Por Carla Ascarza (carla.ascarza@gmail.com)
Cultura es escuchar sonar 13 Tuyutí un domingo temprano en el campo; es la procesión iluminada con velas de apepu en el mágico Tañarandy de Koki Ruiz, es el rap y el rock fusionados con la polka y la guarania vibrando en escenarios con poderosas bandas nacionales; es el conocimiento ancestral de los chamanes y el ñanduti en las vidrieras del mundo.
La cultura es ese diálogo entre la tradición y la innovación que debemos impulsar. Es el factor clave para el progreso de una nación, ya que expresa su identidad, sus valores, su historia y su diversidad.
Y como todo motor de innovación, creatividad y cohesión social, la cultura debe ser reconocida, protegida y promovida con el apoyo de políticas públicas pues contribuye al bienestar de las personas y al fortalecimiento de la democracia.
Sin el guarani, sin las bellas esculturas de la Plaza Uruguaya, sin los emblemáticos edificios del casco histórico o sin las chipas de Barrero que forman parte de nuestros viajes al interior sería difícil, si no imposible, comprender la complejidad de nuestra identidad como pueblo.
Las políticas públicas deben estar basadas en el respeto a los derechos culturales de todos los ciudadanos, en el fomento de la participación ciudadana y en la articulación de los diferentes actores e instituciones del sector cultural.
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Ninguna cultura florece sin el apoyo de políticas públicas. En este sentido, es alentador el compromiso de la ministra de Cultura, Adriana Ortiz, quien apunta a la promoción de iniciativas orientadas a consolidar la institucionalidad cultural, a fortalecer el patrimonio cultural material e inmaterial, a promover las industrias culturales y creativas, a impulsar la educación artística y cultural, a fomentar la diversidad cultural y a facilitar el acceso a la cultura para todos los sectores de la población.
Entender la cultura como un derecho humano fundamental y como un factor estratégico para el desarrollo sostenible no solo debe ser una tarea del Estado, también debe ser asumida por el sector privado, especialmente por las empresas que tienen una responsabilidad social con la sociedad y el medio ambiente.
Cuando vemos estudiantes de las escuelas rurales con internet gratuito y contenidos educativos digitales; o acciones que incentivan el reciclaje de envases plásticos, que promueven la conservación y el uso racional de los recursos naturales mediante implementación de buenas prácticas ambientales, es probable que sean el fruto de programas desarrollados por el sector privado que entiende que la responsabilidad social empresarial (RSE) se define como la contribución activa y voluntaria al mejoramiento social, económico y ambiental de las empresas.
Esto implica ir más allá del cumplimiento legal y ético de sus actividades económicas, e incorporar en su gestión los intereses y las expectativas de sus grupos de interés: clientes, proveedores, empleados, accionistas, comunidades locales y sociedad en general.
La RSE no solo beneficia a estos grupos de interés, sino también a las propias empresas, ya que mejora su imagen pública, su reputación, su competitividad y su rentabilidad. Además, la RSE contribuye al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) establecidos por las Naciones Unidas para el año 2030.
Es un imperativo reflexionar sobre el rol que cada uno de nosotros puede tener en el desarrollo cultural y social de nuestro país. No se trata solo de ser espectadores o beneficiarios de las políticas públicas o de las acciones empresariales, sino también de ser protagonistas y participantes activos. Cada uno de nosotros puede aportar con su talento, su creatividad, su solidaridad y su compromiso a la construcción de una sociedad más justa, más inclusiva y más sostenible.
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Conocé el truco para que la sopa paraguaya salga húmeda y esponjosa
Sin lugar a dudas, cuando entramos a la cocina para preparar alimentos y más aún si se trata de nuestros platillos favoritos deseamos que todo nos salga perfecto y de esa manera sorprender a toda la familia, o simplemente para mimarnos nosotros mismos.
Si hablamos de nuestra comida favorita, más de uno coincidirá en que la sopa paraguaya es una de las guarniciones más deliciosas que tenemos en nuestro país y pertenece a una de las tantas comidas típicas con las que cuenta Paraguay.
Además es muy popular en todo el mundo, ya que la mayoría de los extranjeros que llegan a tierra guaraní desean probar la “sopa sólida” de la que todos hablan.
La sopa paraguaya, como bien sabemos, está hecha a base de harina de maíz, leche, grasa animal o vegetal (dependiendo del gusto de cada uno), sal, cebolla, huevos y una buena cantidad de queso Paraguay.
Sin embargo, no basta con mezclar todos estos ingredientes, ya que lo que se busca es que no quede muy seca y por sobre todo, que sea esponjosa. Para lograr esto, el consejo de los expertos es utilizar la cantidad justa de todos los productos.
Un buen batido y el toque secreto
Una vez que tengamos nuestra mezcla hecha, lo que recomiendan nuestras abuelas es batirla muy rápidamente y de ser posible con las manos (siempre con un buen lavado previo), ellas mencionan que este es el secreto para que una vez horneada la sopa logre la consistencia perfecta y quede en su punto.
Pero hay personas que utilizan un ingrediente más, que según ellas, hace que la sopa quede bien esponjosa, similar a un bizcochuelo y es un chorro de soda o una cucharadita de bicarbonato de sodio, obviamente esto ya es opcional. Lo cierto y lo concreto es que esta comida típica queda deliciosa en todas sus presentaciones.
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“Hay poco entendimiento sobre la importancia de la cultura para construir tejido social e identidad propia”
En esta edición del programa “Expresso”, emitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe a Marcelo Tolces, director, guionista y gerente general de contenidos de Nación Media. En este diálogo analizan los actuales formatos de contar historias y reflexionan sobre la actualidad del cine paraguayo. Tolces afirma que, a pesar de los avances, hay una deuda pendiente no solo con el cine paraguayo, sino en reconocer la importancia de fomentar todas las expresiones artísticas para el desarrollo cultural de una nación.
- Fotos: Emilio Bazán
–Admiro mucho lo que hacés, “18 cigarrillos y medio”. Todo lo que estás haciendo en la tele con “Noche de furia”, “Papucho reporter”.
–”Papucho reporter” es uno de los contenidos que más orgullosos nos pone realmente. Cuando encontrás la figura correcta para el contenido exacto.
–¿Por qué no escribís literatura?
–De hecho que es mi área de entrenamiento, hacer una diplomatura de literatura creativa, supongo que una de mis áreas de conocimiento o de influencia. Creo que en el día a día es imposible ahora mismo. Intenté hacer artículos en La Nación de cine más light, pero el tiempo no daba para escribir semana a semana. Creo que hay poco espacio en el mundo moderno, que está cambiando rápidamente. Creo que la novela como tal, que para mí fue el género narrativo más influyente en la historia de la humanidad, que fue gigantesco en el siglo XIX, de muchísima experimentación, cambio e influencias en el siglo XX, difícilmente encuentra un lugar en el siglo XXI, son otros tiempos, otra concentración, otra tensión de la que los tiempos cambiaron. Entonces creo que hay una realidad de por qué la novela nació en el momento que nació, acompañó todo este proceso de iluminismo, de democracia, intelectualidad y también como en 1980 la mayoría de los filólogos y los mismos novelistas decían que la novela estaba muerta y aquí ya no había un lugar para experimentar, a dónde llevarle después de todos los lugares a los que se les llevó en el siglo XX, flujo de conciencia, primera persona, segunda persona, etc.
LIBERTAD DE CREACIÓN
–A mí no me jode que las cosas desaparezcan, lo que me jode es que las cosas no se reemplacen.
–Yo en muchas cosas soy más pesimista, en ese lado sí soy más optimista. Para mí la necesidad de compartir experiencias, conocimientos, relatos, historia, todo eso podía ser la novela, que para mí es el mayor género de la literatura, el más libre, el más experimental, podés hacer lo que quieras. Podés contar una historia, podés cortar un capítulo y hacer un ensayo. Tenés completa libertad para crear lo que quieras. Yo creo que de alguna manera esa información se sigue distribuyendo que si buscás en redes sociales hay creadores de contenido digital y especialmente la línea de los estandaperos y comediantes. Creo que el novelista moderno es el estandapero. O sea, el novelista te mostraba la ironía y la falta de sentido en cosas de la vida, desarrollaba ideas contándote una historia. Y yo creo que el estandapero sigue haciendo eso de una manera muy autobiográfica. Sí está reemplazado en el hábito, pero quizás la novela te dejaba algo más. Creo que el motivo real de por qué cualquier régimen totalitario quemaba libros es porque los libros tienen la capacidad de cambiar a la gente. No sé si ver un clip de cinco minutos se te queda de la misma manera.
–No veo otra literatura más allá de los géneros clásicos como la novela, el guion. Si va a ser del nicho, deja de ser cultura en términos de cultura como un fenómeno...
–Formador de mirada y opinión y de influir, correcto. Si pensás hoy quiénes son las superestrellas de la literatura porque en el siglo XX sí hubo y mucho de (Ernest) Hemingway, (William) Faulkner, (Milan) Kundera, (Jean-Paul) Sartre era una estrella pop, o sea en el nivel de celebridad estoy hablando, no quiero decir que sea superficial. A lo que me refiero con eso es que somos una especie de civilización exitista que siempre tuvo la necesidad de tener héroes y figuras. Si pensaba en los primeros 1.500-1.800 años siempre esas figuras fueron militares o casi siempre, un par de filósofos en Grecia, un par de matemáticos, etcétera. Y en el siglo XIX Víctor Hugo, Dumas, los rusos (León) Tolstói, (Fiódor) Dostoyevski eran estrellas, eran celebridades en la capacidad de atención que generaban en la gente y de influencia que tenían en la manera de ver el mundo específicamente en esos momentos.
–¿Qué cosas contaban las historias de antes y qué cuentan las de hoy?
–Me acuerdo en una clase que decían que había cuatro historias nomás. Una ciudad sitiada, un amor imposible, una guerra, no me acuerdo cuál era la cuarta. Yo creo que el tipo de historia sigue siendo el mismo, pero el tono y la mirada con las que contamos esa historia cambió fundamentalmente mucho más en el audiovisual, pero también en la literatura, que todo se volvió mucho más meta. Estaba estudiando cine en la época de las películas de Charlie Kaufman, de John Gavin Malkovich, “Adaptation”, como una de las voces más fuertes de esa línea. Lo que digo es que somos una cultura, una civilización tan influenciada por sus propias historias, especialmente en el arte pop, audiovisual, cine y televisión, especialmente influenciando en cine y televisión, que las historias de hoy ya no pueden obviar eso. Ya necesitan ser metas. Ya no hay una historia de amor moderno creíble en la que no vaya a haber referencias a películas o a series, o donde ya no estés asumiendo que ciertos personajes te influyan de alguna manera. Y eso sí creo que es muy poderoso, ¿verdad? Creo que nunca hubo una sociedad tan autoconciente de eso como la de ahora, tan referencial, digo en la misma vida.
RELATOS
–¿Qué es lo que se resguarda con las historias de hoy?, ¿cuál es la hostilidad del mundo al que se enfrenta la literatura o la construcción de historias de hoy?
–Yo quiero separar más cosas porque sí creo que nunca una época con las herramientas de control masivo, marketing, publicidad, narrativa periodística, nunca el relato estuvo tan presente, nunca el relato estuvo tan intelectualizado, teorizado como una manera ya sea instalar una mirada, la guerra de relatos en la política.
–¿Cuáles son las cinco películas que llevarías a una isla?
–Películas que sean fáciles de que puedes ver una y otra vez, que son películas que no necesariamente se sostienen en su historia, se sostienen en otros elementos estéticos que hacen que puedas ver una y otra vez. Te diría número uno “Dazed and Confused” (1993) de Richard Linklater. Llevaría a “Annie Hall” (1977) de Woody Allen, “8 y medio” (1963) de (Federico) Fellini, algo de (Steven) Spielberg por lo espectacular y que es fácil de ver una otra vez, creo que “Rescatando al soldado Ryan” (1998). Y la quinta tiene que ser algo que realmente me haga reír una y otra vez, “This Is Spinal Tap” (1984, de Rob Reiner).
–¿La dirección de cine cambió en todo este derrotero, su rol, su protagonismo, su impronta?
–Una industria en el mundo que genera demasiado dinero siempre tiene mucha innovación. La revolución tecnológica y técnica de los últimos 20 años fue impresionante. Y atrae mucho talento de gente que todo el tiempo está innovando, cambiando maneras de contar.
CINE PARAGUAYO
–¿Hay cine paraguayo?
–Hay cine paraguayo, hay grandes directores de cine paraguayo.
–Contame qué es lo primero que viste con el sello de cine paraguayo.
–”Hamaca paraguaya”, que es un peliculón.
–¿Es lo primero que viste? ¿No viste “Cerro Corá”, por ejemplo?
–Vi “Cerro Corá” un 1 de marzo cuando transmitimos en GEN. Es muy rudimentario. No le pondré al mismo nivel que “Hamaca paraguaya” o “Las herederas” o “7 cajas”. O grandes documentales que se hicieron en los últimos 15, 20 años.
–La desventura del cine paraguayo es el problema del mercado, supongo, ¿no? A pesar de que hoy ese mercado se ensanchó.
–Es una industria muy cara, hacer una película requiere mucha inversión, aunque ahora hay una ley de cine.
–Probablemente ese sea el problema principal, de financiamiento.
–Obvio. Yo creo que hay cuatro o cinco países en el mundo, EE. UU., Nigeria, India, China que pueden sostener su industria con el dinero directo del mercado. Absolutamente en todos los otros países está subvencionado. Argentina, Brasil, Inglaterra, Francia, países grandes con mucha tradición y cultura de cine, igual necesitan esa subvención para mantener su cine vivo. Creo que una falta no en específico con el cine, sino en general de nuestro país, es el poco entendimiento de la importancia de la cultura a la hora de construir tanto tejido social como una identidad propia.
–¿El amor sigue siendo un asunto importante para las historias?
–Sí, creo que es clave. Creo que es clave para la vida también.
–¿Cambió la forma de presentar una historia de amor desde “Lo que el viento se llevó”?
–Muchísimo, porque cambió el relacionamiento del mundo. Yo creo que si vas a los 90, la era que a mí me tocó crecer y formarme, creo que fue el punto máximo del amor romántico como religión. Que si pensabas hacia el pasado o históricamente, en la Edad Media había una religión muy clara que movía las acciones. Creo que el relato religioso que durante todo el proceso de la segunda mitad del siglo XX le fue reemplazando la religión fue el relato del amor romántico. Pero creo que eso llegó a su punto máximo en los 90. Yo creo que por cada película que se hacía, cinco eran comedias románticas de alguien que esperaba a esa persona que iba a llegar, que iba a completar tu vida, que iba a hacer que todo funcione, que todo sea excelente.
–Que te va a rescatar antes de tomar el vuelo...
–Era una metáfora exacta de lo que esperan todas las religiones, la vuelta del Mesías o la llegada de Jesús. Es como un pensamiento mágico de que esto va a hacer que todo funcione. Los templos eran las salas de cine que llamaban a esa cantidad de gente, era todo ritualístico, era una experiencia compartida cuando te ibas a una sala.
ÉPOCA RADICALIZADA
–¿Cómo estamos anímicamente hoy? ¿Estamos pesimistas, somos realistas, somos serios?
–Yo creo que es cíclico y voy a aprovechar para meter de vuelta a mi novelista preferido de todas las épocas y posiblemente la persona que no conozco que más influyó en mi mirada, que es Milan Kundera. Su primera novela se llama “La broma”. Él habla del movimiento de la revolución comunista en Checoslovaquia en los 60 y hace una broma y ese era un mundo muy serio como para tomar una broma en chiste, muy radical, muy radicalizado y termina siendo expulsado del partido, expulsado de su trabajo, todo a partir de un chiste, de hacer un chiste en un momento que el mundo perdió el sentido del humor. Yo reconozco esa época en la actualidad, reconozco una época en la que todo está muy radicalizado, ideologizado, pero desde las emociones, no de la razón.
–Ideologizado desde la desideologización, es muy raro. En otro libro habla de que perdimos el debate y nos sometimos a las creencias, que vivimos en una etapa de imposición de creencias. ¿Por qué tanta paradoja entre avanzar y volver?
–Yo creo que son más herramientas de control y cómo se está manejando el mundo. Yo creo que hoy en ningún lado se salva, que de hecho uno se siente sin lado si intenta ubicarse en algún lugar del espectro ideológico. Lo político ya es secundario porque ya vendría como algo posterior, alguien que representa mis ideales o mi manera de ver el mundo. Creo que eso cambió demasiado rápido y creo que responde a otra cosa de la sociedad moderna. Vos más, yo menos, nacimos o crecimos en un mundo de Guerra Fría o de dos miradas opositoras a la vida y hoy se puede ver el mundo como mucho más conectado y no tan segmentado de un lugar al otro, y a la vez está más segmentado que nunca. Y yo creo que eso responde a que una sociedad tan egoísta, pero no estoy siendo crítico, estoy siendo descriptivo. El sistema capitalista empuja eso como algo positivo a la hora de crecimiento, porque llegamos a un punto demasiado extremo. Entonces, esto exige tomar medidas, decisiones o acciones que de alguna u otra manera van a ser nocivas para otra persona, no importa cuál sea. Entonces creo que todos necesitamos más que nunca creer que representamos el lado correcto, entonces no importa lo que hagamos porque estamos en el lado correcto. Entonces la gente se termina radicalizando en un lado para poder cometer acciones negativas y no sentir que es negativo sumado a que en las redes sociales la segmentación te llega solamente las lecturas de tu lado, demonizás el otro lado cualquiera sea.
–Hay una crisis de representación y hay un universo muy grande de personas que descreen de las formas de la democracia.
–Yo creo que es un momento crítico para todas las democracias en el mundo. El activista es el que más cae en el autoengaño. Hoy va a defender una bandera pensando que es parte de su identidad y que es lo único que está bien. Y después, investigás un poco y sabés que si hoy la izquierda defiende a ultranza los derechos de todas las minorías, eso está relacionado a un estudio semiológico en los 90 en Estados Unidos, donde estaban cerrando las industrias y la izquierda se daba cuenta de que su votante, el sindicalista, dejaba de existir porque dejaba de haber fábricas y tenían que generar una nueva estrategia, hicieron estudios de mercado para saber a qué electorados podían atraer primero y les hicieron una estrategia de aglutinar minorías que les termina explotando en las propias diferencias que hay dentro de esas minorías o lo incoherente que termina siendo el defender un sistema que en su necesidad de no discriminar va discriminando de manera positiva.
–Este fenómeno antisistémico se basa en el descreimiento de la fórmula y vale entenderlo también como una herramienta que sirvió para cambios en toda la historia del universo, que es la decepción.
–Yo creo que las decepciones son gran parte de las que forman nuestra personalidad y nuestra mirada. Cualquier área de la experiencia humana que analices son las mismas emociones las que nos mueven, porque estás apuntando a algo político, ideológico. Me decepcionó tal líder, me cambió el partido, cambió mi mirada, ahora quiero ser más activo. Pero realmente a la gran cantidad de personas les mueven mucho menos esas guerras de poder que su día a día, en un espectro de edad sus relaciones amorosas, en otro espectro de edad sus relaciones profesionales. Y la decepción forma una parte muy importante a la hora de formar tu mirada, de aprender qué buscar, qué no buscar, de cerrarte a un tipo de experiencia porque te sentiste muy lastimado o decepcionado cuando tuviste ese tipo de experiencia.
LA TELEVISIÓN
–¿Qué describen los medios, las expresiones culturales de ahora? Ya no existe ver televisión en vivo, ¿no?
–Ya no existe ver en vivo. Yo creo que 18, 25 años para abajo no existe ver televisión luego y quizás sí hay algún tipo de vivo que sigue funcionando como el streaming, pero no a través del aparato televisivo. Yo creo que los cambios son grandes que tienen que ver con demasiadas cosas. O sea, hasta el hecho de tener en tu mano la pantalla es distinto a cómo te sentís con la pantalla. Yo creo que por cada espectador televisivo, hay 1.000 o 10.000 espectadores digitales que solamente consumen a través de las redes sociales.
–Es prodigioso el aprovechamiento no percibido quizás por la propia producción que puede tener cada uno de los programas. Para mí “Noche de furia” es un programa pedagógico al respecto de cómo están funcionando las nuevas generaciones.
–Un programa periodístico que te informa de la actualidad, un programa periodístico que tenemos mucho en GEN, que ironiza sobre la actualidad,o que busca una mirada más lúdica sobre las noticias. Son muy elevados en su búsqueda y en su capacidad de influencia, pero a la larga siento que algo como “Noche de furia”, un programa que te muestra “Aquí estamos y esto somos”, “así vivimos”, “así nos enamoramos”, “así nos relacionamos”, “así nos reímos en esta era específica”. Te gustaría más ver en un archivo, enterarte cuál fue la tormenta política de una semana o entender cómo era la gente en un momento específico en Paraguay donde todo empezaba a cambiar en el comienzo de la inteligencia artificial, en el mundo hiperconectado de los celulares, etc. Creo que tiene mucho valor más allá de si su búsqueda es periodística, investigativa, informativa o cultural.
–Históricamente las radios informaban, la tele confirmaba y el diario generaba el inicio de un nuevo ciclo al día siguiente. ¿La tele es tu elemento de confirmación hasta hoy?
–Sigue siendo la fuente principal de muchos contenidos que se ven en redes y hay mucho contenido que se hace específico para redes.
–En estos días vi en una charla de Jorge (Lanata) y (Mario) Pergolini que hablaban de la berretización de los contenidos periodísticos, de derrocar los informativos y poner paneles, o sea, derrocar la información y poner opinión.
–Muchos de esos programas son producibles con la realidad de hoy en la que hay menos plata para invertir en la producción y en tener gente dedicada a armar un programa. Nosotros tenemos un programa guionado, que es “Silvero”, donde hay a tiempo completo una persona creativa en eso, pero no podemos plantear muchos programas así. La mayoría de los conductores periodistas en la economía actual hacen programas de televisión, radio a la tarde, otro programa y después tienen que grabar videos de influencer. Tampoco tenés ese tiempo para dedicar a la preparación. Entonces, es generar programas con un conductor donde se traen temas y hay un panel de debate que te ayuda a cubrir esa falta de inversión en producción. Hace poco Freddy Villarreal contaba que en algún momento se fue a Mónaco a hacer Figureti en una carrera de Fórmula 1 y había plata en la televisión para poder auspiciar eso. Hoy no se puede ir al pueblo al lado de Buenos Aires. Está fuera de los cánones de producción actual. La gente crece y se conecta de manera distinta con el público amplio. El público amplio de televisión tenía históricamente entre 18 y 35 años. Creo que hoy el promedio de edad del espectador televisivo está arriba de los 50.
“Creo que el novelista moderno es el estandapero. O sea, el novelista te mostraba la ironía y la falta de sentido en cosas de la vida, desarrollaba ideas contándote una historia. Y yo creo que el estandapero sigue haciendo eso de una manera muy autobiográfica. Sí está reemplazado en el hábito, pero quizás la novela te dejaba algo más. Creo que el motivo real de por qué cualquier régimen totalitario quemaba libros es porque los libros tienen la capacidad de cambiar a la gente. No sé si ver un clip de cinco minutos se te queda de la misma manera” .
“Yo creo que hay cuatro o cinco países en el mundo, EE. UU., Nigeria, India, China que pueden sostener su industria con el dinero directo del mercado. Absolutamente en todos los otros países está subvencionado. Argentina, Brasil, Inglaterra, Francia, países grandes con mucha tradición y cultura de cine, igual necesitan esa subvención para mantener su cine vivo. Creo que una falta no en específico con el cine, sino en general de nuestro país, es el poco entendimiento de la importancia de la cultura a la hora de construir tanto tejido social como una identidad propia”.
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Dos hechos resaltantes que ratifican la dignidad y soberanía del Paraguay
Con apenas algunas horas de diferencia, en dos sucesos de calificación trascendental, la administración del presidente Santiago Peña ha devuelto al país su condición de Estado independiente, libre y soberano para asumir las decisiones que más convengan a su pueblo. Pero lo hace dentro de un contexto de relacionamiento entre iguales en dignidad y de recíproco respeto, más allá de las diferencias en cuanto a potencial económico, político y/o militar. Paraguay, una vez más, hizo honor a su tradición histórica de asumir con valentía y firmeza los desafíos de la integración, rechazando, al mismo tiempo, cualquier pretensión de avasallamiento o la imposición de arbitrarias exigencias. Para alcanzar sus objetivos, sin perjudicar los intereses de sus pares en la negociación –siempre en la búsqueda del justo equilibrio en estos casos– recurrió a la fuerza de los argumentos fundados en la razón y las convicciones centradas en una lógica irrebatible. El acuerdo alcanzado entre las Altas Partes de nuestro país y del Brasil sobre la tarifa de la represa hidroeléctrica Itaipú sorprendió a medios de comunicación y representantes de la oposición, así como a técnicos del sector energético, que han demostrado su abierta animosidad contra este gobierno. Quedaron, pues, anonadados, aunque rápidamente se repusieron en sus malquerencias, no solamente porque se alcanzó un monto (19,28 dólares) que arruinó sus expectativas, sino, esencialmente, porque eso significó una gran conquista del actual Poder Ejecutivo y su equipo técnico de alta graduación académica e intachable integridad profesional.
Se logró mejorar la anterior tarifa acordada por el expresidente de la República Mario Abdo Benítez, en 16,71. Paraguay accederá a 280 millones de dólares en concepto de royalties, 650 millones de ingreso adicional que serán destinados a inversión social, 265 millones por compensación de energía cedida y 53 millones en utilidad de capital. Y otro dato no menor: nuestro país podrá vender libremente al mercado brasileño toda la energía que le corresponde y que no es utilizada en Paraguay. Sin embargo, el gesto inicial de estupor e incredulidad, rápidamente fue suplantado por “expertos” de todos los pelajes que están tratando afanosamente de desacreditar esta doble conquista. Entre ellos, algunos mediocres amanuenses del exmandatario Abdo Benítez, quienes reproducen libretos mal intencionados y peor redactados buscando instalar confusión en la ciudadanía. Pero, conociendo sus escasas luces y su nula capacidad de reflexión, la sociedad pasa por alto sus mamotretos, exabruptos y libelos difamatorios.
Lo que ocurre es que este acuerdo patriótico es la cara opuesta del acta entreguista que estuvo a punto de firmar Abdo Benítez, rifando nuestra soberanía e hipotecando el futuro de nuestro pueblo. Y que no llegó a hacerlo porque se descubrió a tiempo su imborrable traición a la patria. Así que lo que digan sus secuaces carece de cualquier valor, así como las opiniones de los detractores del reciente acuerdo suscrito con el Brasil, porque a lo largo de cinco años fueron funcionales a aquel gobierno signado por el despilfarro y el latrocinio impúdico y escandaloso a las arcas públicas, como la pareja de dirigentes propietarios del Partido Democrático Progresista (PDP).
Esta tarifa fue posible mediante la gran capacidad técnica de los negociadores paraguayos y la predisposición de sus pares brasileños para comprender que el planteamiento de nuestro Gobierno no tenía otro objetivo que poner el fiel de la balanza en su exacto medio, donde cada uno obtendrá los beneficios que por derecho les corresponde. Así se construye la verdadera hermandad latinoamericana, más allá de la retórica y los discursos simplemente emotivos. La preocupación de la opinión pública –agrandada por los voceros del pesimismo y agoreros del fracaso– tendrá que ser honrada con una explicación clara y la utilización transparente de estos recursos que, así como ya lo señalaron las autoridades, servirán para fortalecer los servicios y atenciones a los sectores más vulnerables y a las familias más carenciadas y desprotegidas de la sociedad.
El otro punto de reafirmación de nuestra soberanía fue la posición asumida por el presidente Peña con respecto al Reglamento 2023/1115 de la Unión Europea, que los productores nacionales consideran que se trata de un sistema de importación unilateralmente impuesto. El jefe de Estado, durante una reunión que tuvo lugar en Colonia Obligado, departamento de Itaipúa, sostuvo que “Europa se va a dar una gran sorpresa el día que tenga problemas de abastecimiento de alimentos, porque esto que están haciendo (sus países miembros) es una locura”. Y agregó que “nuestra determinación es inquebrantable, sea Unión Europea, sea China o quien sea, nadie nos va a venir a atropellar, nadie. Yo estoy decidido a eso y tengo ministros que están decididos a esto”. Seguidamente, aseguró a los productores que “el camino para el progreso no conoce de atajos; vamos a entregar más títulos, más financiamientos; vamos a acceder a más mercados”, garantizando un desarrollo inédito para el Paraguay, a diferencia de aquellos que “quieren seguir con su locura de imponer restricciones y precio a los alimentos”.
Peña obtuvo el inmediato respaldo de la Asociación Rural del Paraguay, subrayando explícitamente que no admitirá ningún tipo de injerencia dentro del marco legal nacional y que “ponga en riesgo la soberanía del país”. Dejando, igualmente, abierta la posibilidad de una cooperación técnica con participación de la Unión Europea, sin que ello implique aceptar sus imposiciones. Estamos ante dos hechos que son mensajes indubitables enviados a la comunidad internacional: Paraguay ha recuperado su soberanía, una soberanía subastada en el periodo anterior, y que el actual gobierno está dispuesto a presentar batalla para defenderla y preservarla.
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Paraguay, país bendito
- Por Emilio Daniel Agüero Esgaib
- Pastor
La Biblia dice que Dios hace todas las cosas según el puro afecto de su voluntad y, en esa soberana voluntad, a algunos nos hizo nacer en esta tierra y a otros los trajo, ya sea para echar raíces y establecerse o para estar por un tiempo cumpliendo una misión y enriqueciéndose con lo que esta nación, pueblo y cultura les puede ofrecer.
La riqueza de este país no solo radica en su cultura, música e idioma, sino que en su tierra, en su fauna y en su flora, a más de una ubicación geográfica estratégica en la región, que nos hace una tierra apetecible para extranjeros y de gran oportunidad para los que vivimos en este lugar.
Las fronteras del Paraguay están limitadas, en su gran mayoría, por el producto más deseado y valorado del mundo, el agua. Los ríos Paraguay, Paraná, Apa y Pilcomayo no solo son ricos en sí mismos, sino que albergan una cantidad impresionante de peces y plantas. Las tierras que bajan desde el departamento de Canindeyú, Alto Paraná, Itapuá, Misiones y Ñeembucú bordeando el río Paraná y entrando hasta 200 kilómetros hacia territorio nacional, constituyen una de las porciones de tierra más fértiles del mundo.
La tradición judía dice que Dios formó a Adán de la tierra roja, Edón, de ahí la palabra Edén. Esa tierra roja, llena de vida, que cuando se la aprieta parece salir sangre de ella es la misma tierra fértil y viva que cubre nuestro suelo y tan solo es necesario arrojar una semilla para que crezca una planta. Esa es la tierra que Dios nos dio como su heredad y en la cual nos plantó para que la bendigamos con nuestro trabajo y esfuerzo.
Personalmente, intento siempre que mis hijos amen este suelo y su cultura haciéndoles escuchar música nativa, dándoles de comer sus comidas típicas, hablándoles de su rica y sufrida historia e instándoles a que se preparen, que se esfuercen, que colaboren y que sean agentes de cambio para bien en esta bendita nación, que tanto necesita de hombres y mujeres fieles para quitarla adelante.
Cuando Israel tomó posesión de la Tierra Prometida, luego de una diáspora de casi 2.000 años, en el año 1848, surgieron muchas interrogantes acerca de quiénes eran los que deberían de llevar la ciudadanía de la restablecida nación de Israel. Algunos propusieron que tuvieran nacionalidad israelí todos los que habían nacido en esa tierra, sin importar su raza, religión u origen. Otros propusieron que fueran israelitas solo aquellos que tenían sangre judía y ancestros viviendo en esa tierra. Otros proponían que fueran israelitas todos los judíos del mundo, sin importan dónde vivieran. Así continuó el debate hasta que a alguien se le ocurrió preguntar al carismático e influyente líder judío David Ben Gurion, quien luego fuera primer ministro israelí, qué opinaba al respecto. Ben Gurion, que hasta ese momento estaba escuchando callada y atentamente este debate, abrió su Biblia y dijo: “Me gustaría que los que lleven la ciudadanía israelí tengan los requisitos que el Salmo 15 pide a todos los que habrían de habitar la Tierra Prometida”, y leyó: “¿Quién, Señor, puede habitar en tu santuario?¿Quién puede vivir en tu santo monte? Solo el de conducta intachable, que practica la “justicia y de corazón dice la verdad” ; que no calumnia con la lengua, que no le hace mal a su prójimo ni le acarrea desgracias a su vecino; que desprecia al que Dios reprueba, pero honra al que teme al Señor; que cumple lo prometido aunque salga perjudicado; que presta dinero sin ánimo de lucro, y no acepta sobornos que afecten al inocente. El que así actúa no caerá jamás”.
Su respuesta fue tan impactante y tan elevada que, así como aquel líder, yo también deseo que los ciudadanos de esta nación, el Paraguay, la mayoría llenen, de ser posible, los requisitos propuestos por este Salmo.