El obispo de la Diócesis de San Lorenzo, monseñor Joaquín Robledo, ofició ayer la misa en el séptimo día del novenario en honor de la Inmaculada Concepción, en Caacupé. La celebración de este año se enmarca en el tercer año del Trienio de la Juventud, cuyo lema es “Abrazarse a Cristo Jesús” y que tiene como sublema “Para dar mucho fruto”.
La misa de ayer giró en torno a “Los frutos del Espíritu Santo en la vida de los cristianos”, por lo que el obispo aprovechó para instar a los jóvenes a tener dominio de sí mismos y dejar el egoísmo y los frutos que produce la ambición.
“El poder, el placer, la plata, se resiste de mil formas a esas exigencias del amor, pone trabas, barreras. El hombre espiritual es el que se deja guiar por el espíritu que le capacita y le impulsa a utilizar la libertad por el amor. El hombre carnal se hace esclavo de sus propias pasiones y se encierra en un egoísmo estéril, no se abre al amor, a la acción del Espíritu Santo”, reflexionó.
En otro momento, se refirió a las situaciones de injusticia que se vive en la sociedad. Manifestó que Dios está a favor de los humildes y sencillos y está presente en el corazón de quienes aman y respetan a los demás, así como los que quieren la paz y la justicia.
“La situación de injusticia que se da en la sociedad es un contraste con el proyecto de Dios. La situación de injusticia que se da en la sociedad tiene su origen en el corazón humano, en el egoísmo y la ambición, en todo lo que genera la corrupción, las desigualdades sociales, los crímenes y los asesinatos”, expresó.
Se refirió a los frutos de la Iglesia y a las bienaventuranzas, y dijo que estas solo pueden venir del Espíritu Santo, que libera de la “debilidad del egoísmo, la comodidad y el orgullo”. “Estamos llamados a eso (dar frutos) y para ello hemos de estar a la escucha del Espíritu Santo para discernir la voluntad de Dios y como Iglesia estar atentos a las necesidades de nuestro hermanos para ser solidarios con ellos”, indicó.