Cada Viernes Santo, miles de personas se reúnen para la procesión de la Virgen Dolorosa en la localidad de Tañarandy, departamento de Misiones, cuya imagen encarna la fe y la historia de una comunidad unida por el arte y la tradición. María Gloria Acosta, encargada del vestuario de la Virgen, contó cómo desde hace más de 12 años cumple esta noble labor y además cómo una sencilla devoción familiar se convirtió en un evento de talla nacional.

Acosta mencionó que esta tradición comenzó en la barraca de la madre del artista Koki Ruiz, donde un grupo de vecinos se reunía para rezar. “Hacíamos hasta el portón y poco a poco se fueron sumando más personas”, recordó, acotando que con el tiempo se convirtió en una manifestación de fe que hoy “ya acopla a todo el país”.

Preparar a la Virgen es un ritual que comienza días antes. El equipo de la barraca se encarga de cambiar las telas, ajustar los encajes y pintar la carroza. El proceso consiste en un trabajo minucioso que cuida cada detalle.

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Durante todo el año la imagen tiene un vestido blanco; sin embargo, para el Viernes Santo le colocan una vestimenta del tradicional color negro de luto. “Para el Viernes Santo, ella tiene un primer vestido, después otro segundo de encaje, después una capa de pana bordada y después otro encaje bordado, un guipur blanco. Eso es todo lo que lleva”, refirió.

Las flores que adornan a la Virgen guardan un especial significado emocional, ya que son las mismas que prefería la madre del artista, la señora Rosa Pérez de Ruiz, aquella mujer con quien todo comenzó en el patio de la barraca familiar. Cada año, estas flores son traídas desde Asunción; algunas son donadas por devotos, manteniendo viva esa conexión con los orígenes humildes de la tradición.

El corazón de esta tradición late en el arte sacro. Las velas, las flores y hasta los vestidos de la Dolorosa son elaborados de manera artesanal por los mismos vecinos, muchos de ellos formados por Koki Ruiz. “Él dejó un legado de jóvenes que viven del arte”, destacó.

Viernes Santos sin Koki Ruiz

Este Viernes Santo fue especial, no solo por la devoción, sino por la pérdida del artista que se inmortalizó con su arte y se convirtió en la figura central de esta tradición. “Este año nos tocó un poco más pesado, porque esta mañana no vino Koki a traerme; ya vino con el equipo de la barraca, fue un poco diferente. Muy fuerte fue porque cuando me levanté para recibir a la Virgen y a Koki, llegó la Virgen sin Koki, pero en todos los espacios le vemos a él”, dijo.

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