Por Aldo Benítez / aldo.benitez@gruponacion.com.py

La abundante riqueza natural de Bahía Negra hace un contraste enorme con su pobreza estructural. La ciudad queda aislada con apenas una lluvia y ni siquiera tiene un odontólogo para sus cerca de 2.500 habitantes. En este pueblo, donde la calle se hace polvo y lodo de acuerdo al clima, los días son una mezcla de belleza, desamparo y olvido.

El sol se hace fuerte en este cielo despejado de nubes y que se muestra inmenso desde la ribera del río. La temperatura este martes, sin embargo, no supera los 32 grados al mediodía, y para los habitantes de Bahía Negra hasta parece un clima fresco. La gente aquí está acostumbrada a temperaturas más altas. La gente, al menos hoy, se olvidó del intenso calor.

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Bahía Negra empezó a funcionar como municipio desde el 2006, tiene cerca de 2.500 habitantes según el censo de 2017 y se ubica a 828 kilómetros de Asunción, en el departamento de Alto Paraguay. Está en la frontera entre Brasil y Bolivia, separada por el río Paraguay y Negro, respectivamente. Su ubicación es estratégica, ya que está en el corazón del Pantanal Paraguayo, dentro del gran Chaco americano, que además ocupa territorios de Brasil y Bolivia. En esta zona la riqueza natural es única, en flora y fauna.

-“La gente acá trabaja en lo que puede. La opción más rápida e importante es la pesca, acá la mayoría se dedica a eso” Dice Juan Marcelino Ortíz, bahianegrense “nacido y malcriado” – como él mismo define- en estas tierras.

Don Juan tiene puesto un kepis de cuero negro y su tereré, rebosante de hielo, se sirve desde una jarra de lata. Este hombre es dueño de tres lanchas, con las cuales ofrece el servicio de traslado de personas por el río. Una especie de “taxi acuático”, que es una de las pocas opciones que tiene la gente para movilizarse. Pero además de “lanchero”, don Juan se define como “canoero”, ya que las canoas que no tienen motor también sirven de transporte acuático, principalmente cuando las aguas están muy altas y las costas del río se llenan de camalotales.

Don Juan vivió toda su vida en este lugar. Su casa es de madera, pero está cambiando a una de material, gracias a mucho esfuerzo, según dice. Como un negocio extra, también se dedica a la venta de pescado. En esta época de aguas altas, lo que abunda es el pacú, que compra a G. 16.000 y revende a unos G. 20.000 el kilo. Don Juan no pesca, porque el trabajo que hace le consume tiempo, pero adquiere los pescados de indígenas, que también son los grandes pescadores de la zona.

Una mujer recorre la avenida principal de Bahía Negra

Aquí, el que no es pescador se dedica a trabajar en las estancias como peón. El que no trabaja en las estancias se abre paso en el comercio, con un negocio propio, si puede. Otra gente, como don Juan, trabaja como lanchero, ofreciendo el servicio de traslado a través del río Paraguay. Aquellos que no pueden tener su propio local comercial, ni son peones o no tiene lanchas, se hacen funcionarios públicos. Pero son pocos. En la Municipalidad son cerca de 15 trabajadores estatales, en total. Otros se hacen estibadores o ven algunas changas, principalmente en la construcción. Pero este último es un sector que no tiene mucho movimiento últimamente.

En junio del 2016 una esperanza albergó a los bahianegrenses; La empresa “Frigorífico Concepción” abrió un embarcadero en las afueras, entre la comunidad indígena de Puerto Diana y el casco urbano de Bahía Negra. El embarcadero transporta ganado a pie que el frigorífico compra de las estancias de la zona y también de pequeños productores. Pero la cantidad de contrataciones que hizo la empresa al final no fue la que esperaban los pobladores.

Don Juan hace rato que no va a Asunción, porque tiene miedo de quedarse sin poder volver si cae una lluvia.

-Si eso pasa, nos quedamos aislados” - dice don Juan, que ya olvidó la última vez que alguna autoridad municipal o departamental cumplió con las promesas a los pobladores de Bahía Negra.

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Ayrton Vicente es un joven brasileño que trabaja en uno de los hospedajes que tiene Bahía Negra, conocido como “Don Nacho”. Pero en la zona nadie conoce al brasileño como Ayrton, sino como “Rapái” y él lo asume con naturalidad y sin complejo. “Rapái” hace bromas sobre eso y se jacta de tener tres idiomas; el portugués, el español y el guaraní, que si bien no lo habla con fluidez, entiende casi todo y dice algunas frases.

También es conocido en la zona porque no usa Whatsapp, algo natural en alguien que no tiene teléfono celular. La excusa o razón, es que Rapái viaja mucho en bote y en varias ocasiones se le cayó el teléfono al agua, por lo que decidió cortar por lo sano y evitar tener otro incidente parecido.

Hace como 30 años, el padre de Rapái entendió que en su ciudad natal, Dorados, una localidad de Mato Groso, Brasil, ubicada a unos 1.200 kilómetros de Bahía Negra, ya no había oportunidades para ellos. Entonces tomó a su hijo y junto a otros hermanos emprendieron viaje hacia la ribera paraguaya. Fue así que llegaron a Bahía Negra, en donde se establecieron junto a otro pequeño grupo de brasileños y empezaron a dedicarse a lo que sabían, que es la pesca.

- “Acá es una vida muy tranquila. Todo es muy lindo, pero si hay algo que se necesita es tener buenos caminos. Porque hace falta para todo, para socorrer enfermos, para traer mercaderías, para el trabajo de ganadería” – Dice Rapái.

El brasileño está casado con María, una paraguaya de la zona y viven temporalmente en el ex local de la armada Nacional, ya que la casa que tienen, la que está cerca del hospedaje en donde ambos trabajan, está inundada. Tienen tres hijos que están en edad escolar. Rapái cumple laboralmente de lunes a sábados en Don Nacho, y los domingos de descanso, generalmente utiliza para ver los partidos de la liga local o para su pasión, que es la pesca. A pesar de la distancia con Asunción, Rapái ya se integró a la vida de Paraguay y hasta tiene un club: Es del Olimpia, pero aquí, en esta tierra que lo cobijó, apoya al equipo de J J Sánchez.

Rapái es un hombre que se muestra muy amable. Sin embargo, no permite fotos ni vídeos, pero autoriza que se ponga nombre en la nota. Se ruboriza ante la posibilidad de que su imagen salga en una cámara fotográfica.

“-Nunca salgo bien en las fotos” dice, mientras sonríe.

En Bahía Negra no hay grandes empresas ni industrias. Las casas, en su mayoría, son de esas casonas antiguas hechas de Caranday, una planta característica de la zona cuyo nombre, traducido al castellano, significa “palmera de agua”. Casi todas las viviendas tienen el mismo estilo, pero ninguno llega al nivel del domicilio del actual intendente, Joao Roberto Ferreira. El funcionario levanta, a la ribera del río Paraguay, una mansión de dos plantas, con materiales de primer nivel, amplios corredores y piezas con vista al río. Es una vivienda que está muy lejos de las casas de Caranday.

Casa del Intendente Joao Roberto, es una de las más lindas de la ciudad

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Don Juan dice que la ciudad no cambió mucho en los últimos años, salvo que hay más viviendas y más negocios. En su esencia, Bahía Negra sigue siendo un lugar de mucha riqueza natural pero también de mucha pobreza en cuanto a infraestructura. En los últimos años mejoró el servicio de comunicación telefónica y se tiene buena señal, ya sea para llamadas como también para internet.

Con el internet al menos pueden ver lo que pasa en Asunción, en otras ciudades y también en el mundo. Así, quizás, se sienten que son parte de un país, ya que con cada lluvia, toda Bahía Negra queda aislada. No hay forma de llegar por tierra y el único aeropuerto (Por así decirlo) de la ciudad se clausura. La pista de aterrizaje no está asfaltada, es un terraplén que termina siendo inutilizada con cada lluvia. Don Juan ya olvidó la última vez que tuvieron un mes seguido de camino transitable.

-“Acá lo principal es tener camino, necesitamos que se pueda transitar con lluvia o sin lluvia, con un aguacero, la ruta ya es resbalizada, si llueve, directamente ya no se puede” – explica el lanchero don Juan.

Llegar a Bahía Negra por tierra desde Asunción implica una travesía de 13 horas aproximadamente. Claro que este periodo puede variar, de acuerdo a la velocidad, los descansos y las rutas. Está la Línea 1, que hace el trayecto Bahía Negra-Loma Plata, y de ahí a Villa Hayes. La Linea 2 también llega hasta el Chaco, pero por Filadelfia. La otra alternativa es tomar el avión del Servicio de Transporte Aéreo Militar (SETAM) –que cumplió justamente cinco años este setiembre haciendo esta labor- para salir de la capital y llegar hasta Bahía Negra. El vuelo lleva apenas dos horas y algo de viaje. Los vuelos salen los miércoles de cada semana, tanto la ida como la vuelta. O de última, hacer el viaje en Barco, ya sea en el Aquidabán o alguna otra embarcación privada, que puede llevar al menos dos días.

-“Lo urgente para nosotros es el tema de las vías de comunicación. Si no se puede contar con los caminos, al menos lo más urgente y que es posible es tener una pista de aterrizaje de todo tiempo. Pasa que el que tenemos deja de funcionar con la lluvia, y eso es un retroceso grande. Necesitamos esa pista por varias razones” expone Leticia Rosales, concejala Municipal (ANR) de Bahía Negra.

Una de las razones de Rosales tiene que ver con la asistencia médica. La situación de Bahía Negra en ese sentido es de desesperanza. El local en donde funciona el Centro de Salud o Unidad de Salud Familiar no cuenta con todos los equipos médicos necesarios. El predio carece incluso de título de propiedad, ya que es un terreno que pertenece al Instituto de Previsión Social (IPS), que le otorga al Ministerio de Salud el permiso para poder funcionar allí. Para la Previsional no tiene sentido instalar un puesto en una ciudad que casi no tiene asegurados, por lo que no está en planes de las autoridades del IPS hacer inversiones estructurales.

En esta ciudad ya se olvidaron la última vez que hubo un equipo de rayos X en el hospital, o siquiera, la última vez que hubo un odontólogo.

- “Tenemos recursos humanos en la parte médica, eso sí. Hay profesionales muy buenos pero no tenemos equipamiento y entonces muchos se van. Si una persona enferma grave, la única opción es una avioneta privada, pero tiene su costo y todo depende si no llueve. Por eso necesitamos la pista” reflexiona Rosales.

La mujer es presidenta de la Junta Municipal, que está compuesta por un total de 9 concejales. Tres de ellos son de comunidades indígenas. En Bahía Negra hay cuatro comunidades indígenas; la de Puerto Diana, Puerto Esperanza, 14 de mayo y Puerto Pollo. Todos son de la etnia Yshir y están dentro de la Nación Yshir, que los indígenas mantienen como pueblo ancestral en la zona. Pero tanto los indígenas como las comunidades que no lo son sufren por lo mismo: las vías de comunicación.

El hospital de Bahía Negra no tiene equipos de laboratorios clínicos.

Don Bernardino Suárez Fernández es el secretario General de la Municipalidad local. En Bahía Negra dicen que don Bernardino es quien maneja los hilos de la institución, teniendo en cuenta que el intendente municipal, Joao Roberto Ferreira se pasa mucho tiempo en Asunción. Pero esto se debe a que don Joao Roberto está con una situación familiar muy difícil, debido a una enfermedad que le aqueja a su señora esposa, a quien acompaña.

-“El intendente está hace un mes en Asunción y otras ciudades de allá porque su esposa está con un grave problema de salud, entonces él está acompañándola” cuenta don Bernardino.

El presupuesto anual que maneja la Municipalidad de Bahía Negra es de unos G. 6.000 millones (Un millón 29 mil dólares, actualmente). Este monto es menor de lo que destina la Municipalidad de Asunción en mantener el teatro municipal, cuyo presupuesto por año supera los G. 7.000 millones (Un millón 200 mil dólares). Ni hablar de hacer la comparación de municipalidad a municipalidad.

-“Para nosotros todo es muy trabado y burocrático, pero estamos peleando. Por eso muchas veces el intendente tiene que estar por Asunción, para golpear puertas y pelear por conseguir más fondos” dice Suárez Fernández.

Sobre el drama de la ruta, don Bernadino dice que dependen mucho de la Gobernación de Alto Paraguay y del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) para que el tramo que conecta a Bahía Negra con el Chaco central se mantenga en condiciones. “Nuestro presupuesto no nos alcanza para esos tramos, sí para tratar de mantener las calles internas y nuestras avenidas” expone don Bernardino.

El funcionario dice además que están esperando los fondos correspondientes a los Royalties y de Fonacide. El dinero de los Royalties será destinado a terminar el Policlínico Municipal, que sería el primero de Bahía Negra. “Estamos esperando esos fondos para terminar el Policlínico. También estamos hablando con embajadas y otras organizaciones para que podamos tener un laboratorio de análisis clínicos, para contar con equipos de rayos X y de ecografía” dice el secretario Municipal.

Lo que corresponde al Fonacide se destina la única escuela y Colegio de Bahía Negra; la Graduada N.º 419 “Tte. 1ro. Adolfo Rojas Silva” que cuenta con 300 alumnos aproximadamente en total, desde el primer grado hasta el tercer año de la Media, y a las escuelas de cada una de las comunidades indígenas.

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La mañana de este caluroso viernes se ve alterada por la llegada del barco Aquidabán, que ya es un símbolo para la ciudad. Una mujer lava sus ropas en el agua, entre los camalotes, sin alterarse por el ajetreo de los paseros que cargan y descargan las miles de mercaderías de la embarcación. El Aquidabán es una especie de Supermercado proveedora de todo lo que los pobladores necesitan. El barco está sobrecargado de productos; llegan cajas y cajas de cerveza, verduras, productos farmacéuticos, para limpieza, víveres a granel, todo lo que uno pueda necesitar.

La gente aquí ya olvidó la última vez que el Aquidabán faltó a la cita de los viernes. Porque este barco no sólo trae mercaderías a la ciudad, sino también esperanzas, una sensación que sí se niegan a olvidar los bahianegrenses.


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