La suba de los precios de los productos de la canasta básica, así como de las verduras, frutas, hortalizas e incluso el aumento del gas, que hoy amaneció a G. 500 más por kilo, nuevamente golpea a la economía familiar especialmente a aquellas cuyos ingresos no superan siquiera el sueldo mínimo. Esta situación obliga nuevamente a las familias de escasos recursos a recurrir a las ollas populares y enviar a los pequeños a los comedores comunitarios.
Sin embargo, muchos de estos comedores solidarios y ollas populares, que constituyeron un brazo de apoyo importante a las familias de escasos recursos durante los tiempos duros de la pandemia del COVID-19, cerraron debido a la falta de apoyo por parte de los entes del Estado así como de sus benefactores regulares.
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Los que no cerraron continúan brindando el almuerzo o merienda a sus comunidades mediante la autogestión y el apoyo de personas de buen corazón o colaboradores frecuentes que apoyan a la medida de sus posibilidades. Algunos solo abren y brindan el alimento tres, dos o una vez por semana o los días en que consiguen los insumos necesarios.
“Yo hoy no preparé el almuerzo, estamos con escasez de verduras e insumos. Estamos así: un día sí y un día no, porque no contamos con lo suficiente para cocinar. Estoy esperando que me acerquen algo de verduras y si eso me llega va salvar la situación y mañana voy a poder cocinar, acá trato de brindar el almuerzo al menos lunes, miércoles y viernes, si hay los demás días por supuesto que también hago, pero no hay”, dijo en comunicación con La Nación, María Denis, del comedor del barrio Tacumbú de Asunción.
Otro de los comedores que brindaban apoyo a las familias ribereñas de escasos recursos de la zona del Bañado Tacumbú era el comedor de Camsat que dejó de funcionar a falta de recursos para el sostenimiento de esta actividad social, la carestía de los productos de la canasta así como la falta de apoyo.
Los precios aumentaron de forma considerable en estos últimos días. Esto, debido a la suba del combustible a nivel nacional que obligó a su vez al sector de fletes a incrementar el precio de sus servicios. También no se puede dejar de mencionar que el encarecimiento de los productos de la canasta familiar es un efecto de la sequía que experimenta el país y golpea con fuerza a la agricultura y ganadería.
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“Nosotros como articulación de las ollas populares estábamos recibiendo en un primer momento insumos por parte de la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) que se cortó a mitad del año pasado, luego continuamos sosteniendo de acuerdo a nuestras posibilidades y a mitad de año el Ministerio de Desarrollo nos proveyó de insumos una única vez. Ahora, seguimos activos pero a través de autogestión”, relató Kimberly Samaniego, de la Articulación de Ollas Populares.
Su comedor ubicado en el Bañado Sur realiza actividades económicas tales como ventas de garaje, de ropas usadas o artículos donados, atendiendo a que el Estado ya no les está proveyendo de insumos para continuar con la humilde labor de dar el alimento diario a niños y adultos mayores, por sobre todo. La mayoría de las ollas populares que subsisten a pesar de la crisis económica, entregan entre 100 a 150 platos de comida al día, según Samaniego.
El comedor de niños Mitã renda, de Mariano Roque Alonso, que coordina doña Cirila Cabrera, es uno de los pocos comedores que subsisten a pesar de la crisis económica causada por la carestía de los alimentos. Este comedor funciona netamente mediante el apoyo de benefactores y los propios beneficiarios del comedor que son los padres de los niños que almuerzan en este lugar, quienes donan G. 2.000 cada vez que pueden.
“Tenemos cerca de 100 personas que almuerzan diariamente en este lugar, están niños, adultos y abuelos. Subsistimos mediante el padrinazgo ya que como olla popular perdimos la ayuda del gobierno. Yo también soy parte de la articulación de las ollas, pero el gobierno nos sacó toda la ayuda aunque sigue muy difícil todo, sobre todo para las familias de escasos recursos, que sus ingresos son a base de changas y no llegan ni cerca del sueldo mínimo”, relató doña Cirila a La Nación.
El comedor Mitã Renda brindaba almuerzo solo para niños, pero durante la pandemia debido a la difícil situación que atravesaban las familias sin trabajo, sin ingresos, tuvieron que ampliar la cantidad de beneficiados, entregando alimentos para familias enteras.
“Hay mucha necesidad, gracias a Dios seguimos hasta hoy mediante la lucha diaria de las cocineras y mamás porque nos sacaron las verduras, la carne, los productos no perecederos, la leche, todo. Y ahora mediante la donación seguimos, con lo que juntamos lo que podemos, aunque sea menos por los precios altos”, resaltó Doña Cirila.
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Según consultas de La Nación sobre el costo de las verduras, el tomate se encuentra entre G. 12.000 y 15.000 el kilo, la cebolla subió a G. 7.000, la zanahoria a G. 10.000, la papa a G. 7.000.
Por otro lado, doña Cirila aprovechó la oportunidad para apelar al buen corazón de la ciudadanía y solicitó uniformes, mochilas y zapatos para los pequeños de su comedor, quienes también iniciaron las clases presenciales y que muchos no acudieron aún a la escuela porque sus uniformes les quedaron chicos, tras dos años de estar en desuso. “Las mamás que ven que sus hijos ya no van a usar sus mochilas del año pasado o sus uniformes del año pasado, nosotros vamos a recibirlos con mucho amor y los niños van a estar felices”, dijo.
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