Por Sara Valenzuela (sara.valenzuela@nacionmedia.com)

En medio de una Asunción rural, un 8 de diciembre, pero de 1962, dos niños habrían de encontrarse con una de las escenas más impactantes que se haya visto en aquellos tiempos, ya que colgado de su corbata verde olivo de una manera casi irreal estaba el cuerpo del cadete militar Alberto Benítez, un hecho que se convertiría hasta hoy en día en un escenario con demasiados amaños y pocas aclaraciones.

Alberto Anastasio Benítez Agusti nació en 1944 en el barrio Trinidad de la ciudad de Asunción. Era el tercer hijo de catorce hermanos nacidos de la unión del mayor Anastasio Jesús Benítez con Dora Julina Agusti de Benítez. A la edad de 17 años, y con la idea firme de hacerse de una carrera dentro de la estructura castrense, ingresó al Liceo Militar Acosta Ñu, donde llegó a cursar hasta el segundo año, cuando su vida se vio truncada un 7 de diciembre de 1962.

Donde ahora se encuentra la avenida Molas López, a unos quinientos a seiscientos metros, en aquellos años existía un pequeño bosque conocido como Fracción Brinizcky que colindaba con la propiedad que fuera del expresidente ya fallecido Felipe Molas López; allí, con su birrete de cadete aún puesto y con su propia corbata atada a un árbol del cual ni siquiera colgaba por completo, ya que sus piernas se doblaban tocando el suelo, fue encontrado el cuerpo del cadete Alberto Benítez.

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La versión oficial del gobierno del dictador Alfredo Stroessner vinculó rápidamente al cadete con una supuesta conspiración militar para derrocarlo, asegurando que el cadete habría sido un mensajero que, al abrir y leer una misiva en el marco de la sublevación, habría sido asesinado por el mismo grupo de conspiradores.

“Diversas fuentes históricas y documentales sugieren que el deceso del cadete Alberto Anastasio Benítez Agusti no fue un suicidio, sino un homicidio encubierto. El régimen de Alfredo Stroessner esgrimió una versión en la que el asesinato habría sido ejecutado por Guillermo Escolástico Ovando, presuntamente bajo órdenes de Napoleón Ortigoza y con asistencia de Regalado Brítez”, indicó la politóloga e investigadora Fabiola Benítez, coautora del libro “El caso del cadete Benítez” en conversación con La Nación/Nación Media.

Destacó que otra versión surgió respaldada por testimonios recogidos años después por la Comisión Verdad y Justicia, la cual sostiene que Benítez fue torturado hasta la muerte por las fuerzas del régimen y una vez fallecido fue trasladado y colgado del árbol de tatarẽ donde fue encontrado, manifestación que indicaría que la escena fue montada para desviar la atención y sostener el relato oficial del gobierno de entonces.

Los condenados

El capitán Napoleón Ortigoza y sus supuestos cómplices Guillermo Escolástico Ovando y Regalado Brítez fueron obligados, luego de varias jornadas de tortura, a firmar declaraciones de culpabilidad, por lo que fueron condenados. En el caso de Ortigoza a 25 años de cárcel y 15 años para Ovando y Brítez.

Hay que destacar que tras cumplir su condena de 25 años, Napoleón Ortigoza debió guardar prisión domiciliaria por órdenes del régimen, la cual logró ser burlada en medio de un rescate por parte de sus abogados, donde inclusive se dio una balacera, todo para que Ortigoza lograra salir del país. El mismo fue considerado como el preso político más antiguo de América Latina debido a las circunstancias en que debió de vivir tras la muerte del cadete Benítez.

Justificación para un fin

“El hallazgo del cuerpo del cadete Benítez desencadenó el afianzamiento del régimen de Alfredo Stroessner sobre dos instituciones claves: el Partido Colorado y las Fuerzas Armadas. Esta muerte, vinculada a la llamada Conspiración de capitanes, aceleró la eliminación de las últimas voces institucionalistas que persistían en la ANR y facilitó la marginación de oficiales con inclinaciones democráticas en el estamento militar”, explicó Mauricio Gómez, politólogo e investigador y coautor del libro “El caso del cadete Benítez”.

Recalcó que el impacto inmediato se reflejó en el endurecimiento de las prácticas coercitivas contra opositores y sospechosos, y que las torturas, las delaciones y las ejecuciones adquirieron un papel aún más central, consolidando así un método de control político que se volvería habitual durante los próximos años.

“Precedido por una tradición de inestabilidad política, el gobierno stronista se enfrentaba a la necesidad de cerrar filas y asegurar una obediencia sin fisuras. Las Fuerzas Armadas, ya afectadas por purgas internas, se convierten en objeto de nuevas depuraciones para eliminar cualquier elemento no alineado con las directivas del poder central”, remarcó el politólogo e investigador.

Sin aclaraciones

La politóloga Fabiola Benítez enfatizó que nunca se consiguió una aclaración oficial de en qué circunstancias se dio la muerte del cadete, destacando que tras la consolidación del régimen no se produjo documentación que revelara responsables específicos, por lo que hasta la fecha la identidad de quienes ejecutaron el homicidio es desconocida.

“Décadas después, en 1996, la Corte Suprema de Justicia declaró la nulidad de todos los procesos contra Napoleón Ortigoza, uno de los acusados, y en 1998 el Estado paraguayo fue obligado a resarcirlo económicamente por los daños sufridos. Años más tarde, en 2015, la demanda presentada por familiares del cadete Benítez llevó a un fallo que reconocía que había sido víctima de un delito contra su vida, aunque sin señalar a los responsables; esa decisión fue revisada en 2016, admitiéndose la responsabilidad estatal y otorgándose una indemnización”, indicó Benítez.

Tras el hallazgo del cuerpo los lugareños instalaron una cruz en el lugar para no olvidar la tragedia. Foto: Archivo

Kurusu Cadete

Tras el hallazgo del cuerpo del cadete Alberto Benítez, inmediatamente los lugareños instalaron una cruz en el lugar para no olvidar la tragedia, pero tiempo después emergió de los pies del árbol de tatarẽ, del que fue colgado el joven, un manantial del cual supuestamente emana un agua milagrosa, volviéndose este sitio un lugar de oración y devoción.

Tal fue el impacto de lo que ocurría que en el sitio fue construido un oratorio denominado Kurusu Cadete y la figura del joven fallecido adquirió la condición de intercesor popular, al que se le atribuyen diversas sanaciones calificadas por muchos como milagrosas.

“El Kurusu Cadete sigue siendo lugar de peregrinación y devoción, al que las personas acuden solicitando la ayuda del cadete y confiando en el agua milagrosa que se extrae del pozo. El culto a Alberto Anastasio Benítez es también un testimonio de la pervivencia de las creencias populares y de la capacidad de la comunidad para resignificar la tragedia”, destacó Mauricio Gómez.

En el sitio fue construido un oratorio denominado Kurusu Cadete, el cual hasta le fecha recibe muchas visitas. Foto: Archivo

Datos claves

  • Un 8 de diciembre de 1962 dos niños hallaron el cuerpo del cadete Alberto Benítez colgado de un árbol.
  • La versión del gobierno de Alfredo Stroessner vinculó al cadete con una supuesta conspiración militar para derrocarlo.
  • Tras el hallazgo del cuerpo los lugareños instalaron una cruz en el lugar para no olvidar la tragedia.

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