Mediante una carta abierta, Clementine Gayet, mamá de Benjamín Zapag, contó los momentos más difíciles que pasó con su hijo luego de haber recibido la brutal golpiza en una discoteca asuncena el pasado 5 de noviembre. Decidimos transcribirla textualmente.
“Quiero contar lo que viví estos últimos días como mamá. Para que comprendan todo el sufrimiento que estos chicos causaron en mi familia. La noche del sábado 5 de noviembre, Benja nos avisó que saldría con sus compañeras y compañeros del cole.
Esa madrugada recibí un llamado. Era Pedro nuestro chofer comunicando que los compañeros de Benja le llamaron contando que le habían pegado dentro de Morgan. Tráele rápido a casa, le dije. Nosotros no teníamos información sobre la gravedad de los golpes que había recibido. Cuando Benja llegó, le pregunté: ¿qué pasó? ¿Por qué te peleaste? ¡Nunca antes te habías peleado! ¡Justo ahora terminando el colegio, que viajas en dos días con tu papá y tenés tu colación!
Benja nos explicó lo que le había pasado y que en realidad no fue una pelea, sino que fue agredido. Entonces le metí a la ducha porque su nariz no paraba de sangrar. Pensé que la ducha le iba a reanimar, (mientras Raúl trataba de hablar con Pedro y con sus compañeros por teléfono).
Lo acostamos en la cama y le puse hielo en la cara para tratar de tranquilizarle, ahí comenzó a vomitar y me dijo que no aguantaba el dolor. Ante tal situación decidimos ir al Migone. (Parecía que nunca llegaríamos al hospital).
Nos recibieron y ahí notamos que su cara y su ojo estaban más hinchados. Nos dijeron que teníamos que hacerle una tomografía. Por el camino hasta el tomógrafo en la silla de ruedas me pedía disculpas por lo que estaba pasando. Jamás me imaginé que mi hijo tendría la cara destrozada por dentro.
Cuando volvimos a la sala de recuperación la médica de guardias se acercó y nos explicó los resultados de las imágenes de la tomografía. (Ahí mi corazón de madre se partió, me sentí tan mal porque lo había retado por lo ocurrido y que el vómito era causa de los golpes que había recibido).
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La misma doctora nos preguntó si contamos con un equipo médico para la cirugía. Nosotros en ese momento y después de recibir esa terrible noticia no teníamos idea y le pedimos ayuda al equipo de urgencias del Migone, que ellos nos recomienden a los profesionales. Desde ese momento pusimos todo en manos de Dios.
El Dr. Rubén Ayala nos dijo que la operación duraría aproximadamente unas 2 horas y media. Esas horas fueron las horas de espera más largas de mi vida. Mientras esperábamos recibimos una llamada de la sala de operaciones, era el Dr. avisando que la operación iba durar más tiempo, porque al abrir la cara notaron que la situación era peor de lo que se apreciaba en la imagen de tomografía.
En ese momento me entró una desesperación y una impotencia, trataba de mantenerme tranquila, toda la familia incluyendo a mi hijo menor Agustín estaban a mi lado. No se imaginan el alivio que sentí cuando Benja volvió a la habitación.
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Ese domingo de noche mientras Raúl acompañaba a Benja, volví sola manejando a casa para buscar algo de ropa. Apenas me subí al auto, no paré de llorar, me puse a temblar, no podía creer lo que le habían hecho a mi hijo, lloré, lloré y lloré. Llegué a mi casa y seguí llorando mientras preparaba el bolso.
Durante esos días de la internación, empezamos a recibir un montón de mensajes de apoyo, mensajes de padres que habían pasado por la misma situación y visitas de amigos. En todo momento nos sentimos muy acompañados y amados por todos, hasta de personas que no conocíamos. Nos dimos cuenta de que nuestro hijo Benjamín con solo 18 años ya había trazado su propio camino demostrando la excelente persona que es.
Nos fuimos enterando de lo que había ocurrido con datos más precisos, cuántas personas más estaban involucradas y detalles que cada vez me sorprendían más. Nosotros al principio no entendíamos cómo Benja había salido caminando y logró llegar hasta la mesa de sus compañeros luego de haber recibido semejante golpiza.
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Cuando vi el video lo entendí todo. Yo soy una persona creyente, estoy segura de que Benja es un chico bendecido, él nunca estuvo solo, su Ángel de la guarda agarró su mano y guió su camino hasta llegar junto a sus compañeros de colegio. No quiero ni imaginar lo que hubiese pasado con Benja si él no lograba escapar de sus agresores.
Pero las visitas que yo estaba esperando nunca llegaron. Como maestra siempre enseñé a mis hijos y alumnos que cuando se equivocan, lastiman o mienten, tienen que pedir perdón mirando a los ojos a la persona a quien lastimaron. En mi hogar Benja y Agus crecieron con amor, valores, límites, disciplina y acompañamiento constante.
¡Qué diferente hubiese sido si los chicos que lastimaron a mi hijo acompañados de algún representante familiar se hubiesen presentado frente a Benja pedir disculpas mientras que él estaba postrado en la cama del Hospital! Espero que todo este tormento que estamos viviendo como familia sirva de ejemplo para que otros jóvenes no sufran agresiones injustificadas como en el caso de Benja y se haga justicia para que ninguna familia padezca este dolor”.