La joven Macarena Ruiz evocó la figura de su padre -el extinto artista plástico Delfín Roque Ruiz Pérez más conocido como “Koki”- como una persona generosa y servicial tanto con su familia como con la gente de su pueblo, San Ignacio, Misiones y al que dejó como legado “Tañarandy”, que se convirtió en una de las celebraciones religiosas más importante del país.
“Él era ese artista todo el tiempo, él como padre, su manera de mostrar cariño era preocupándose porque no te falte nada. Todo el tiempo estaba pendiente de que no estés desamparado. Lo mismo también era con su equipo de trabajo”, destacó.
La hija mayor de Koki habló del amor que tenía su papá al grupo de artistas y artesanos que formó a lo largo de tres décadas. “Él era muy generoso y ese era su mayor demostración de amor. Esa generosidad que tenía para que no te falte nada”, expresó.
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Involucró a su familia
Su amor quedó impregnado en su arte con innumerables obras expuestas a lo largo de su carrera artística. “Lo que más le interesaba era hacer arte con la gente. Como hizo cuando vino el Papa que le incluyó a la gente. O sea, le hizo parte firmando los cocos, con Chiquitunga donando los rosarios”, recordó.
Macarena resaltó igualmente que en Semana Santa también Koki le hizo partícipe de la obra Tañarandy a su comunidad. “Y así también en la familia. El era el artista de todo el tiempo, él estaba creando todo el tiempo y nos hacía parte a todos. Por lo menos quería que todos formemos parte. Para él era importante que la familia también forme de eso”, afirmó en entrevista con Unicanal.
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Retorno: Salud insta a conductores a tener en cuenta medidas de seguridad para evitar accidentes
Teniendo en cuenta el masivo desplazamiento de compatriotas hacia diferentes puntos del país para reunirse con sus familiares y conmemorar la Semana Santa, desde el Ministerio de Salud también se suman a las diferentes entidades estatales que emitieron una serie de recomendaciones para un retorno seguro este Domingo de Pascua.
Desde la cartera de Salud recuerdan la importancia de tomar medidas de precaución para la prevención de accidentes de tránsito, enfatizando el uso del cinturón de seguridad o casco, según el tipo de transporte, así como el respeto de las señales de tránsito.
Entre los consejos para conductores se encuentran el no conducir bajo los efectos del alcohol o drogas, respetar los límites de velocidad y adaptar la velocidad a las condiciones de la vía y no utilizar el celular mientras se maneja, ya que la distracción al volante puede ser mortal.
Así también recordaron los contactos de emergencia, como por ejemplo el 141 (SEME) para la notificación de emergencias médicas, el 911 para emergencias policiales y el 132 (Bomberos Voluntarios) para emergencias de incendio o rescate.
Es importante entender que el retorno seguro también involucra a todo el sistema sanitario, ya que se encuentran alertas para actuar en casos de que se produzcan accidentes o cualquier tipo de percances, atendiendo que en los feriados prolongados o días festivos se reporta una mayor cantidad de emergencias, tanto viales como particulares.
El modelo de trabajo en este caso está enfocado en la prevención, buscando disminuir la tasa de accidentes, ayudando a su vez a que el sistema no se vea resentido.
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“Cuando le ayudamos al que está caído, le estamos ayudando a Dios”
- Fotos: Matías Amarilla
En este “Expresso” del día más doloroso de la Semana Santa en su edición televisiva y de alegría por la resurrección en su versión escrita, Augusto dos Santos reflexiona con el pa’i Alberto Luna sobre el significado de esta celebración del calendario cristiano. El sacerdote sostiene que la liturgia es un medio de conexión y de recarga del espíritu que debe estar al servicio de una práctica transformadora de la sociedad y de uno mismo.
–Es útil en un día como Viernes Santo para entender y reconocer quién era el Jesús que se entrega en un día como hoy en la historia y que luego resucita.
–Jesús se presenta a sí mismo como enviado, hijo de Dios, que se encarna en nuestra historia y, como tal, anuncia el mensaje de Dios para todos nosotros, que somos también hijos e hijas de Dios. Entonces, como que nos propone un camino de vida que nos permite a nosotros vivir como hijos de Dios o como hijas de Dios, siendo cada uno de nosotros esa nueva edición de ese hijo, de esa hija. De alguna manera, como dice San Pablo, nosotros completamos en nuestra historia lo que falta, los padecimientos de Cristo, cuando nos toca padecer, pero también completamos cuando nos toca realizar, cambiar proyectos nuevos, cuando nos toca disfrutar en comunidad. Entonces, nosotros somos esa nueva edición. Cada uno de nosotros, ese hijo de Dios que se encarna en nuestra historia y nos abre un camino, un camino de vida plena.
–Más allá de esa perspectiva salvífica, ¿qué fue esa vida?, ¿qué testimonio dejó?
–Yo creo que con el tema del Viernes Santo, en realidad Jesús concluye su vida como la vivió. Entonces, hay momentos muy importantes, como el del Jueves Santo, que es la eucaristía, que Jesús toma el pan, el vino, dice esas frases que repetimos siempre “tomen y coman”. Es una expresión de entrega, de donación, que en realidad Jesús vivió durante toda su vida. Toda su vida fue una entrega, fue un darse, fue un decir a la gente “tomen y coman”, fue bendecir, fue sanar, fue enseñar, fue perdonar, fue acompañar, fue levantar. Entonces, él fue alimento, fue entrega, que se parte, se comparte. Y entonces, esa entrega que a veces suponía como salir de sí mismo, de su propia comodidad, de su propio límite a veces. Entonces, llega a su plenitud en la pasión, en esas distintas expresiones que tiene la Semana Santa, como es el bajarse para lavar los pies, el llegar a su propio límite cuando reconoce su angustia.
–Tan divino y tan hombre.
–Exactamente. O sea, por eso cercano a nosotros, porque comparte nuestra angustia, porque llora, porque se siente débil, porque le duele que sus amigos más cercanos no le acompañen, no entiendan lo que está viviendo, que se estén peleando por el poder, mientras él está en el límite de su entrega, de sí mismo. Entonces, eso es como la expresión de toda una vida en realidad y una invitación también, como una manera de vivir la vida como una expresión de entrega para dar vida a otros, no guardarse.
SITUACIONES LÍMITE
–Es fascinante para la teología ver cómo diferentes generaciones en todos estos tiempos lo han visto probablemente diferente, pero quizás el elemento común es lo imprescindible que ha sido su historia.
–Su humanidad de una manera cruza toda nuestra historia, tanto así como la grandeza del amor, la capacidad de abajarse, de disfrutar, de jugar con los niños, de estar atentos al sufrimiento de las personas, de celebrar una fiesta, de ofrecer vino para que haya alegría y también de entrar en el dolor más profundo. Yo suelo pensar que cuando Jesús siente esa experiencia de abandono en la cruz, cuando él dice “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Es decir, yo suelo pensar que hay personas que sí tienen esa experiencia, pienso en las personas que llegan a suicidarse, por ejemplo. Llegan al límite de la desesperación, no ven más. Pero yo creo que Jesús no se niega a vivir esa experiencia de dolor, de duelo, de muerte, y en ese sentido se conecta con todo lo humano. Desde la grandeza del amor hasta el límite, el dolor, de ser víctima de la injusticia, de la violencia.
–Cristo supo ser santo, pero supo ser muy mundano también, ¿verdad? De gente de barrio, de río, probablemente de malas palabras y de todo lo demás.
–Él vive la historia de su pueblo, es un hijo de su pueblo, de su cultura, es un judío con todas las letras, solo que va más allá, va más allá de su cultura, de su propio límite, siente que tiene que abrir ese horizonte, que Dios le envía para eso y entonces esa cultura no soporta eso, no soporta que vaya más allá de su esquema y de su estructura. Entonces, lo elimina. Hoy en día tenemos también esas estructuras que nos limitan, culturales, familiares, políticas, sociales, aquí en Paraguay, pero también a a nivel mundial. Hay muchas situaciones de violencia, de exterminio que vive la gente, de marginación.
–¿Cómo recibe nuestra cultura a Kirito? ¿Cómo se relaciona desde su arribo a nuestra cultura guaranítica?
–Los primeros misioneros expresan sus sacramentos en latín, pero no era la única expresión religiosa que ellos tenían, tenían los cantos, los que se llaman los autos sacramentales, celebraciones que se hacían en los atrios de las iglesias, oraciones populares, todo eso se podía hacer en guaraní y se hacía de hecho en guaraní. Lo que nos queda ahora, por ejemplo, son los cantos de los estacioneros, algunos en castellano. ¿Y por qué conecta tanto? Porque en la cultura guaraní, el canto y la danza eran religiosos, eran expresiones de celebración religiosa. Entonces, enseguida la música, y los jesuitas particularmente, seguramente los franciscanos también, se dan cuenta de la conexión que tienen los guaraníes con el canto. La danza ellos la incorporaron menos porque la liturgia en ese tiempo no metía la danza, pero sí podían hacer la danza en los autos sacramentales, en las procesiones del corpus, donde se hacían cantos, ellos hacían sus danzas. Cada tribu se presentaba en las esquinas adornados con coronas de flores, del bosque, de animalitos, de todo. Entonces, no era solamente una imposición cultural, sino que en lo que se podía se dejaba espacio para la expresión propia de la cultura.
ÉPOCA DE CAMBIOS
–¿Cómo se lee o se entiende hoy esto que parece alguna distancia de la gran sociedad, no decimos ya de los más jóvenes quizás, incluso con más fuerza de las tradiciones de Semana Santa? ¿Es una cuestión que a la Iglesia le preocupa o asume los cambios en el tiempo?
–Estamos en época de cambios significativos, de lenguajes y de tradiciones también. Entonces, hay desafíos que la Iglesia, los cristianos, tratamos de ver cómo responder a eso, cómo este mensaje pueda llegar en un lenguaje entendible para las nuevas generaciones, de manera que ellos puedan darse cuenta de que ahí pueden encontrar un sentido profundo para sus vidas, pueden encontrar unas claves de plenitud, de vida verdadera, que es lo que trae Jesús y lo que ofrece.
–La fe no solamente es rezar, es mucho más que eso...
–En realidad la celebración tendría que ser como una especie de culminación de un proceso, de un camino y una fuente de alimentación para volver a eso. O sea, no es un fin en sí mismo. Los sacramentos son lugares en los que el cristiano retoma energía, como que se conecta, carga batería y desde ahí vuelve a la acción evangelizadora, al compromiso por la transformación de la sociedad, de la familia, de nuestra propia transformación también, porque nosotros también tenemos que ir creciendo, cambiando. Tenemos que ir madurando de acuerdo a las etapas de nuestra vida, tenemos que aprender a enfrentar desafíos. Tenemos que aprender a sernos responsables de nuestra vida, de la vida de los demás. Tenemos que aprender a vivir nuestros duelos, nuestros dolores, ayudar a los demás, ser constructores de futuro.
–¿Cómo ves esa corresponsabilidad, que es lo mismo que preguntarte cómo ves la solidaridad en estos tiempos digitales?
–A mí a veces me preocupa un poco que nos pueda aislar. El otro día el papa Francisco hablaba de que podemos olvidarnos de que detrás de las imágenes hay personas reales. Entonces, a veces podemos aislarnos desde el mundo digital, desconectarnos. O sea, pensar que las imágenes en sí mismas no nos remiten a algo, a una relación concreta, a un encuentro, a un compromiso. Pero a veces puede hacernos la ilusión de que reemplaza. Entonces, tenemos que ser capaces de trascender un poco, mirar la realidad de la pasión de hoy, de la humanidad, los enfermos, las situaciones dolorosas, violentas. El machismo es una herida en nuestro costado paraguayo de los varones, se ve en el feminicidio, que es una manera violenta y cruel de la expresión del machismo, pero no es la única, es la irresponsabilidad paternal con los hijos, es la infidelidad instalada como sistema, “peichanteva’erãvoi ñande kuimba’e”.
RESURRECCIÓN
–En este Domingo de Pascuas, ¿qué resurrección es la que tenemos hoy? ¿Cuál es el triunfo en estos tiempos?
–Puede haber diversos niveles de triunfos. Puede haber diversos niveles en la medida en que tenemos que ser capaces también de ver que los triunfos no son así solamente de golpe, sino que hay un proceso, un camino y que ese camino tiene etapas. O sea, tenemos que saber ver los brotes de la semilla, los signos que nos hablan de un camino nuevo, aunque ese camino, esa realidad nueva todavía no esté realizada, pero se ofrecen pequeñas señales de esperanza en medio de la gente, pasos que la gente da, organizaciones barriales, luchas sindicales, sociales, políticas, pequeños signos, es decir, abandonar la idea de que esto no va a cambiar más, péicha guarãntema.
–El otro síndrome es aguardar soluciones instantáneas y no procesuales.
–Las resurrecciones que se manifiestan no son necesariamente como luces espectaculares que rompen la noche, sino hay que saber leer los signos de vida nueva que se perciben en nuestra vida. Hay que estar atentos a la novedad que Dios está haciendo o que está queriendo hacer a través de personas, de grupos, que están empujando y que están tratando de que algo cambie, que este país crezca, se abra, sea más justo, más solidario. Y esas son señales de esperanza. Hay tres virtudes cristianas: la fe, la esperanza y la caridad.
De esas tres, la hermana menor es la esperanza, porque es la que se ve más chiquita. La esperanza no se pudre porque siempre al final uno tiene una esperanza de que algo chiquitito allá salga. Cuando vos ves señales, aunque sean pequeñas, de que este país puede ser diferente, que podemos tener un sistema político, económico, social que sea más inclusivo, más justo, que beneficie a más gente, que los pobres puedan ser mejor atendidos. Es decir, aunque sean pequeños pasitos, ikatu ra’e.
–¿Podría citar un símbolo de solidaridad de nuestros días?
–Justamente quería recordar hoy que en estos días falleció Marilín Rehnfeldt, que es una antropóloga muy comprometida con la causa indígena, una mujer que se entregó a acompañar. Me hace acordar al Cireneo en el viacrucis, Simón de Cirene, que lleva la cruz de Jesús sin saber que era Dios, sin saber que era el hijo de Dios al que estaba ayudando. Aunque nosotros no sepamos, de alguna manera cuando le ayudamos al otro que está caído, le estamos ayudando al mismo Dios.
–Para ir cerrando, pa’i, ¿podría darnos un minuto de esa reflexión en guaraní que hace antes de las misas pensando en este Domingo de Pascuas?
–Mba’ehína la tema ko domingo. Osêtahína Ñandejára oikovejeyhague ha mba’épa péva he’i ñandéve ha mba’éichapa nde, nde rekovépe, eñandu tekove pyahu. Eñandúpa térã mba’éichapa ikatu nde embohape pe tekove pyahu nde rekovépe.
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¿Por qué creer en la resurrección?
- Emilio Aguero Esgaib
- Pastor
Jesús predijo su propia resurrección. “Y comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del Hombre padecer mucho, y ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes, a los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días”. Marcos 8:31. También lo hace en el verso 10:33 y en Lucas 13:32 entre otros. Pero los discípulos no comprendieron lo que les decía. “Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos”. Juan 20:9.
Jesús fue sepultado honorablemente en un sitio puntual y reconocible con testigos oculares, según Marcos 15:42-47 y otras varias referencias más (esto ayuda a contrarrestar los rumores que las mujeres pudieron haberse confundido de tumba).
Las mujeres fueron el domingo muy temprano para terminar de ungir el cuerpo de Jesús (es evidente que ni ellas entendieron lo que Jesús predijo de que resucitaría al tercer día. Ellas no fueron a ver si la tumba estaba vacía, sino a ungir el cuerpo) Marcos 16:1-8. Es más, ellas pensaban que el cuerpo fue robado. Juan 20:1,2;15.
Lejos de pensar que los apóstoles eran personas crédulas se ve que ellos estaban sorprendidos de la desaparición del cuerpo atribuyendo a un robo, ni siquiera les venía en mente lo que Jesús tantas veces les dijo, que él resucitaría al tercer día.
Los mismos opositores de Jesús reconocieron que la tumba estaba vacía e idearon una conspiración para desmeritar la desaparición (Mateo 28:11-15). Para los escépticos esto no demuestra una resurrección, pero sí demuestra que la tumba estaba vacía. Si no fuera así lo más sencillo, sería mostrar el cuerpo de Jesús para que el rumor de la resurrección no se dé.
Los discípulos no pudieron robar el cuerpo, no solo porque estaban escondidos, atemorizados e incrédulos, sino porque una guardia romana fue puesto en el sepulcro con un sello imperial en la tumba (la entrada atada y lacrada). Mateo 27:62-66.
Las apariciones de Jesús resucitado. Jesús se apareció resucitado en varios lugares, a cientos de personas y durante cuarenta días. No se trata de una persona o dos que dicen haberlo visto una o dos veces o que les pareció verle o que era algo simbólico o espiritual su resurrección. La Biblia no da pie a eso.
Aparece en Judea a las mujeres “he aquí, Jesús les salió al encuentro diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron” Mateo 28:9 (podemos ver también que Jesús resucitado recibió adoración y no lo impidió que lo hagan, así como también lo hizo Tomás al reconocerlo). A María Magdalena, ella insistía en el robo del cuerpo hasta que Jesús mismo se le aparece. Juan 20:11-18. A Pedro Lucas 24:24. En Emaús a dos personas Lucas 24:13-15. A un grupo de personas. Los 10 apóstoles en Jerusalén Lucas 24:36-40 (ellos pensaron que era un espíritu, pero Jesús les comprueba que era él en carne y hueso). A los once apóstoles Juan 20:24-29 (acá Tomás, el último en creer, toca a Jesús y lo adora). Luego les aparece a siete discípulos, pero esta vez en Galilea Juan 21:1-14 y fue la tercera vez en distintos lugares que se les apareció a sus discípulos (versículo 14). A los que se habían reunido Hechos 1:6-9. Nuevamente a los once apóstoles en Galilea Mateo 28:16-20. A más de 500 al mismo tiempo (1 Corintios 15:6). A Jacobo el hermano incrédulo del Señor que terminó siendo líder de la iglesia de Jerusalén y mártir a causa de Cristo (1 Corintios 15:7). Y a Pablo, perseguidor de la iglesia, en Hechos 9. Según Lucas escribe en Hechos 1:3 estas apariciones se dieron durante 40 días y terminó con la ascensión delante de muchos testigos.
Jesus ha resucitado para salvación de todo aquel que cree. Romanos 10:9
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“¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, resucitó.” (Lc 24, 5-6)
- Hno. Mariosvaldo Florentino
- Capuchino
Estimados hermanos, sin dudas, estas palabras que los ángeles dijeron a aquellas mujeres que fueron a la tumba de Jesús muy tempranito son la mejor noticia que fue dada en toda la historia de la humanidad.
Desde el inicio de la historia humana, el hombre empezó a experimentar a la muerte, que se presentaba como un límite trágico e intraspasable. Ante la muerte el hombre se sentía impotente, derrotado, destruido y sin palabras. La tristeza y la desesperación eran compañeras de la muerte. Eso era lo que sentían aquellos que veían acercarse a su propia muerte, o acercarse la muerte de otros.
El hombre no sabía cómo resistirle. Casi siempre llegaba en los momentos más inoportunos. A veces de un modo improviso, en un accidente, con una enfermedad repentina y fulminante, o a causa de una violencia. Y así terminaba la vida de una persona llena de sueños y de proyectos. Ni el dinero y los bienes podían prolongar o evitar su llegada. La muerte era el signo de cómo era estúpida la vida humana en esta tierra. El hombre que se daba cuenta de su irremediable destino hacia la muerte, estaba condenado a la angustia, la tristeza, la depresión. Se decía: para todo se puede encontrar una solución, menos para la muerte. La muerte era vista, también, como el gran castigo que se podría dar a una persona. Así las personas para reivindicarse o las sociedades para castigar y protegerse, daban muerte a quien había hecho el mal. Nada podría ser peor para una persona que morir.
También al inicio de la revelación, en los primeros siglos del pueblo de Dios, así se pensaba. Al inicio la Biblia no habla de resurrección. Se pensaba que los muertos sencillamente habitaban en el Sheol, o también llamado infierno (esta palabra quería decir solamente lugar bajo la tierra). De hecho, el salmo 6,6 nos dice: “Nadie entre los muertos se acuerda de ti. ¿Quién en los infiernos canta tu alabanzas?” Al inicio de la revelación se pensaba que los muertos pertenecían a un mundo completamente olvidado. Solo en los últimos siglos antes de Cristo es que los judíos empezaron a hablar de la resurrección, pero ocurriría solamente en el último día, o sea al final de la historia, hasta allí los muertos todos estarían en el Sheol.
También los discípulos de Cristo creían en la resurrección, y esperaban que su maestro fuera a resucitar, pero en el último día, al final de la historia. Una vez muerto, él ya no podía intervenir en sus vidas. Por eso, cada uno tendría que volver a sus cosas. La muerte de Jesús, para ellos, significaba el fin de todo aquel sueño.
Las mujeres que van al sepulcro en la mañanita del domingo cuando aún era oscuro, van para dar al cuerpo de Jesús los honores que se hacían a los muertos, y que no habían podido hacerlo el viernes por la prisa que tenían para sepultarlo antes de que apareciera la primera estrella del atardecer, pues sería el inicio del sábado, y el sábado no se podía hacer nada. Estaban buscando solo un cadáver. Ellas querían colocar los aromas, despedirse más sentidamente, y después entregar a Jesús a la tierra para que se descompusiera. Después de esto, pensaban seguramente volver cada una a su vida anterior, sabiendo que con Jesús ya no podrían contar más, pues él ahora pertenecía al mundo de los muertos.
Por eso, cuando escuchan la voz de los ángeles que les dicen: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, resucitó”. Sus corazones se llenan de alegría por dos motivos: en primer lugar, porque Jesús había vuelto de la muerte. Aunque lo habían asesinado, Dios lo había resucitado, y él podía continuar interviniendo en la historia. Ellas no tenían que retornar a sus vidas de antes y podían continuar con la propuesta de vida nueva que les había hecho Jesús. En segundo lugar, porque la resurrección de Jesús cambiaba completamente la relación del hombre con la muerte. En él, todos podrían vencer a la muerte. Lo que Dios hizo con él, puede hacer con todos los hombres que se unen a él. En Cristo, Dios puede hacer nueva a todas las cosas. La resurrección de Cristo hacía cambiar toda la perspectiva de futuro. El hombre ya no viviría la angustia de la muerte, ya no se sentiría impotente y ni la temería. Ahora el dicho tenía que ser cambiado: “Para todo en la vida se tiene una solución, hasta para la muerte.”
Estaba empezando allí la nueva historia de la humanidad. Los cristianos tenían una buena noticia para dar a todos los hombres: Jesús venció a la muerte. La vida humana en este mundo no es una tragedia. Tiene un sentido, basta saber direccionar. Y los discípulos lo anunciaron por todas partes. Y delante de las amenazas: ¡cállense o les mataremos!, ellos decían la muerte no es un problema para nosotros. Ni la muerte nos puede paralizar. Es por eso que la resurrección de Cristo es el centro más importante de nuestra fe. Pues de un lado confirma y da autoridad a todo lo que Jesús había predicado antes de su muerte, y por otro lado cambia completamente la perspectiva de la vida humana en este mundo.
Ciertamente la pregunta que nos debemos hacer en este día de Pascua es:
¿De verdad yo acepto la buena noticia de la resurrección de Cristo con todas sus implicancias en mi vida? ¿Ante la muerte yo actúo como cristiano o aún como pagano? ¿Vivo sabiendo que también yo puedo con Cristo vencer a la muerte, esto es resucitar? O ¿solo intento huir de la muerte?
¡Hermano, pascua es esto: resurrección!
El Señor te bendiga y te guarde,
El Señor te haga brillar su rostro y tenga misericordia de ti.
El Señor vuelva su mirada cariñosa y te dé la PAZ.