En memoria de la niña Felicita Estigarribia, recordada como “la vendedora de mandarinas”, desde 2015 se conmemora cada 31 de mayo el Día Nacional contra el Abuso y la Explotación Sexual de Niños y Adolescentes del Paraguay. Esta fecha, en que la pequeña de 11 años fue hallada muerta y víctima de abuso en Yaguarón en 2004; llama a la reflexión a la sociedad para buscar los mecanismos de protección más efectivos para los niños respecto a los abusos sexuales y acosos que pueden derivar en la muerte.
La psicóloga clínica Norma Espínola presentó una serie de síntomas y reacciones en los niños para saber cómo detectar signos de acoso escolar y abuso en los pequeños, desde la comunicación directa hasta los síntomas físicos que pueden causar estos graves acontecimientos.
La profesional destacó que es muy importante llevar y buscar a los hijos de la escuela, ya que la expresión facial del niño luego de una jornada escolar, donde pudo haber sido víctima de bullying o abuso, puede brindar una información precisa sobre sus sentimientos y emociones, donde a través de la comunicación, se puede detectar. Sin embargo, luego de horas, cuando otra persona buscó al niño y no hubo ese contacto directo con sus padres, es prácticamente archivo borrado.
Entre los signos de alarma que deben llamar la atención a los padres o encargados resalta principalmente el cambio de conducta. Se presentan trastornos en la alimentación y en el sueño, comen poco o en demasía, duermen poco, se inquietan, tienen pesadillas.
Lea más: La Costanera de Asunción ya tiene monumento al Arpa
Cambio de conducta
Además, como síntomas físicos, de acuerdo a la edad, se presentan dolores de estómago, ya que este órgano alberga el sentimiento de rabia o también pueden presentar dolor de cabeza, porque piensan mucho en lo sucedido y tienen angustia, miedo.
“Uno de los primeros detalles que siempre se presentan es un cambio de conducta en los niños, por eso es que los padres tenemos que tener ese contacto diario con ellos. Hay que dejar un poco el celular y las redes sociales, y estar más atentos a ellos. Lo primero que cambia: hay trastornos en el sueño, les cuesta dormir, tienen pesadillas, se vuelven inquietos”, explicó Espínola en entrevista con La Nación-Nación Media.
Lea también: Recomposición del arbolado de la Basílica de Caacupé costará G. 500 millones
Agregó que los niños que fueron víctimas de abuso se desestabilizan totalmente en sus emociones, se vuelven muchas veces irritables, se convierten en los famosos “contreras”, buscan contrariar todo aquello que se dice o que se debe hacer, hacen berrinches sin sentido aparente.
“Empiezan a tener somatizaciones, que es hacer síntomas en el cuerpo. Por ejemplo, se quejan mucho del dolor de panza porque es el órgano que abriga la rabia y el enojo. También suelen presentar dolores de cabeza, palpitaciones cuando se asustan o lloran, presentan sudoración en las manos o en el cuerpo y dependiendo la edad tienen la presión baja o alta”, describió la profesional a La Nación/Nación Media.
Podes leer también: Médico naturalista de O’Leary fue condenado por abusar sexualmente de dos niñas
Otros síntomas, que pueden ser muy personales en cada niño o a la situación que vivió: pueden presentar estados depresivos, tristeza profunda en sus inicios y pueden llegar a realizar acciones de autoagresión y en los estados más graves serían, dejar de tener ganas de vivir, que suelen expresarlo cuando los abusos o violaciones fueron muy graves.
“Cuando los abusos o violaciones ocurrieron de forma muy grave, los niños llegan a atentar contra su vida, hacen cosas peligrosas o se golpean la cabeza o las manos con objetos contundentes. Esto, no solo ocurre en adolescente, que se autoagreden o buscan atentar contra sus vidas, ocurre también en chiquitos cuando los casos de abuso fueron bastante graves o intensos”, indicó.
Llanto fácil: sensibilidad
Otro síntoma es el aislamiento, se alejan socialmente atendiendo que su dignidad fue afectada. “La dignidad es la herramienta que utilizamos para socializar”, subrayó. Atendiendo que ante la vulneración de sus derechos y dignidad, estos niños se quedan sin herramientas y prefieren apartarse del grupo.
Espínola añadió que otro de los síntomas a tener en cuenta es el llanto fácil, la sensibilidad que presentan ante situaciones de fácil control, pero buscan la forma de expresar en llanto sus emociones. También presentan a menudo, sentimientos de culpa, “el agresor le instala ese sentimiento de culpa al niño”.
Asimismo, a muchos de los niños víctimas de vulneración de sus derechos les cuesta la concentración en la escuela, se vuelven retraídos, bajan sus calificaciones, no hablan, no participan, mientras que otros utilizan la actividad escolar para distraerse y olvidar el trauma, mejoran sus calificaciones, mantienen sus actividades escolares normalmente. “Estos utilizan el colegio como escape y siguen siendo buenos alumnos”, refirió.