El sábado 17 de junio se dio a conocer sobre el fallecimiento de Juan Ramón Ayala, un verdadero ícono en la elaboración y distribución de la chipa en todo el país y creador del tradicional chipá Barrero, conocido en todos los rincones de Paraguay. Fue una persona trabajadora y muy orgullosa de lo que fue forjando a lo largo de su vida en su querida ciudad de Barrero.
Don Juan Ramón Ayala a lo largo de su vida luchó mucho para lograr posicionarse como el auténtico chipá Barrero y dio trabajo a cientos de personas. En una entrevista, Darío Encina recordó la historia y manifestó que a la edad de 7 años Juan Ramón llegó junto con su madre en la ciudad de Barrero, donde construiría una de las empresas más importantes y conocidas a nivel nacional.
“No teníamos ni qué comer cuando llegamos, pero teníamos un lugar donde vivir, tres sillas y dos catres. Entonces, le dije a mamá que iba a ir al centro un rato y fue ahí donde vi en la parada de buses a dos mujeres vendiendo la chipa. Les pregunté qué podía hacer para ganar un poco de plata y me recomendaron vender agua”, había rememorado don Ayala.
Eso lo motivó y volvió a su casa para pedirle a su madre que le comprase un balde y un jarro para poder iniciar su negocio de venta de agua. “Para qué querés eso”, le preguntó y le contestó que iba a vender agua helada. La madre entonces le compró el balde y al día siguiente Juan Ramón se instaló en la parada. Algunos compraban y otros solo le daban el dinero.
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Comenzó a vender chipa
A pesar de ser un niño se dio cuenta de que lo que más se vendía en ese lugar era la chipa, que las mujeres se instalaban temprano y que para las 11:00 de la mañana ya se iban a sus casas finalizando su jornada laboral, por lo que pensó que era más interesante incursionar en la venta de la chipa como esas mujeres emprendedoras. Entonces fue junto a una de las mujeres que preparaba chipa y le pidió que se las prepare. “No hay problema”, fue la respuesta.
Siendo muy pequeño fue muy inteligente y pidió a la mujer que le preparase 50 chipas para arrancar su nuevo negocio, por que el agua no funcionó y al día siguiente se instaló en la parada con su canasto de chipas. “Cuando eso la chipa costaba 2 guaraníes y para las nueve de la mañana vendí todo lo que llevé”, había apuntado Ayala.
Entonces volvió con la mujer y le pidió que le preparase más, mientras esta organizaba la segunda tanda de 50 chipas, Ramón llevó un poco, cantidad que le sobraba y volvió a vender todo. Ese día hizo cinco viajes de venta. Ya para el día siguiente hizo preparar más y así comenzó todo, detalló.
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Llegó a Asunción
Después de unos años, varios pasajeros así como conductores le recomendaron que llegase hasta Asunción para vender sus productos, ya que las estaciones de buses eran más grandes y concentraban mayor cantidad de personas. Le dijeron que vaya hasta Asunción, porque por ahí no había chipa y fue. Otra persona le dijo que se instalase en la Plaza Uruguaya desde la 11:00 y que se pusiera el canasto de chipa en la cabeza y hasta “le apostó” que iba a vender.
Ayala también había contado que la gente se quedaba en la Plaza Uruguaya a comprar su chipa y que tres semanas después ya tuvo que preparar tres canastas. Vendía todas sus chipas, incluso al propio presidente de la República en aquel entonces, Alfredo Stroessner. “Llegó un hombre y me dijo que subiera todos mis canastos a su auto y que él iba a comprar todas mis chipas. Llegamos a su casa y era enorme, era la casa del presidente y almorcé con él y me dijo que siga trabajando”, refirió.
Compró su primera camioneta
Desde esa ocasión todos los días el chofer del presidente iba a comprar la chipa para que Stroessner junto a sus hijos y nietos pudieran disfrutar de la chipa. “Me prometió que iba comprar la chipa todos los días y me preguntó qué quería, en ese entonces le dije que quería para mi camioneta porque era difícil poder llega a Asunción, ya que los pasajeros y choferes se quejaban cuando subía al bus”, contó Ayala.
En ese momento el presidente tocó un timbre y convocó a una persona a quien le dijo que tenía que acompañar a Juan Ramón para que le consiguiera un crédito para comprar su primera camioneta -ya que en ese tiempo era difícil que le dieran un préstamo a un trabajador como a él-, vehículo que logró pagar todo en seis meses, gracias a la venta de chipas.
Ayala explicó que recorrieron varios lugares porque no encontraban el vehículo que le gustaba. Llegaron hasta un local donde había camionetas lindas, pero a pesar de que su aspecto personal “no daba para comprar”, le dieron los precios. Regresó junto al presidente, que volvió a tocar el timbre y le pidió al hombre que le acompañase para firmar los pagarés, que eran de 10.000 guaraníes mensuales. A continuación le advirtió que si no podía pagar algún pagaré, que le avise. Luego de seis meses volvió junto al presidente y le dijo que ya había pagado todo el monto de la camioneta. Desde esa vez lo consideró como su amigo.
Su madre aprendió a hacer la chipa
Cuando ya tuvo su primera camioneta, la mujer que le preparaba las chipas le dijo que ella podía enseñarle a su madre a hacer la chipa y que así podrían trabajar juntas, además de obtener mayores ganancias. Le preguntó a su madre y ella le dijo que no tenía problema para aprender y entonces mandó hacer un horno con el que doblaron la producción.
Fue así que hace unos 70 años Juan Ramón Ayala convirtió en realidad su sueño del negocio propio, vendiendo chipas junto con su madre y toda su familia. El chipá Barrero se convirtió en una deliciosa tradición a nivel nacional y los memoriosos recuerdan a Juan Ramón vendiendo canasto tras canasto en los encuentros deportivos que se disputaban en el Defensores del Chaco, donde impedido de desplazarse entre la multitud, con gran destreza arrojaba sus chipas a los clientes y estos también le pagaban tirándole el dinero desde varios metros.
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