Coronel Oviedo. Omar Jara.
Una mujer de la tercera edad que hizo de buena samaritana y como agradecimiento fue perjudicada por la persona a la que le hizo el bien, pudo recuperar el sillón que le robaron hace doce días atrás. Aquella historia fue publicada por La Nación y así se enteró de lo ocurrido una hermana del autor del hecho quien recuperó el sillón y se lo devolvió a su dueña.
Doña Martina López viuda de Martínez, 75 años, quien vive en el barrio Potrero Cué de Coronel Oviedo, contó a La Nación/Nación Media, que la hermana del hombre, que en un descuido llevó su sillón, en compañía de una hija, se presentó en su casa devolviéndole el asiento.
“Heta gente oleé la publicación. (Mucha gente leyó la publicación), entre ellos mis parientes y conocidos de todos lados que me llamaron preocupados”, expresó. “Mediante eso una hermana del hombre que llevó el sillón también se enteró y vino con su hija a devolverme mi pertenencia”, agregó la mujer.
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Según explicó, la familiar del autor del hecho tras enterarse de lo ocurrido se puso en campaña y logró ubicar el sillón que fue vendido a un vecino en la suma de 30.000 guaraníes. “Le pagó los 30.000 que había abonado por el sillón y me vino a devolver. A agradeceterei chupe. (Le estoy muy agradecida)”, dijo. Ahora tiene de vuelta sus cuatro sillones como desde hace más de 20 años.
Ña Martina ni siquiera sabe el nombre de la persona que le robó ni el de su hermana. El dato que tiene es que el autor viviría en Fracción Los Mangales (también conocido como Barrio Chino) de Coronel Oviedo. La historia comenzó cuando el pasado jueves 20 de octubre, Ña Martina le recibió a un hombre de alrededor de 40 años, quien entró a su casa en el momento en que caía una torrencial lluvia.
La buena mujer le puso un sillón bajo el techo para sentarse, le pasó una toalla para que se secara, y como era el mediodía, incluso le sirvió un plato de comida caliente. Luego de que ambos terminaran de almorzar, la dueña de la vivienda cerró la puerta de su casa para ir a hacer la siesta en su habitación y su visita se quedó sentado en el corredor bajo techo para esperar que pasara la lluvia y luego marcharse.
Pero ni bien se dio cuenta que su generosa anfitriona se fue a dormir, el hombre tomó el sillón, lo puso encima del hombro y salió de la casa sin importarle que siguiera lloviendo copiosamente. Doña Martina se levantó más tarde y vio que su huésped ya no estaba y que tampoco estaba su sillón. “A esta edad ya no puedo comprar ni una cuchara y cualquier cosa que me sacan es un gran perjuicio para mí”, dijo.
Ña Martina contó que recibe una pensión por la tercera edad, pero que anda enferma y gasta todo lo que recibe en medicamentos. “Tengo un hijo casado que vive con su esposa y que me ayuda, pero por lo caro que es la vida y por mi situación de salud ya nada es suficiente”, subrayó.