Un zapatero muestra con su ejemplo que no hay que ponerle excusas a las exigencias propias de la vida. Él desde muy joven hizo de todo para cumplir con su obligación de padre y jefe de hogar de brindar el pan de cada día y la educación a sus hijos e incluso ahora a nietos.
Se trata de don Lorenzo Cabrera, de 68 años de edad, quien sin local para trabajar como zapatero hizo de su camioneta el zapamóvil; es decir, un móvil montado todos los días a media cuadra de la avenida Santísima Trinidad, en la frontera entre el barrio Mburucuyá y Trinidad de Asunción.
En el lugar ofrece el servicio exprés de zapatero o sus clientes asiduos le traen sus calzados con necesidad de reparación. Así que quien pase por esa zona de Asunción y tenga un problema con sus calzados tiene la suerte de que será atendido por este buen hombre que lo ayudará a arreglarlos a muy buen precio.
Don Lorenzo se capacitó para el oficio de zapatero siendo muy joven y en la vereda de un baldío ubicado frente al local de la ex Ampande de Trinidad montó una casillita donde recibía pedidos, pero en aquellos años cuando recién empezaba la clientela era poca y todavía no existía la confianza de la que goza actualmente de sus clientes tras 38 años de trayectoria. Entonces, por las noches allí mismo, a un costadito, empezó a vender panchos y comidas rápidas en los buenos tiempos de fiestas del Ampande.
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“Yo empezaba recién en el oficio de la zapatería, pero tenía pocos clientes. Entonces, siendo constante en mi trabajo para poder agarrar clientes, me faltaban más clientes para tener ingreso, por lo que me puse a vender panchos por la tarde-noche y a la mañana la zapatería. También, anteriormente, antes de la Semana Santa solía viajar a la Argentina para carpir patios, cosechar siembras y otros oficios, luego volvía siempre después de la Semana Santa porque todos mis hijos eran chicos”, relató don Lorenzo.
En una camioneta don Lorenzo llega todos los días a esa calle, estira una carpa para su sombra y se pone a trabajar en su amado oficio, con el que –cuenta con orgullo– le dio estudios y profesión a cada uno de sus hijos. Una hija, su brazo derecho, se encuentra estudiando la carrera de Administración de Empresas, mientras que uno de sus nietos estudia el bachillerato técnico en Hotelería y Turismo, relata muy contento don Lorenzo en conversación con C9N.
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Mayumi Sosa, primera médica cirujana de origen mbya guaraní de Itapúa
Por Valentina Jara. Entrevista de Rocío Gómez, corresponsal de Nación Media.
La doctora Mayumi Sosa se convirtió en la primera médica cirujana graduada de la etnia mbya guaraní y ahora planea especializarse en cirugía general. En una entrevista con la corresponsal de Nación Media en Itapúa, Rocío Gómez, contó un poco de sus raíces, los desafíos que superó para llegar a este gran logro en la carrera universitaria de medicina y sus expectativas a futuro.
La nueva doctora compartió su felicidad con el logro alcanzado en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Itapúa: “Siento satisfacción, me siento muy orgullosa, también siento que no defraudé la confianza depositada en mí. Me siento bastante agradecida también con la vida, con Dios, mi familia, mis amigos y todas las personas que me apoyaron”.
Sosa comentó a La Nación/Nación Media que pertenece a la etnia mbya guaraní por parte de su familia materna, y que su padre es paraguayo. Declaró que tiene familia mbya, pero que no vive en la comunidad, sino en Encarnación. También dio a conocer que entre sus planes se encuentra realizar la especialidad en cirugía general en el Hospital Nacional de Itaguá o el Hospital Nacional de Encarnación.
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Superando adversidades
Sobre cómo accedió a la educación universitaria, la doctora comentó: “Acudí a un llamado que hizo el entonces gobernador de Itapúa, el doctor Luis Gneiting. Fue un llamado a jóvenes provenientes de pueblos originarios para que accedan a educación universitaria, y yo me postulé para medicina. Me dieron una beca, después de ya entrar en el primer año, que es la de EBY (Entidad Binacional Yacyretá) y de la Gobernación de Itapúa, con la que hasta el tercer año más o menos fui beneficiaria”.
Luego de tres años, Sosa tuvo que desprenderse del respaldo financiero. “Lo que pasa es que la renovación de becas muchas veces no coincide con los últimos exámenes de medicina porque nosotros rendimos hasta marzo, más o menos. No solamente yo, varios compañeros también perdieron esa beca”, dijo. Al perder el subsidio, costeó lo que quedaba de la carrera por medio del comercio. “Desde siempre vendí cosas. Vendía perfumes, cosméticos, llegué a vender comida, ropa, hice rifas y adhesiones. También tuve el apoyo de mis padres y familiares”, recordó la médica.
A pesar de sentirse muy afortunada, señaló que el camino a seguir para alcanzar esta meta no fue nada fácil: ”Fue un logro difícil e importante, porque también soy la primera en mi familia en acceder a una carrera universitaria”. Entre los mayores retos, la doctora se encontró con el fallecimiento de su madre. “Mi mamá falleció hace dos años, a mitad de mi carrera, más o menos, se le diagnosticó una enfermedad renal crónica ya en etapa muy avanzada y terminó falleciendo”, expresó.
“Para mí fue difícil porque se fue cuando yo estaba en los últimos exámenes finales. Tenía dos opciones, quedarme a llorar la pérdida y perder también la carrera, o ir a atropellar, que es lo que hice. Fui y me presenté”, recordó Sosa sobre el complicado momento que atravesó.
Un solo cupo
Además, denunció la adversidad ante la que se encuentran las personas de pueblos originarios para acceder a una educación de calidad, pues la beca ofrecida sólo posee un cupo. “Se hace cursillo y hay un sólo cupo, podes ingresar entre los 45 cupos normales, pero si vas por el de los pueblos originarios tenemos que pelear todos los que estamos representando, por así decir. Yo era la única, pasa que es costoso y si no hay apoyo en ese primer año de cursillo al menos, es difícil que puedas acceder“.
Por último, Sosa desmintió los rumores sobre discriminación durante su tiempo en la universidad: “Yo no recibí o no percibí discriminación, ni durante el cursillo ni durante la carrera, nadie de manera personal fue a agredirme por ese motivo”. Sin embargo, manifestó que sí escuchó ciertos comentarios sobre la apertura de un nuevo cupo en la época de cursillo, a pesar de esto nunca se sintió atacada, pues no lo tomó de manera personal. ”Una vez que entré sentí el apoyo de todos, me trataron siempre muy amablemente”, añadió.
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Dulce Astrid: tras años de postergar su sueño, hoy hace los mejores pasteles artesanales
Por Karina Ríos (karina.rios@nacionmedia.com)
Desde niña, Analía Benítez soñaba con ser una gran pastelera, pero con el paso de los años sus sueños se fueron esfumando. Terminó la secundaria y formó una linda familia, a la que se dedicaba 100%. Pero, con el tiempo sintió la necesidad de ayudar con los ingresos de su hogar y comenzó a estudiar.
Durante la pandemia, vio que el Servicio Nacional de Promoción Profesional (SNPP) ofrecía clases virtuales de pastelería y se lanzó a la posibilidad de cumplir su sueño. “Decidí inscribirme en repostería, pero los cupos se llenaban muy rápido. Entonces, fui haciendo cursos donde sí había lugar, entre ellos, de panadería, bocaditos dulces y salados”, explicó a La Nación/Nación Media.
Analía nunca perdió su verdadero enfoque, estudiar repostería y así lo hizo finalmente. Se especializó en tortas decoradas y arte en azúcar y no se detuvo hasta dar vida a su propio emprendimiento, “Dulce Astrid”, hace tres años.
Vender para estudiar
Analía indicó que pese a que las clases eran gratuitas, cada curso tenía sus gastos porque debía preparar lo que las instructoras le pedían y debía costear ingredientes. Siempre contó con la ayuda de su marido, pero ella quería hacer más, entonces, empezó a vender lo que preparaba.
“Empecé a vender mis productos, todo lo que hacía en los cursos y en las prácticas, para así poder solventar los insumos de las próximas recetas que nos daban los profesores”, explicó.
Al finalizar las clases, Analía ya contaba con cuatro certificados y había concretado su sueño con “Dulce Astrid”, nombrado así en honor a su hija menor. Además, contaba con el apoyo de sus clientes, que la vieron formarse y conocían la calidad de sus productos, promocionándola de boca en boca.
“Vendo pasteles artesanales, personalizados y bocaditos dulces para eventos, todo por kilo”, aclaró a La Nación/Nación Media.
Local propio
Analía no se imaginaba dejar solos a sus pequeños para dedicarse a su emprendimiento. Entonces, decidió trabajar desde su casa, con la ayuda de su marido, familiares y amigos, que no dudaron en ayudar a ofrecer sus productos.
“Trabajo sola desde mi cocina, tengo todas mis herramientas, que fui adquiriendo de a poco y con mucho esfuerzo. Ahora mi sueño es tener mi local, donde recibir a mis clientes y vender mis productos a los que vayan llegando”, relató.
La emprendedora detalló que ofrecen productos artesanales, pasteles de distintos sabores y bocaditos dulces, específicamente medialunas, pastafrolas, bizcochos, cupcakes, alfajores. “La especialidad de la casa son las tortas personalizadas y las medialunas”, remarcó.
“Hasta ahora me llegan clientes nuevos. Las personas que me hacen pedidos me dicen que asistieron a algún evento o cumpleaños y que probaron mis productos y que les gustó, o que se les recomendó. Así fui creciendo de a poco, ahora tengo muchísimos clientes gracias a Dios”, confirmó.
“Quien quiere, puede”
Analía hoy puede decir que gracias a su emprendimiento puede generar dinero para ayudar a su familia y lo más importante, sin dejar a sus hijos solos en casa. Además, pudo cumplir con sus sueños y equipó la cocina de su casa para avanzar en su emprendimiento.
“A los emprendedores les digo que nunca se rindan en lo que desean, es difícil y a veces creemos que incluso puede ser imposible, pero mi lema siempre fue el que quiere puede, sin excusas. Les animo a todas aquellas mamis, en especial amas de casas, a que no desistan de sus sueños y a que se animen a emprender, porque todo sacrificio tiene su recompensa”, puntualizó.
Las personas que deseen probar los productos de Dulce Astrid pueden contactar al (0971) 526-956.
Datos claves
- Desde niña, Analía Benítez soñaba con ser una gran pastelera, pero con el paso de los años sus sueños se fueron esfumando.
- Nunca perdió su verdadero enfoque, estudiar repostería y así lo hizo finalmente. Se especializó en tortas decoradas y arte en azúcar y dio vida a su propio emprendimiento, “Dulce Astrid”, hace tres años.
- Hoy anima a las mamás y a las amas de casas a que no desistan de sus sueños y a que se animen a emprender, porque todo sacrificio tiene su recompensa.
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“Delicias Tati” nació ante una necesidad familiar y hoy es referencia gastronómica de Misiones
Por Karina Ríos (karina.rios@nacionmedia.com)
Hace 15 años la pareja integrada por Edith Luisa Enciso García y José Domingo Valenzuela Maidana quedó sin trabajo, tiempo en el que las oportunidades laborales eran muy pocas, entonces decidieron abrir un copetín en el que comenzaron a vender empanadas 100 % caseras. Este negocio prosperó tanto, que hoy se convirtió en un punto de encuentro y de referencia en el departamento de Misiones.
“No teníamos nada y conseguimos un préstamo de 5 millones para emprender, pero solo nos alcanzó para comprar insumos como para el primer pago del alquiler”, explicó en entrevista con La Nación/Nación Media, Edith, dueña de Delicias Tati y asistente fiscal de su querido pueblo.
Resaltó que tantas eran sus ganas de emprender que su madre le prestó una sartén, su suegra unas ollas y unos platos, todo con tal de que pudieran cumplir con su sueño. “Así surgió todo en aquel entonces. Mi marido era el que cocinaba, porque su madre le enseñó a hacer las empanadas caseras”, apuntó.
Empanadas a G. 1.000
Edith explicó que ella terminó la carrera de Derecho en el año 2007, pero que fue muy difícil conseguir trabajo y como tenía una hija pequeña Tati debía hacer algo para salir adelante y su marido José Domingo no dudó en emprender este negocio con ella.
“Desde un principio nuestras empanadas fueron un éxito. Recuerdo que en ese entonces costaban a 1.000 guaraníes, el famoso a “mil’i” como antes se conocía. Desde ahí seguimos con el trabajo y ya tuvimos nuestro local propio, gracias a mi padre que me heredó una propiedad”, detalló.
Local propio
En el año 2013, el padre de la emprendedora falleció y le dejó como herencia parte de una propiedad, en la que decidieron habilitar su local definitivo y fue cuando nació su segunda hija Mía. Así también, consiguió un trabajo en la Organización de Estados Americanos, donde trabajó por seis años y aprovechó para invertir su salario en su negocio.
“En esos seis años progresamos mucho, porque comencé a invertir más en el negocio. A partir de ahí, me ofrecieron un contrato en el Ministerio Público, trabajé como asistente contratada por cinco años. El año pasado volví a concursar y de más de 600 postulantes para 111 cargos yo quedé en el 63, quedé nombrada como asistente fiscal”, expresó.
Capacitaciones
La fiscal resaltó que ella se siente muy orgullosa con lo que logró en su local y que sigue más vigente que nunca, pese a que actualmente tiene un cargo importante en el Estado. “Acá me dicen ‘abogada con olor a empanadas’, yo nunca desistí y buscaba fortalecer mi negocio. Seguimos creciendo”, refirió.
Aseguró que cada capacitación que hizo fue gracias a que seguía trabajando junto a su familia y que hoy puede decir que es abogada y notaria, gracias al emprendimiento. “Voy a seguir estudiando porque sueño con ser juez. Tengo título de habilitación pedagógica, actualmente estoy haciendo una maestría en Derecho Penal y voy por el doctorado.
Manifestó que sus hijas también emprenden en el negocio, Tati, la mayor, vende asaditos para poder costear sus estudios universitarios y la pequeña Mía es apasionada por los postres. “Estoy muy orgullosa porque mi hija mayor, está en el segundo año de Veterinaria y la más pequeña tiene 11 años, ambas emprenden en el negocio para estudiar”, detalló.
Productos y personal
Delicias Tati se caracteriza por ofrecer productos 100 % caseros y en la actualidad ofrece trabajo a varias personas, pero siempre es supervisado por sus propios dueños que ayudan en la cocina día a día. El local está en Santa María de Fe, en el departamento de Misiones.
“Vendemos helados artesanales, pizzas, picadas y tenemos nuestra pastelería. Las empanadas son las más tradicionales, que nos inició, nos mantiene y que nos que tienen con progreso. Estamos sobre el Paseo Jesuítico a una cuadra de la plaza central y nos convertimos en un punto de referencia de la gastronomía”, puntualizó.
Por último, animó a las personas a emprender, estén o no necesitadas siempre que tengan ese sueño latente. “La motivación nos impulsa a comenzar y el hábito nos permite continuar. El que tiene ganas de salir adelante trabaja en lo que sea, en mi caso me decían “abogada con olor a empanada” con mucho orgullo digo que eso me impulsó más a superarme. Los sueños no se cumplen, sino que se trabajan día a día”, fue su mensaje.
DATOS CLAVE
- Delicias Tati está ubicado a una cuadra de la Plaza Central del Paseo Jesuítico, abre sus puertas de lunes a lunes y es atendido por sus propios dueños.
- El local se convirtió en punto de encuentro para turistas y familias de la zona, que nunca dejaron de comprar las empanadas caseras.
- La ciudad Santa María de Fe es rica en historia por las Reducción Jesuítica de los guaraníes y lugar de nacimiento de las artes gráficas en el Paraguay.
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“Dorita, de Potrero a la gran ciudad”: un ejemplo de superación que invita a soñar
Dora Ramírez de Colmán, una destacada profesional paraguaya con amplia trayectoria en el campo de las ciencias administrativas, decidió plasmar sus vivencias, experiencias y anécdotas en “Dorita, de Potrero a la Gran Ciudad. La Historia de Mi Vida”. Como ejemplo de superación, el material de la doctora en ciencias administrativas invita a soñar y perseverar en los objetivos propios.
Dora Ramírez de Colmán nació en Potrero, una compañía cercana a Carapeguá (Paraguarí). Las ganas de aprender y superarse siempre la caracterizaron. Se convirtió en maestra y fue el magisterio el que le dio la oportunidad de transformar su vida. Uno de sus discursos como maestra impactaron a autoridades locales y le abrieron las puertas a conseguir un empleo en el Banco Nacional de Fomento, que posteriormente le permitió seguir estudiando y convertirse en una gran profesional de las ciencias administrativas.
El año pasado, con motivo de su 70 cumpleaños, Ramírez de Colmán lanzó su historia de vida en un libro, en donde relata cómo dejó su hogar en el campo, donde era cuidada por todos, para superarse a sí misma en la “gran ciudad” de Asunción. El libro destaca el valor del esfuerzo y la importancia de aprovechar las oportunidades que la vida ofrece.
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Mediante inspiradoras narrativas y vivencias conmovedoras, la doctora en ciencias administrativas impulsa al lector a reflexionar sobre la importancia del desarrollo personal y la obtención de metas significativas. Pero, sobre todo, hace énfasis en que la perseverancia y la capacidad de superación son elementos fundamentales para alcanzar el éxito y la realización personal.
Sin dudas, la historia de Dora Ramírez es un ejemplo de superación. En 1978, obtuvo su primer título universitario en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), cuando el porcentaje de mujeres con estudios universitarios aún era mínimo. No obstante, su formación no culminó con el título de grado.
La valiente profesional cursó la maestría en Administración de Empresas en el INCAE (Costa Rica), una de las escuelas de negocios más importantes de Latinoamérica. La mayor parte de su vida profesional la dedicó al BNF, del cual se jubiló tras 29 años de servicio. En la actualidad, hace parte de la estructura de recursos humanos de una entidad bancaria.
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