Por René González
Con una calidez única y amplia sonrisa, doña Rosa Segovia nos recibe en su casa. Hace pocos días pasó por una delicada cirugía, pero hizo un esfuerzo y decidió conversar sobre su pasión más grande que es el tejido del Poncho Para´í de 60 listas.
En el barrio Virgen del Rosario de la ciudad Piribebuy, varias tejedoras hilan sus sueños y se ganan el pan de cada día entrelazando hilos casi invisibles mientras comparten un tereré.
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El poncho no es solo una tela nos cuenta doña Rosa. Es mucho más profundo, es en memoria de 60 soldados que durante la Guerra contra la Triple Alianza fueron fusilados y enterrados en una fosa común en Piribebuy con ponchos, blanco y negro. En el lugar del fusilamiento hoy existe un oratorio, pero la memoria parece muy presente en la pacífica ciudad de la Cordillera.
En su elaboración, el tejido tradicional requiere de una gran habilidad y dedicación por su relevancia y legado histórico. Gracias a esto fue reconocido por la UNESCO como Patrimonio Cultural inmaterial y símbolo ancestral. Desde este reconocimiento aumentaron las ventas, comentan con alegría las tejedoras.
Cada telar se convierte en parte del cuerpo de la tejedora por que ella busca su comodidad y exactitud al diseñar las telas. Es minucioso, pero no imposible, comenta doña Rosa mientras invita a que se acerquen hasta su escuela taller para aprender la habilidad de este legado.
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La técnica del tejido debe trascender. “Todas las mujeres tenemos talento para cumplir nuestros sueños, es muy importante mantener la fortaleza y dejar huellas para otras mujeres”, nos dice la profesora doña Rosa.