“El que no toma su cruz no es digno de mí. Este domingo el evangelio expresa con mucha fuerza la invitación a vivir plenamente y sin duda nuestra fidelidad al Señor”, empezó diciendo el obispo de la diócesis de Caacupé, el monseñor Ricardo Valenzuela, en la homilía de este domingo pasado.
A través de un fuerte mensaje, el religioso se lanzó contra la corrupción y las malas prácticas, por lo que dijo: “Quien quiera encontrarse con un Jesús bonachón va estar equivocado. Jesús es misericordioso y muy cercano; para Jesús no hay ambigüedades. Todo tiene que ser muy claro y contundente, o se está con él o no se puede decir que somos sus discípulos”.
Al mismo tiempo de asegurar que estamos acostumbrados a arreglar los problemas bajo la mesa, “es decir, sin claridad ni la verdad necesaria. Hoy nosotros nos decimos discípulos de Jesús, pero no luchamos por la vida, ni la justicia ni luchamos por la verdad. A veces queremos esconder esta radicalidad del evangelio de Jesús en estructuras, costumbres y apariencias”.
Todo gesto de amor
Para seguidamente puntualizar: “Sin embargo, las palabras de Jesús suenan tan fuertes y exigentes: ‘El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. Y recordemos lo que significa la cruz de Jesús, una entrega plena para que todos los hombres tengan vida y este sería la medida para juzgar si somos verdaderos discípulos de Jesús’”.
Y explicó que las advertencias que hoy nos hace Jesús no tiene la finalidad de destruir la familia o despreciar el respeto a los padres o a los hijos, sino más bien: “Nos quieren mostrar que el amor a la verdad y al reino”, y destacó: “Seguir a Jesús exige una renuncia radical y hasta la muerte a nuestros propios instintos y ambiciones va en contra de una vida incompleta y falsa que pone sus cimientos en el poder, placer o en el dinero”.
Así mismo afirmó que: “Defender la vida hoy, al igual en los tiempos de Jesús, puede tener sus peligros, pero el verdadero discípulo está dispuesto a afrontar esos riesgos una y otra vez sin desmayar, porque ha puesto su confianza en Jesús. Jesús nos anima asegurándonos su presencia, ‘Yo estaré con ustedes’, y quienes reciben a sus seguidores le recibe a él mismo”.
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Además, manifestó que el abrirse al otro es el comienzo del camino hacia el reino, “porque el amor es el fundamento de la misión. Sin embargo, también es una oportunidad y un descubrimiento, pues el amor crece, recibir al otro es recibir a Cristo. Para construir el reino necesitamos abrir nuestro corazón y pensar, ¿cómo lo haría Jesús en este caso?”.
“Muchas veces no se trata de realizar cosas grandes ni espectaculares, sencillamente con una simple sonrisa acogedora, un gesto de solidaridad etcétera, pues no olvidemos que en el fondo de toda la vida hay alguien que bendice, acoge, recibe y recompensa todo gesto de amor por pequeño que pueda parecer, ese alguien se llama Dios Nuestro Padre”. Para cerrar, expresó: “Por tanto, hermano, apresúrate a hacer el bien, y no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy. Hoy es el día de la gracia”.