicentenario y entre sus aportes se pueden destacar el trabajo para el observatorio de San Cosme y Damián, ubicado en el sur del país. Este observatorio está junto a las ruinas de una de las reducciones, donde los jesuitas llegados en el siglo XVI reubicaron a los indígenas guaraníes y lleva el nombre de Buenaventura Suárez, el primer astrónomo paraguayo.

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