A días de vivir nuevamente las festividades de Caacupé, capital espiritual de nuestro país, hoy conocemos un poco más acerca de los inicios de monseñor Ricardo Valenzuela a través del programa “Desde la de”, emitido por canal GEN.

Es el mayor de 3 hermanos, hijo de padre militar y madre ama de casa, a quien le gustaba mucho la justicia, monseñor habló sobre su historia y cómo pasó de ser estudiante de medicina a iniciar en el mundo del seminario. Si bien mencionó que sus padres ya fallecieron, comentó que en aquella época vivían en la aviación militar, en la Fuerza Aérea y lo hicieron durante 13 años.

“Me crié en un cuartel, prácticamente hice todo mi servicio militar ahí también, era el estilo de la época. Fui creciendo y cuando llegó el momento de tomar una decisión y pensar en alguna carrera, mi papá quería que yo sea militar como él, mamá quería que sea abogado para defender a los pobres y yo quería ser médico. Desde muy jovencito veía la acción que tenían los médicos, en su entrega generosa y cómo tanta gente les agradecía”, empezó contando.

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Ante la aparición de un debate familiar, también surgió una sutil rebelión, ya que él no quería ser militar. Finalmente, después de debatir mucho y cuando ya estaba terminando el sexto curso de aquel tiempo, ganó la batalla y estudió medicina.

“Después de pelearnos casi 3 años, perseveré porque me gustaba. Como tengo parientes en Corrientes, hermanos y hermanas de mi papá que eran argentinos, mi papá era el único paraguayo que nació acá y se quedó. Mi abuela también se mudó a Argentina, muy barato era todo cuando eso. Se consiguió para ir a estudiar en la reciente, pero muy querida y famosa Universidad Nacional del Nordeste, en donde recibían a 600 jóvenes para estudiar, y fui a estudiar ahí. Fue en el segundo curso, después de entablar la relación con los cadáveres en la morgue, al ver cadáveres de jovencitos, me impactó y uno se interroga”, resaltó.

El capataz de la morgue le dijo que esos eran cuerpos que nadie reclamaba, por lo que daban a los estudiantes de medicina para estudiar y eso le impactó aún más porque se supone que uno tiene que recibir cristiana sepultura, era lo que él conocía.

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“El día que Dios me puso una prueba”

“Iba pensando poco a poco y llegó el día en que Dios me puso la prueba. Me impactó trabajar con los cuerpos de la morgue”, confesó, y luego de una ocasión en que ayudó a un doctor a trabajar con un cadáver, se encontró cara a cara con una situación: esa noche le costó dormir porque tenía la sensación de que le iba a venir el espíritu a reclamar lo que había hecho con él.

“A partir de ahí comenzó para mí una reflexión profunda acerca de la vida, ¿Dónde estará el espíritu, su alma, quién le va a recordar? Comenzó a trabajarme fuerte y empecé a recordarme de Dios, me iba a la parroquia y me ponía a rezar. Esa oración me hacía ir entrando en un ámbito nuevo, me gustaba rezar más y me recordaba de los cadáveres”, refirió. Monseñor relató que en unas vacaciones que estuvo en Asunción sintió una sensación, como una voz que le decía “Ricardo, bajate aquí y andate junto a las hermanas Carmelitas”, a lo que él decidió hacer lo que sentía.

El día de su ordenación sacerdotal, Valenzuela tuvo la reconciliación con su papá. Foto: Jorge Jara.

“Me bajé y fui a visitarles, me atiende la hermana y le cuento mi inquietud, mi situación espiritual y lo primero que me dijo fue ‘¿no será que Dios te está llamando para ser su sacerdote?’, no esperaba yo una respuesta así, me quedé shockeado, algo tan sagrado y no sabía qué decirle. Me aconsejó ir a hablar con un sacerdote que estaba ahí cerca, de la parroquia de los Sagrados Corazones”.

Se tomó unos 15 días para procesar lo sucedido y al ir a hablar con el sacerdote, Valenzuela le contó que él tenía una novia. Después el padre me aconsejó poco y me habló de un cuentito, me dijo que tenía que decidir. Después de mucho pensar, llegué a la conclusión de que no puedo hacer un juicio sobre algo que no conozco. Tener una novia sabía lo que era, pero la experiencia del seminario no, por lo que su conclusión fue que debía ir a experimentar la vida en el seminario para saber si era o no su vocación.

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Decisión tomada: el seminario

Tomó la decisión y habló con su novia acerca de la situación, se dieron una pausa. Luego llegó el momento de comunicar a sus padres, primero acudió a su mamá, por la cercanía y confianza que existía con ella, ya que a su papá más que respeto, le tenía temor.

“Mirá che ra’a vos andás pensando en cosas de beatería y yo te voy a fusilar a vos, te aviso ya”, fue lo que le dijo su papá. Llegaba el tiempo en que tenía que presentarse al seminario y tras extender los días de hablar con papá, justo la siesta que le iba a contar, este no se fue a almorzar. Entonces le pidió a su mamá que ella le cuente acerca de su decisión de dejar la carrera de Medicina para entrar al seminario. Así lo hizo y su papá se enfureció, dijo que no quería saber más nada de él.

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La reconciliación

“Yo iba a escondidas a visitar a mamá y pasaron los años, hasta que un día tuvimos un encuentro sorpresivo en la sala de casa. Poco a poco fui haciendo camino. A él le costó un poco el hecho de que un militar tenga un hijo sacerdote, pero después fuimos hablando poco a poco y el día de mi ordenación sacerdotal nos reconciliamos”, recordó.

Manifestó que por primera vez se abrazaron y fue en el momento del saludo de la paz, un momento muy emotivo. “Mamá estaba feliz y yo también le noté a papá muy contento. Me sentí muy contento porque era una reconciliación. Fue así como permanecí y llegué a la meta, al sacerdocio”, relató monseñor.

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