En este último domingo antes de Navidad, Toni Roberto evoca a dos queridas figuras desaparecidas recientemente, así como recuerdos y tradiciones que sobreviven en la selva de cemento.
Todos los años, la tía de Moncho Azuaga armaba su viejo pesebre ahí en el frente de la sencilla casa de la calle Tercera Proyectadas casi Alberdi. Al pasar, de ida a la misa del antiguo beato Roque, hoy san Roque González, admirábamos aquellas piezas de Navidad.
La casita de paja, el Niño, la Virgen, san José, los tradicionales animalitos y las frutas. Como una gran escenografía, la fachada; un chalecito al estilo art decó paraguayo que hacía de fondo a tan digna representación.
Los recuerdos, como una película en blanco y negro con pixeles representados por el desgastado portoncito de madera que dejaba entrever al pasar aquella escena navideña en el viejo barrio Gral. Díaz de Asunción, esa es la imagen que tengo en este preludio de Navidad por la partida de personas tan queridas como lo fueron Polaca Rivarola de Prieto y Raúl Montero Bray, que paradójicamente fallecieron con horas de diferencia y fueron velados en el mismo lugar.
Una coincidencia más: los dos fueron asiduos oyentes y lectores de estos “Cuadernos de barrio” y con los dos tuve mucho trato en largas charlas. Con Polaca en interminables intercambios de parecer sobre las antiguas piezas de arte de su legendario anticuario de la calle Ulrico Schmidl y con Raúl en los últimos años, acalorados pero serenos debates, sobre el devenir social y nuestra cercanía por el pensamiento jesuita.
Con Raúl, vecino desde hace más de una década, era común que al quitar su auto de la cochera y coincidir con mi salida recostarnos por su coche o el mío, que eran usados de taburete para el pensamiento disruptivo, charlando sobre temas de su programa en radio Fe y Alegría, así como los míos de “Cuadernos de barrio” de Nación Media.
Así, en este final de año, me tomé el permiso de apagar por un rato el color de este gran cuadro denominado “Merry Christmas”, de la colección de Verónica Torres, que hoy engalana los pasillos de un conocido shopping del barrio del doctor Morra. El autor, Benjazmín Ocampos, es un pintor popular paraguayo nacido en Puerto Mihanovich en las alturas del norte, en Alto Paraguay, en 1964.
Por el camino y observando la obra, recojo recuerdos de mis charlas con los hermanos Arturo y Mario Vacchetta Boggino, sobre tradiciones navideñas del Paraguay profundo, que ellos conocen muy bien. Desde la culta atalaya de la culta guaireña, contándome que en las navidades se podía llevar un presente al Niño, así como también los dueños de las casas visitadas, daban pequeños regalos, golosinas y hasta pequeñas figuras de barro.
De hecho, estos dos hermanos de Villarrica me obsequiaron días pasados una pieza de Navidad, diciéndome “te traemos un regalo para tu pesebre como se estila en el interior del Paraguay”, preservando así una tradición del Paraguay traída a la selva de cemento de Asunción.
Sirvan estos sencillos recuerdos y esta delicada pintura popular pasada al blanco y negro para resaltar la esencia de estas fechas de reflexión, que deberían ser más austeras y que venimos haciendo cada año en estas ya tradicionales publicaciones de domingo, desde hace cinco navidades de barrio.