La historia paraguaya es fascinante y es importante conocerla para comprender mejor nuestro pasado y su influencia en nuestro presente y futuro. Y como en toda historia existen voces dispares sobre algunos hechos, desde La Nación/Nación Media iniciamos la serie Mito o Realidad buscando dilucidarlos por medio de una voz cualificada, como lo es la de los historiadores.

El primer artículo de esta serie busca revelar si es mito o realidad que el mariscal Francisco Solano López dio la orden para las ejecuciones en la conocida como “masacre de Concepción”. Para ello recurrimos al investigador histórico Rodrigo Cardozo Samaniego, quien expuso su visión sobre el principal motivo de debate: fue una creación literaria o un extralimitación del ejecutor bajo orden del mariscal.

Algunos historiadores sostienen la versión de que los lanceamientos de más de 60 mujeres y señoritas realizados en Concepción entre abril y mayo de 1869, a manos del famoso sargento mayor Gregorio Benítez, alias Toro Pichaí, fueron un mito creado por el autor del libro “La masacre de Concepción”, Héctor Francisco Decoud; o bien que Benítez se extralimitó en las órdenes dadas por el mariscal López.

Antes de empezar con la exposición y como dato menor, pero no menos importante, es que el citado libro es siempre tildado de invento, pero resulta que en el mismo existen datos exclusivos tales como circunstancias, lugares, fechas, nombres de los integrantes de cada familia víctima. Testimonios usados incluso por quienes tildan a la obra como imaginaria.

Por ejemplo, se afirma que Toro Pichaí fue empleado de la familia Decoud o que el mismo cayó en poder de los brasileños. Hoy día es innegable la importancia en la historiografía del material de Héctor Francisco Decoud, quien obtuvo información de primera fuente, en este caso, de los crímenes comentados por el propio asesino y a confesión de parte el relevo de más pruebas.

Periódico "Estrella" que data del año 1869. Foto: Gentileza Rodrigo Cardozo Samaniego

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En el ámbito del estudio de la historia del Paraguay, una de las prácticas más comunes es negar sucesos y ponerlos en duda cuando no pueden demostrarse, esto con base en llamativas hipótesis que pueden derribarse con el minucioso examen de dichas negaciones. Y, cuando se afirma, se manosean las fuentes, una técnica actualmente utilizada por los defensores de los hechos de barbarie e infracción que se le acusan a Francisco Solano López.

Pero estudiados esos aspectos, existen muchos detalles en el citado libro que, comparados con fuentes periodísticas extranjeras y de la época, donde encontramos abundantes referencias, especialmente en diarios brasileños de 1869/1870, dan cuenta de que aquella masacre efectivamente tuvo lugar en la región de Concepción y San Pedro, puesto que las autoridades militares aliadas habían tomado conocimiento del caso, incluso del autor de esos asesinatos, Gregorio Benítez, quien cae prisionero de los brasileños unos días después del desembarco y ocupación de la mencionada ciudad norteña, acaecida en setiembre de 1869. Creemos que estas investigaciones, sostenidas y basadas en las citadas fuentes respecto al calendario de los hechos, son claves para entender lo sucedido.

El detonante

Todo comenzó cuando parte de la escuadra brasileña, encabezada por la cañonera a vapor Henrique Martins, comandada por el capitán Aurelio Garcindo Fernandes de Sá, alcanza la Villa Concepción el 19 de enero de 1869. Ante el alarme de las autoridades concepcioneras, se resolvió reunión mediante avisar al mariscal López y desocupar inmediatamente la villa con las familias y la población en general. Pero el ultimátum de la escuadra brasileña, de abandonar la plaza ante un inminente desembarco, derivó en que muchos huyeran.

La huida más representativa fue la del cura párroco de Villa Concepción, Policarpo Páez, y dos clérigos más, Cecilio Román y Gaspar Vázquez, pasándose todos a la nave brasileña Henrique Martins, el 22 de febrero de 1869, como reproducía el Jornal do Recife del lunes 22 de marzo de 1869.

Assumpcao, 27 de fevereiro de 1869. Do norte do Paraguay chegaram tres padres, que vieram pedir aos generaes aliados auxilio para trazarem numerosas familias dos seus respectivos districtos, que se acham foragidas e na maior miseria. No día 22 chegaram a este porto dous dos navíos de guerra que compuzeram a expedicao que daqui partió a 14 do mez próximo pasado, ao mando do capitao de mar e guerra Aurelio Garcindo Fernandes de Sá, para explorar todo o río Paraguay até Fecho dos Morros e dahi destacar uma divisao até Cuyabá. Comquanto lutasse com grandes difficuldades, que offerece a navegacao de um rio com passos difficeis e por onde nao navegavam os praticos havia 5 annos, venceu as a expedicao com felicidade. Um pouco abaixo da vinda da Conceicao avistou a expedicao uma bandeira parlamentar, que acenava para os navios. Da Canhoneira Henrique Martins largou immediamente um escaler, que recebeu a seu bordo tres individuos, um dos quaes declaraou ser o cura da referida villa, e que, tendo ahí recebido oito días antes orden de López para internar-se toda a populacao, fugira para as mattas, e depois buscara a margen do Paraguay, esperando poder, conseguir pasar-se para algum navio brazileiro com os seus companheiros. Esse cura da Conceicao é um dos tres sacerdotes a que acima me referi. Com effeito verificou-se estar abandonada completamente esta villa, apparecendo apenas um individuo a cavallo, que afastou-se rápidamente ao avistar os nossos navios”. Este hecho fue el detonante principal de lo que ocurrió después.

Firma del sargento mayor de Caballería José Gregorio Benítez. Foto: Gentileza Rodrigo Cardozo Samaniego

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“A los malos anatema y muerte”

Estas deserciones, una vez enterado el mariscal, fueron el pretexto aparente del cual se valió. Bajo la excusa de la entrega de la plaza, se ocupó tanto de las autoridades como de las mejores familias de la Villa Concepción, que hasta entonces se habían mantenido libres de su sed de sangre y de despojo.

Siguiendo la cronología, semanas posteriores se publicaba en el diario oficial del gobierno Estrella unas horribles injurias, que por traición se atribuían al cura párroco de Villa Concepción, a quien iba dedicada toda la primera página y parte de la segunda (edición del sábado 13 de marzo de 1869).

El referido artículo se titulaba “Policarpo Páez” y señalaba: “Anatema al malvado, cuyo nombre del eterno baldón estampamos al frente de este artículo”. En otro párrafo decía: “Policarpo Páez, indigno sacerdote, traidor infame, enemigo declarado de la patria, es el tipo de la perversidad, la piedra del escándalo y la ruina de innumerables almas”. Continúa diciendo: “…perezca Policarpo Páez, y perezcan con él los que han seguido sus pasos y designios, Cecilio Román y Gaspar Vázquez… en verdad horripila la impiedad del sacrílego Policarpo Páez. No hallamos en las leyes pena bastante para tanta maldad. Es insuficiente la privación y encierro perpetuo en un monasterio, a hacer una penitencia vitalicia, que en lo civil se impone al profanador del tribunal de la penitencia con violación del sigilo sacramental”.

Ya casi al final del amplio apartado decía: “El crimen de este famoso pecador es ciertamente de muerte y el Paraguay se salva, porque en nada perjudican los malvados a la causa de la libertad!” y culmina: “Así, cuanto más purificados estemos de infames traidores y de sacrílegos vitandos, tanto más fuertes seremos y más seguros estaremos de cantar la victoria final de la patria. A los buenos, gloria y honra, a los malos anatema y muerte”.

Extendiéndonos un poco más con el diario Estrella, pero en la edición del sábado 17 de abril de 1869, en su página 3, los editores se referían al caso con el título “Traición”, que en el primer párrafo decía: “La traición es uno de los mayores y más horrendos crímenes y sus consecuencias son fatales, sea cual fuere el grado de traición. La sola consideración de los que significa aquella palabra debía horripilar al hombre que piensa que existe un Dios que penetra lo más recóndito del corazón humano, a quien tiene que dar cuenta estricta de su vida, y de quien debe esperar el premio o el castigo. Convenzámonos pues de que la justicia siempre supera y castiga el crimen, nuestra causa es santa y justa”.

Revista del Paraguay. N.º 1, Año II, Buenos Aires, enero de 1982, págs. 545/546. Foto: Gentileza Rodrigo Cardozo Samaniego

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Las mencionadas publicaciones son extensas y ambas daban la impresión de que el mariscal ya estaba adelantándose a la atroz, cruel y espantosa tempestad que en poco tiempo se desataría y que realmente llegó a ocurrir en la Villa Concepción.

Toro Pichaí

Seguidamente, López llamó al bárbaro capitán del Primer Escuadrón del Regimiento de Caballería n.° 9, Gregorio Benítez, alias Toro Pichaí, que se encontraba en Tacuaral (hoy Ypacaraí) al mando de un destacamento en la vanguardia del ejército, y lo despachó a Concepción no sin antes ascenderlo a sargento mayor del Regimiento de Caballería n.° 45.

Conforme al Despacho Supremo del sábado 17 de abril de 1869, marchó con la orden de ir inmediatamente a poner orden en Villa Concepción; a todos los oficiales, soldados, familias y demás complicados en la supuesta entrega de la plaza, cuyos nombres figuraban en la lista que le dio, agregándole que, para el mejor cumplimiento de la comisión, se le proporcionarían los mejores lanceros del ejército, por indicación y a sabiendas del jefe del Estado Mayor, general Resquín, llegando a Tacuatí en el departamento de San Pedro el miércoles 28 de abril de 1869.

En cuanto al número de víctimas, la mayoría de ellas fueron mujeres. El Jornal da Victoria de fecha jueves 11 de agosto de 1869, en su página 3 señalaba: “Na Villa Concepción foram passadas pelas armas 63 mulheres das mais decentes familias da povoacao. Antes de morrer, estas infelices foram despedidas e atadas umas a outras. Um circulo de soldados as rodeava e foram estes os ejecutores desse horrivel crime. Em San Pedro tiveram igual sorte 9 mulheres pertenecientes a familia de un cidadao portuguez” (Se refiere a las hermanas Teixeira Molinas, hijas del portugués don Antonio Teixeira).

A más del libro de Decoud, los periódicos brasileños, el periódico paraguayo Estrella y La Regeneración, las memorias del excanciller José Falcón y los libros de los protagonistas de la guerra, Juan Crisóstomo Centurión y Francisco Isidoro Resquín, existe un documento titulado “La revista del Paraguay, n.° 1, año II, Buenos Aires, enero de 1892, p. 545/546″, donde se transcribe toda la declaración que efectúa el 9 de abril de 1870 el Gral. Resquín a bordo del buque Princesa (donde estaba en calidad de prisionero de los aliados) a autoridades judiciales del Gobierno Provisorio del Paraguay, donde a la pregunta de si conocía el caso de los asesinatos de Concepción, dijo: “Sabe haber comisionado López a Gregorio Benítez a quien dio entonces la graduación de sargento mayor para ejecutar a esas familias, cuya lista y causas llevaba escritas con cargo de examinar los acusados y ejecutarlos…” (sic).

Benítez ascendió a cabo 1.º por “las circunstancias de saber leer, escribir, dando de memoria desde las obligaciones de soldado hasta la del cabo, con explicación regular en el idioma guaraní. Sabe además toda la instrucción de recluta hasta la 3.ª clase de instrucción de compañía prácticamente con regular explicación”. Foto: Gentileza Rodrigo Cardozo Samaniego

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Extralimitación

Esta declaración de Resquín, hecha también ante testigos paraguayos, no fue impugnada y la hizo sin recibir presión alguna, como sí ocurrió con otra declaración que formuló en marzo ante los militares brasileños, que lo amenazaron con matarlo.

Este es el magín de la cuestión, ya que cuando Resquín en su libro habla de una extralimitación en la comisión de Benítez en Concepción, se refiere específicamente al robo y abuso cometidos por Toro Pichaí, pero no dicen expresamente que los asesinatos están comprendidos en esa extralimitación, pues son desde lo jurídico dos crímenes diferentes. En su declaración, Resquín no incluye a los asesinatos como cargo que se le formula a Benítez. Tampoco se desprende de los relatos que Benítez haya cumplido a cabalidad o no lo haya hecho de las funciones de indagación de la supuesta traición, como se le ordenó.

A más de las negaciones del suceso ocurrido en el Norte, fue siempre un mito si realmente López dio o no la orden a Benítez, más que exclusivamente para la averiguación de los hechos y, siendo así, se concluye que es incierto que se haya extralimitado en sus órdenes al proceder a ejecutar a esas familias. Esto luego motiva –supuestamente– la orden de López de apresarlo, cuando que por la declaración misma de Resquín se sabe que Benítez llegó a Concepción portando la orden precisa del mariscal de ejecutar a los incluidos en la lista.

En la posguerra, el propio Benítez lo confirmó en su declaración al mismo Héctor Francisco Decoud, a la sazón su patrón en la estancia de este en Emboscada. En realidad, López ordenó el arresto de Benítez por sospechas de deserción, y en cuanto a eso, el 24 de octubre de 1869 el periódico asunceno La Regeneración publicaba el siguiente anuncio:

Criminales

“Han sido puestos presos por orden del Gobierno en el Departamento de Policía el sargento mayor Benítez y el teniente Toledo, fieles servidores del tirano López. El primero fue comisionado por este monstruo para lancear a las familias de Villa Concepción, crueldad horrible que llevó a cabo el mayor, lanceando más de 60 señoras y señoritas por su propio capricho, mandando azotar a una niña decente con 50 fizasos. El teniente Toledo mandó también lancear a muchas señoras de Caazapá. El Gobierno haría muy bien en escarmentar a estos instrumentos fatales del tirano. Dentro de pocos días van a ser procesados (sic). (Fizasos: podría referirse a azotes con ramas de pyno’i, urticaria)”.

Con estos datos, resulta imposible negar estos hechos. La masacre de Concepción existió y fue real, al respecto de esto, el diario de Rio de Janeiro del domingo 15 de mayo de 1870 en su página 3 decía lo siguiente: “Que os horrores que practicou nao devem sorprender a ninguem, que ninguem debe duvidar da veracidade dessas scenas sanfrentas, nem extrañar os inauditos lanceamentos que mandou executar em familias e povoacoes inteiras, como por exemplo nos majores Benítez e Lara, na Concepción, en San Pedro e no Rosario”.

Por Despacho Supremo del 24 de julio de 1868, el teniente 1.º de la 2.ª Compañía del 1.er Escuadrón del Regimiento N.º 30, Gregorio Benítez, ha sido promovido a capitán del mismo escuadrón. Foto: Gentileza Rodrigo Cardozo Samaniego

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En cuanto al cura Policarpo Páez, el Jornal do Recife del jueves 5 de agosto de 1869 informaba que en el predio “Proximo á Cathedral, ao lado esquerdo, fica o edificio, que servia de seminario ecclesiastico da diocese. Neste edificio estao assitindo os padres que desempenham no exercito as suas sagradas funcoes, dirigidos pelo Rvd. Capucho Fr. José Fidelis María d´Avola Meza: estao aquí morando igualmente os padres paraguayos Claudio Arrua, capellao do exercito inimigo, prisioneiro em Angostura e Policarpo Paez, porocho da Villa da Concepción, o qual nao quiz obedecer á orden de López para recolher –se ás Cordilheiras, e veio apresentarse ao exercito brazileiro em Assumpcao”.

De esta forma, queda al arbitrio del lector sacar sus propias conclusiones respecto a que si López dio o no la orden para las matanzas.

Y para terminar, es importante mencionar que la transición democrática luego del golpe de 1989 trajo prevista la revisión de documentos de diferentes archivos en lo referente a lo que antes era la única historia, y fue a partir de ahí y con la ayuda de la tecnología que consultar documentos en tiempo real y no tener que desplazarse de bibliotecas en bibliotecas o de país en país hicieron más fácil investigar a profundidad sobre un hecho histórico, como el expuesto en este artículo.



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