Por: Lourdes Pintos

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Son las 5:30 de la mañana, José (nombre ficticio) se levanta rápidamente de la cama, se lava la cara, se peina, se viste y sale presuroso para alcanzar el bus que le lleva hasta la zona del Mercado de San Lorenzo; allí le espera su abuela, ya lista con las frutas que trajo muy temprano del Abasto y que José, de 13 años, debe ofrecer en las calles. Automovilistas o transeúntes, todos son posibles clientes y él lo sabe; a su lado está Carlitos, su hermano menor, quien lo acompaña para conocer el oficio, el legado de la familia que va pasando de generación a generación.

La gente pasa, algunas acompañadas: “no gracias”, responden; otras distraídas ni se percatan que allí están ellos; otras simplemente los ignora pero ambos hermanitos siguen allí, levantando la voz para ser escuchados. El resto de su familia llegó al puesto de frutas improvisado a un costado de la vereda y se alista para iniciar la venta.

Ya son las 20:00; todavía quedan varios paquetes de mandarinas. José y Carlitos con el mismo entusiasmo con el que empezaron la jornada siguen ofreciendo las frutas a los transeúntes que ya están retornando a sus hogares. Sus piececitos ya están cansados, el sueño se asoma lentamente, pero ellos hacen pasar el momento con improvisados juegos mientras esperan a un posible comprador.

En una sociedad como la de Paraguay, es normal observar este tipo de situaciones en las calles, aunque no debería serlo. La realidad de José y Carlitos es la de cientos de niños, niñas y adolescentes de nuestro país que se ven obligados desde muy temprana edad a insertarse en el mundo laboral dejando de lado aspectos fundamentales para sus vidas, como la educación. José no va a la escuela, él no sabe leer ni escribir, habla un solo idioma que es su lengua materna, el guaraní.

Según los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares Continua del año 2021 ejecutada de octubre a diciembre, de 7,3 millones de habitantes en Paraguay el 34% de la población son niños, niñas y adolescentes; lo que equivale a 2,5 millones de personas de 0 a 17 años de edad.

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De 1.826.791 niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 17 años, el 93,5% asiste a una institución educativa formal. El 95,6% (744.473) pertenece al rango etario comprendido entre los 5 a 9 años; el 97,3% (664.382) pertenece a la población de entre 10 y 14 años, mientras que el 83,9% (417.936) tiene entre 15 y 17 años. Si bien, estos números pueden tomarse como un mensaje positivo para la población, no podemos como sociedad dejar desapercibido el porcentaje de la población que no tiene acceso a una educación digna.

José y Carlitos forman parte de ese número y uno de los principales factores que incide en el analfabetismo en Paraguay es el trabajo infantil a muy temprana edad, como es el caso de estos dos pequeños. Podemos hablar de la necesidad de una reforma educativa, pero no podemos obviar la responsabilidad de los padres o tutores, quienes son los encargados de proporcionarles una enseñanza adecuada a sus hijos.

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Falta de recursos y analfabetismo

La falta de recursos económicos y de un empleo formal es lo que hace que varias familias paraguayas deban salir a las calles a rebuscarse por el sustento diario, incluso a costa de la propia educación. Esta práctica ya viene de generación en generación y si un niño, niña o adolescente crece en estas circunstancias es más vulnerable a que en el futuro siga por la misma senda.

Fue durante un recorrido por las calles de San Lorenzo donde nos encontramos con la familia de José. Tanto él, su hermanito, sus tíos, primos y su abuela trabajan desde hace años en la zona. Quizás la situación parezca muy normal para la ciudadanía, cuando no debería serlo. En conversación con La Nación, la abuela de estos pequeños comentó que nunca asistió a una institución educativa, no sabe leer, menos escribir.

Ella tiene hijos y nietos, algunos van a la escuela y otros no porque no alcanzan los recursos para que todos estudien; por eso, mientras algunos asisten a clases otros salen a vender frutas para que no falten uniformes, útiles y por supuesto, un plato de comida en la mesa.

“Círculo vicioso”

Se podría decir que hay un círculo vicioso entre la educación y el trabajo infantil, es decir, si el niño no asiste a la escuela para trabajar no se forma académicamente, no desarrolla sus potencialidades; de adulto sus posibilidades se reducen, ya que son altas las probabilidades de acceder a un empleo con bajo salario o bien, ingresar al subempleo, y así el círculo vuelve a empezar con sus futuros hijos, señalaron desde Unicef en contacto con La Nación.

Según cifras del Ministerio de la Niñez y la Adolescencia, (MINNA) el 57% de la población en situación de trabajo infantil en calle pertenece a niños, niñas y adolescentes de entre 0 a 6 años y el 26% a los de 7 a 13 años, lo que indica que las probabilidades de ingreso y permanencia en el sistema educativo está en riesgo.

La situación de niños, niñas y adolescentes migrantes es otra de las preocupaciones que señalan desde la organización, atendiendo a que según estudios realizados por la Organización Integral para las Migraciones (OIM), el 61% de los niños migrantes no asiste a la escuela, los motivos son varios y entre ellos se hace presente el trabajo infantil en calle (vendedores de semáforo acompañados muchas veces de sus padres), además de la cifra de los niños, niñas y adolescentes indígenas, ya que 7 de cada 10 realizan trabajos en calle y su escolarización sigue siendo un desafío.

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Trabajo en las calles, una de las 26 peores formas de trabajo infantil peligroso en Paraguay

El trabajo infantil en las calles es una de las peores formas de trabajo infantil de las 26 reconocidas en Paraguay, según lo ratificado en el convenio 182 que habla de las peores e irrefutables formas de trabajo de niños, niñas y adolescentes. El mismo, hace un llamado a los Estados, a que vayan progresivamente disminuyendo esta situación, fue lo que comentó a La Nación la abogada Mariela Gómez, directora general de Protección a la Niñez y Adolescencia del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTESS).

Explicó que para niños de 0 a 13 años el trabajo está totalmente prohibido, sin embargo, hay ciertos tipos de empleos que sí pueden realizar los adolescentes de 14 años en adelante, pero bajo ciertas normas y criterios. El trabajo infantil reconocido por Paraguay después de haber ratificado el mencionado convenio está en el decreto 49/51 del 2005, que brinda un listado de actividades permitidas para adolescentes

“La línea de trabajo del Ministerio de Trabajo Empleo y Seguridad Social es velar por el cumplimiento del trabajo adolescente protegido. Tienen que tener un registro del adolescente trabajador con un contrato de aprendiz y no pueden trabajar más de seis horas porque debe seguir educándose”, comentó la profesional.

A este sistema se lo denomina Entrenamiento Laboral Protegido y se lleva a cabo, sin excepciones, por medio del Gobierno. La práctica laboral está tutoreada por profesionales que velan por el cumplimiento del programa. El trabajo tampoco debe atentar contra la salud ni el bienestar psicológico o moral y lo que es innegociable en cualquier aspecto es la educación del adolescente.

Atención Educativa Compensatoria

El trabajo infantil en las calles, aunque represente una de las peores formas de trabajo peligroso es innegable que forma parte de la realidad de Paraguay. Si bien, el Gobierno es el principal responsable de velar por la erradicación del mismo, también las familias deben cooperar para mejorar la situación, pero ¿cómo?, accediendo a los programas que ofrecen las instituciones encargadas a fin de acabar con el flagelo y ofrecer al niño, niña y adolescente una mejor calidad de vida basada principalmente en la educación.

Uno de esos programas es el que ofrece el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) a través de la Dirección de Atención Educativa Compensatoria, dependiente de la Dirección General de Educación Inclusiva, que implementa el Servicio de Atención Educativa Compensatoria en los centros comunitarios, centros abiertos, hogares y albergues realizando una metodología participativa en donde el niño, niña y adolescente es protagonista de su aprendizaje. Actualmente se cuenta con el servicio en 19 centros comunitarios, centros abiertos, hogares y albergues distribuidos en capital, Central, Misiones, Paraguarí, Cordillera y Alto Paraná.

En el servicio asisten aproximadamente 1.000 niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad. En su mayoría, al trabajar o acompañar a sus padres en la venta ambulante están expuestos a los peligros que implica estar en las calles. La mayor parte están incluidos en el sistema educativo, y para aquellos que no están se realiza el proceso de inclusión. El Servicio de Atención Educativa Compensatoria les brinda un espacio educativo, en el turno opuesto a la escuela, en caso que asistan a una institución educativa. En el proceso se trabaja articuladamente con varias instituciones publicas y de la sociedad civil. (MINNA, Salud, Municipalidades e instituciones religiosas), manifestaron a LN desde la Dirección de Atención Educativa Compensatoria del MEC.

En el servicio se trabaja en base a tres componentes: el de enseñanza/ aprendizaje, el de acompañamiento familiar y el de articulación interinstitucional. Se realizan constantes capacitaciones a los docentes en estrategias de abordaje educativo con niños, niñas y adolescentes en situación de calle y trabajo infantil, destacaron.

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El trabajo infantil en las calles, aunque sea una de las peores formas de trabajo infantil es innegable que forma parte de la realidad de Paraguay. Foto: Jorge Romero.

Se debe buscar ayuda

Desde La Nación consultamos al Ministerio de la Niñez y Adolescencia (MINNA) cuáles son las medidas implementadas para apoyar a niños, niñas y adolescentes como José y Carlitos, quienes por su situación no tienen la posibilidad de asistir a una institución educativa. Ante nuestra consulta, el viceministro de Planificación, Programas y Proyectos del MINNA, Walter Gutiérrez, explicó que el ministerio cuenta con el programa “Abrazo”, que aborda la problemática de trabajo infantil de los niños, niñas y adolescentes en situación de calle.

El programa está en Asunción y en doce departamentos del país, en total son 53 centros del programa abierto en más de 37 distritos. Gutiérrez comentó que con Abrazo se busca la erradicación del trabajo infantil pero además abordan otras situaciones de especial vulnerabilidad, como el perfil de la familia de los niños, niñas y adolescentes participantes del programa.

El viceministro destacó que actualmente hay unas 3.600 familias participantes y más de 10.000 niños, niñas y adolescentes que están dentro del padrón. Durante el proceso se trabajan varios componentes como atención en centro, que son alternativas de la calle donde se les brinda alimentación y realizan actividades de estimulación, refuerzo escolar entre otras.

Además, se trabaja en el seguimiento familiar, cuentan con recursos humanos que permanentemente hacen visitas a las familias que están en el programa y realizan las corresponsabilidades asumidas por las mismas, por ejemplo: que los niños estén escolarizados, que tengan su libreta de vacunación al día, que no estén en las calles y que no hayan vulneraciones dentro de la familia.

Otro de los componentes no menos importante es la asistencia financiera, una cooperación que permite abarcar a la totalidad de las familias para que reciban asistencia financiera mensual y la misma va acompañada de cursos para la familia en general y educación financiera con acompañamiento de microemprendimiento.

Si bien, las instituciones cumplen un papel importante en la búsqueda de la erradicación del analfabetismo y el trabajo infantil, nosotros como sociedad podemos aportar nuestro grano de arena. Dejemos de ignorar a tantos niños, niñas y adolescentes como José y Carlitos, pongamos a la educación en primer lugar. Más allá de las naranjas o las mandarinas existen sueños; quien sabe si estamos frente a futuros médicos, ingenieros, licenciados o futbolistas y con una pequeña acción podemos ayudar a cumplirlos.








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