Datos de la dirección de Niñez y Adolescencia del Ministerio de Educación y Ciencias reportan 27 intentos de suicidio desde el 2013 por parte de niños de 10 años. Uno de los desencadenantes es el bullying o acoso escolar, que configura conductas dañinas y ofensivas que implican maltratos físicos, verbales, psicológicos y sociales hacia uno o más estudiantes por parte de sus pares. Se trata de un proceso de violencia que sufre el o los afectados. El acoso atraviesa por una serie de fases que tienen diversas secuencias y que generalmente comienza con lo que parece un juego, en el que el afectado es la víctima. Tras esto, el grupo suele darse cuenta y se pone en contra del afectado, haciendo que la víctima se sienta culpable.
Esto hace que el alumno perjudicado se sienta temeroso, que actúe hasta por la mirada del otro, volviéndose extrema la situación, ya que la víctima puede atentar contra sí misma o contra su agresor en el intento de frenar el hostigamiento.
Luis Guillén, psicoterapeuta en Atención a Personas con Ideas Suicidas, dijo que la víctima de bullying no debe ser cambiada de ambiente, o sea de escuela, sino que es el victimario quien debe ser trasladado y recibir, de igual forma que la víctima, un tratamiento de reinserción.
El acoso físico puede ser directo o indirecto, dependiendo de la acción y la fuerza corporal utilizada, así como el objeto que pueda provocar el daño, o inculpando de ciertas acciones al afectado (indirecto).
El acoso verbal es toda expresión verbal injuriosa, obscena, agraviante u ofensiva que haga alusión a la apariencia física, etc., con el fin de descalificar y lesionar la integridad moral o los derechos a la intimidad de la víctima. El bullying psicológico es toda acción tendiente a humillar o menoscabar al afectado; en tanto que el acoso social es tendiente a excluir o bloquear a la persona.
Los cambios de comportamientos que se dan en forma lenta se traducen en que el menor no quiera ir al colegio, que falte a clases, que deje de hablar con amigos o compañeros, así como que a menudo se le “pierden cosas”. Estos son algunos de los signos que los padres deben indagar para saber si no se trata de un acoso escolar. Sonia Escauriza, directora de la dependencia estatal, recomienda a los padres mantener una comunicación fluida con los docentes y recurrir frecuentemente a la institución para conocer los adelantos o dificultades de los hijos.