Augusto dos Santos, compañero en El Gran Domingo
Nos despedimos de Marycruz con la poesía de la lluvia de noviembre. Desde su Córdoba natal hasta su larga historia paraguaya y asuncena supo caminar por ese rumbo que abraza el periodismo con la literatura.
El arte del buen escribir era su argumento en este mundo periodístico, plagado de prisas, superficialidades, y urgencias. Allí estuvo siempre, amable y solidaria, para cuidar la salud de la buena prosa.
Su última obra, en este diario, ha sido la coordinación de una idea que nos reúne cada semana: EL GRAN DOMINGO, y mirando atrás, este intento de buscar la profundidad, más allá de las noticias, está a punto de cumplir cinco años.
Lectores, aquellos que no se conforman con la pirámide invertida, agradecidos, más que nunca, eternamente agradecidos a Marycruz.
Gratitud por la docencia y por la decencia. Gratitud por la belleza plasmada en las métricas enérgicas de las columnas y gratitud por el mensaje, aquel que deja para futuras generaciones de periodistas con la lección aún desaprendida de amar la lectura para fluir escribiendo.
Estoy seguro de que el domingo la recordaremos a la altura de su merecimiento y en justicia a su obra. Estas palabras solo avanzan el sentimiento de profunda tristeza que nos agobia en esta comunidad que compartimos un espacio con su apacible aunque locuaz sabiduría.
Hasta el domingo Marycruz y hasta siempre.
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