Tras dos años de encierro y con menos peregrinos comparados con anteriores a la pandemia, la basílica de Caacupé celebró de manera multitudinaria este año la festividad de la Inmaculada Concepción de María, que es celebrada cada 8 de diciembre. Aunque se notó menos presencia de peregrinos, estos llegaron con la fe y la devoción intacta para honrar su promesa a la Virgen.
El tema de la celebración de la misa de esta fecha es “La Virgen María convoca a los laicos para encarar la palabra”, y fue oficiada por el obispo de la diócesis de Caacupé, monseñor Ricardo Valenzuela. “La Virgen se preparó para recibirles”, dijo monseñor Valenzuela, al iniciar el sermón y pidió aplausos a toda la concurrencia. Se refirió al tema y dijo que eso significa que “encarar la palabra” significa que se las debe poner en práctica.
Monseñor Valenzuela pidió no solo escuchar la palabra, sino además, practicarla, “que estemos unidos, encontrando a Cristo y a la Iglesia, teniendo siempre presente la palabra de Cristo”. Indicó que eso significa en la comunidad llevar la carga del otro, ayudarse mutuamente, ya sean entre religiosos o como laicos, para que haya comunión y se pueda compartir.
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Monseñor Valenzuela basó su mensaje en la familia, de la que dijo que está herida, fracturada y es atacada tanto por el poder político como por ideologías. “Es cierto que desde fuera están atacando a la familia como institución básica, con el poder político, con el poder financiero, con las ideologías”, lamentó.
Al iniciar el sermón dijo que la primera parte en que se debe formar la comunidad es la parroquia e invitó, así como el papa Francisco, a una iglesia de salida, a una iglesia que llegue a los que más necesitan. “La Iglesia ofrece la palabra de Dios e invita a los laicos a salir a las calles, llegar a los límites de la ciudad, a los que sufren, sin juzgarlos, sino acompañarlos”, dijo.
Recordó que en los próximos años se recordarán fechas importantes como los 500 años de la aparición de la Virgen de Guadalupe y los 2000 años de la resurrección de Cristo, para lo cual se estará preparando mediante sínodos. Indicó que mediante la escucha se estará buscando una nueva forma de llegar a la gente.
Al hablar del sínodo se refirió a la importancia de la familia, dijo que es la base de todo. Seguidamente, dijo que la familia paraguaya tiene un problema antropológico y se puede volcar en la moral lo “que no entendemos que somos nosotros”. En ese sentido, dijo que se debe redescubrir quiénes somos para dar desde allí muestras de esa dignidad a través de los valores, mirarse por dentro, “revisar su realidad, sus valores y sus límites, sin miedo, porque el miedo paraliza y no nos permite avanzar en el camino”.
“La pérdida del sentido ético y del bien común, los distintos ámbitos de corrupción aún imperantes, la dinámica de la droga y su tráfico, las situaciones de extrema necesidad de los campesinos y obreros, los atentados contra la vida de tantas personas inocentes e indefensas, claman por la liberación integral del hombre paraguayo”, indicó en su homilía.
Agregó que debemos redoblar el llamado para asumir posturas para erradicar esos males, ser valientes para asumir que esa institución fundamental de la sociedad y del Estado que es la familia está fracturada y se debe revisar los valores y los límites, que además, no tiene raíces profundas de fe y golpeados en los valores.
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“La familia está fracturada porque tenemos volteados nuestros valores y prioridades… Es cierto que Dios quiere que sus hijos vivan bien, pero ese vivir bien no se puede medir solo desde lo material, también requiere desarrollarnos como personas, como comunidad, en la dimensión espiritual y social”, aseguró.
Aseguró que hoy la familia se pierde en el modelo materialista que se tiene y está fracturada, está herida porque no inculcamos a nuestros hijos el amor de Dios, huimos a las palabras sencillas y la austeridad, “porque criamos a los hijos orgullosos y soberbios y les robamos la capacidad de aceptar la frustración. Le creemos más a las promesas del mundo que a Dios.
“La familia está herida porque no inculcamos a nuestros hijos el amor a Dios y al prójimo, porque no aceptamos que nuestros hijos sean personas con defectos y necesitados de corrección. Porque no toleramos que se les llame la atención, y nos comportamos como fieras cuando alguien los llama al orden. (...) creemos que tenemos el derecho de ser servidos, pero no nos gusta servir. Porque criamos hijos orgullosos y soberbios al haberles puesto el mundo en bandeja y les robamos la capacidad de aceptar la frustración y la dificultad”, aseveró el religioso.
En otro momento, dijo que ya no sabemos hablar sin herir al otro y vemos a los hijos como mera voluntad y no como un don precioso, porque se ha sacado a Dios de los corazones, normalizamos la infidelidad, humillamos a los demás, por lo que aseguró que es tiempo de reconocer nuestros errores y dar lo mejor de nosotros mismos, no juzgar por la apariencia.
“La familia está herida porque no sabemos perdonar, le creemos más a la enseñanza del mundo que a las promesas de Dios que ha creado todo con orden y belleza. Y al perder la armonía con el creador se nos pierde la capacidad de perdonar, ya no sabemos hablar sin herir al otro, porque le pedimos a los nuestros una perfección que no tenemos. Porque caímos en la trampa de considerar el matrimonio algo desechable y a los hijos como frutos de nuestra mera voluntad, no como dones preciosos de Dios. La familia está herida, porque sacamos a Dios de nuestro corazón, porque relativizamos la verdad, porque nunca hay tiempo para orar, porque aceptamos y normalizamos la infidelidad, el maltrato verbal y físico, porque humillamos a nuestra esposa o esposo delante de nuestros hijos o nuestros amigos. Porque guardamos silencio ante el pecado y la maldad”, lamentó el religioso.
Asimismo, instó a ser mejores familias, a reflexionar sobre qué significa ser familia, reconociendo humildemente los errores, a dar lo mejor de nosotros mismos, dedicarles tiempo a nuestros hijos, decirles “aquí estoy”, de enseñarles más que con palabras con obras, que aunque la vida sea dura, siempre podrán contar con nuestra ayuda, indicó.
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“Si nosotros fortalecemos a diario nuestro hogar y le pedimos a Dios que sane nuestras heridas familiares, y buscamos la reconciliación, volveremos a fortalecernos como paraguayos y no podrán con nuestra nación, no podrán destruir la obra de Dios en nuestra familia”, manifestó. Seguidamente, dijo que del futuro depende de la familia; su papel fundamental es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz.
A diferencia de años anteriores, si bien hubo mucha gente, en esta oportunidad sí se podía caminar tranquilamente entre los peregrinos, cosa que en años anteriores de la pandemia era prácticamente imposible, debido a la gran cantidad de fieles que acudían hasta la basílica.
Una de las razones por la que hubo menos gente puede ser el inicio de una nueva ola de COVID-19, o también que los fieles hayan llegado con antelación hasta la Virgen para dar gracias por los favores, gracias y milagros recibidos.