- POR VIVIANA ORREGO
- Periodista
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Juana María de Lara viuda de Bedoya es la representación femenina en la gesta independentista de 1811, ya que por escritos de historiadores se sabe que su papel no se limitó solo a ser la primera mujer que festejó el triunfo de la patria naciente, llevando un ramo de flores rojas, blancas y azules, que luego inspiraron los colores de la bandera.
En entrevista con La Nación, Ana Barreto Valinotti, historiadora y directora del Museo Casa de la Independencia, relató que Lara, la prócer mujer, tuvo un papel preponderante durante las reuniones secretas del 14 y 15 de mayo. Sin embargo, su nombre no se encuentra inscripto en ninguna firma de tratados, ya que –por la nula educación para las mujeres en la época de la Colonia– ella no sabía escribir su propio nombre.
La historia que se conoce de ella se dio a conocer por primera vez 80 años después de la Independencia por Juan Manuel Sosa Escalada, político paraguayo que en ese momento vivía en Buenos Aires, Argentina, y quien preparó una ponencia para el Centro Paraguayo en dicha ciudad el 14 de mayo de 1887. Durante su ponencia, Sosa Escalada comentó que por escritos de su abuelo, el maestro Pedro Escalada, supo que en la noche del 14 de mayo había un personaje del que no se habló nunca y era una mujer. Se trataba de Juana María de Lara, quien había sido nexo entre los revolucionarios y que en la mañana del 15, cuando vio el amanecer en Asunción, se fijó que el cielo tenía aún el color rojo muy intenso de la salida del sol y que entre el rojo de la salida del sol y el azul oscuro de la noche se había formado una franja blanca de luz.
Lara, al ver el estado del cielo y al conocerse la noticia de que Bernardo de Velasco, después de la intimación de Pedro Juan Caballero, aceptó los consocios para un gobierno, tomó las flores que tenía en su jardín, como rosas rojas, jazmines y las azucenas y se encaminó hacia el cuartel para entregarlas como reconocimiento a Pedro Juan. "Esa es la historia que nosotros tenemos de la participación de Juana María de Lara porque hasta mitad del siglo XX los historiadores no le prestaban atención a las mujeres.
No se escribía sobre ellas, sobre el liderazgo femenino, porque se sabía, entendía o suponía que las mujeres de la época colonial estaban siempre abnegadas al hombre o sumisas. Si de repente hacían algo por fuera de lo establecido, quería decir que estaban movidas por el amor a un hombre", relató Barreto. Asimismo, destacó la figura de historiadoras como Olinda Massare de Kostianovsky e Idalia Flores de Zarza, con quienes la mirada empezó a declinarse hacia un colectivo de mujeres que formaron parte de la historia, pero cuyas firmas no quedaron registradas por el simple hecho de que no sabían leer o escribir.
"No podría imaginarme cómo se escapó, salió de la casa para ir a tocar las campanadas, cruzó la plaza para saludar a los revolucionarios. Lo que sí me imagino es que Juana de Lara hizo más de lo citado, tuvo una participación más poderosa. Quizás en las reuniones secretas opinó sobre los temas discutidos, que dio los nexos para que retorne a la provincia de Paraguay uno de sus hijastros, Ventura Díaz de Bedoya, y aporte ideología a la revolución de mayo", afirmó.
Lara tenía a su cargo la administración de la Catedral y en todos los eventos religiosos, como fiestas patronales, procesiones, era muy conocida. El rol que tenía era importante y respetable en la época. Tal es así que al secularizarse los Conventos de la Orden Franciscana, en 1824, la imagen de San Francisco de Asís del altar mayor del Convento y todos los objetos de la iglesia fueron entregados a ella.
Según Barreto, algunas mujeres, esposas de autoridades –durante la época de la Colonia e incluso después– fungían de nexo al poder. Si su esposo era gobernador, la mujer era la señora gobernadora y para mantenerse en esa jerarquía contaba con una red de ahijados o personas de su confianza. Allí también se observa el liderazgo de la mujer y su participación.
UN GUIÑO A LA HISTORIA
Los museos Casa de la Independencia y Sinforiano Bogarín hicieron un guiño a la historia y juntaron en una misma sala los retratos de Fernando de la Mora –condenado a pena de muerte y preso hasta el día de su muerte–, de su hija Ana Josefa de la Mora Cohene y su nieta Constancia Haedo de la Mora, con quienes ya casi no tuvo contacto.
"Fue hacer como un guiño a la historia y tener reunidos en un mismo salón a Fernando de la Mora con su descendencia que no vio crecer, en la misma sala donde estuvo la Junta Superior Gubernativa", indicó Barreto. Los cuadros de Ana y Constancia pertenecen al Museo Sinforiano Bogarín y se encuentran expuestos en calidad de préstamo en la Casa de la Independencia hasta julio. Se cree que estos retratos fueron pintados antes de la Guerra de la Triple Alianza.