Una jauría de perros y un festival de ladridos dan la bienvenida en un gran portón gris de madera en el que funciona el santuario Jagua Renda. Se trata de una antigua casona que se conjuga con el verde de los árboles y un arroyo que funciona como balneario para unos 125 perros de todas las razas, tamaños y colores, que viven allí con Vero Busto Tatter, directora de Jagua Renda, Alba Ozuna, vice directora de la ONG, y Luci, que es una de las cuidadoras.

Si bien el lugar aún es muy poco conocido, pues funciona desde el 2016, de hecho La Nación se hizo eco de esta acogedora vivienda de perros y la labor social que realizan las personas que se encargan del lugar por amor a los perros, a través de la publicación del tiktoker José Félix, quien días atrás había presentado a Jagua Renda, a través de sus videos.

Este santuario se ubicada frente mismo a la antigua Estación de Tren de Yukyry de la ciudad mística de Areguá, al que se llega por la calle Wenceslao Martínez, donde se origina la ruta del desvío Luque-Samber. Yendo por este trayecto, a unos 100 metros de la Comisaría Nº 38, se encuentra un lavadero de autos, allí se dobla a la izquierda hacia la vía del tren y a pocos metros se puede visibilizar el portón gris donde los perros ya se hacen notar con sus ladridos.

La jauría de narices frías invita a llegar a su santuario con sus ladridos fuertes e insistentes, ya que uno de sus roles también es proteger la casa y al no conocernos, al equipo periodístico de La Nación, obviamente era intruso y cualquiera que no suele tener trato con perros se asustaría y se negaría a ingresar por ese enorme portón. Los interesados en visitar el lugar pueden comunicarse al wa.me/595971695566 para agendar citas.

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Vero Busto Tatter, directora de Jagua Renda. Foto: Jorge Jara.

Sin embargo, Vero amablemente nos invita a pasar y nos explica que sus perrhijos o la “manada” son mansos pero traviesos. Casi como un ritual, ella abre los portones, nos dio la instrucción de nada de tocarlos ni hacer contacto visual con ellos de buenas a primeras. Entramos, casi con miedo para enfrentar a los 125 peludos, nos huelen y empiezan a bajar los decibeles, ahora ya nos lamen y nos pasan las manos, hacemos contacto visual, los tocamos, los acariciamos y se hacen adorables.

Al ingresar y luego del ritual de bienvenida al santuario canino, Alba Ozuna, la segunda líder humana del Jagua Renda, nos aclara que el lugar no se trata de un refugio o albergue para perros, donde reciben a perros enfermos o abandonados donde se los vuelve a poner en buenas condiciones de salud para ofrecerlo en adopción, el santuario no se dedica a esto, ellos vienen para quedarse.

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“Nosotros somos un santuario, una vez que recogemos a los animales ellos se quedan a vivir acá dentro de la manada, no es que los damos otra vez en adopción. Generalmente, los perros que viven aquí se cruzaron en el camino de Vero, ella los recoge con mucho cariño, otros son perros que fueron enviados por diferentes causas como abandono, maltratos físicos o abusos. La mayoría de los perritos son buenos y dóciles, ellos forman parte de una manada terapéutica que vive en su ambiente natural, acá no hay cadenas ni jaulas”, explicó Ozuna a La Nación/Nación Media.

Mientras Vero trata de apaciguar a Donald Trump y Hugo Chávez (nombres pintorescos de los peluditos), ya que siempre que se ven se gruñen y se ladran, presenta a Aratirí, el pastor alemán mestizo, que es líder de la manada. Luego, nos habla de la hermosa Danessa, la Gran Danés sorda que convive de forma natural con toda la manada y así, iba presentándonos a cada uno de sus perrhijos, sin olvidar el nombre ni las ocurrencias de cada uno de los 125.

Tenía pánico a los perros, acudió a una terapia, sanó, se adoptó a su primera perrita y cuando se dio cuenta, ya tenía 17 viviendo en su departamento, esto la llevó a fundar Jagua Renda. Foto: Jorge Jara.

“Le llamamos manada terapéutica porque ellos trabajan sobre la gente que viene de visita, toda la gente que sale de Jagua Renda sale diferente. Algunas personas llegan con depresión, pesadez, estrés y el amor y la energía que irradian los 125 perros hacia las personas hace una transformación en ellos. Las personas que llegan aquí en dos o tres minutos están relajados y les cambia la visión y el concepto que tienen hacia los animales, si eran indiferentes, se vuelven más empáticos con los animales”, dijo Vero.

Recordó que antes ella le tenía pánico a los perros, nunca tuvo perros en su infancia, pero luego junto a profesionales de la neurociencia, se hizo un proceso de reprogramación mental, adoptó a su primera perra junto a su marido en el 2012 y el amor a ellos, hizo que su departamento en Asunción sea la casa de unos 17 perros más, eso la llevó a fundar Jagua Renda, donde ahora son 125, se establecieron como ONG y van recibiendo el apoyo de benefactores: veterinarias, empresas y padrinos que los ayudan en sus necesidades.

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Los perritos, en estos días de calor tienen su propio balneario, un arroyo que pasa por el predio de unas 15 hectáreas de espacio verde y una casona que se alquila para el santuario. También cuenta con una piscina natural, el proyecto a mediano plazo es salinizar el agua para no utilizar químicos para su mantenimiento, los peludos también ingresan aquí para refrescarse. Apelan a la solidaridad de empresas o personas que manejen esta labor para ayudarlos.



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