Lourdes Pintos
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En definitivas, el 2020 y gran parte del 2021 fueron años sumamente complicados para todos, tanto en Paraguay como en el resto del mundo; tal es así que más de 15 mil compatriotas perdieron la vida en un lapso de poco más de veinte meses a consecuencia de la pandemia del COVID-19. Todas las alertas fueron activadas, comenzaron las restricciones y los encierros ¡Quedate en casa! Fue la frase más mencionada en todo este periodo.
Miles de familias hoy lloran la pérdida de un ser querido; otras sumidas en la fe narran historias de una gran batalla en la que lograron salir victoriosas gracias a que la mano de Dios estuvo presente en el momento justo, cuando más la necesitaban.
En Paraguay pasa lo mismo. Más del 95% de su población profesa la religión católica y es sumamente devota a sus creencias. En medio de la mayor crisis sanitaria de los últimos tiempos, luego de la gripe española en 1918, esta pandemia es la que más daño causó a sus más de 7 millones de habitantes. Hasta hoy jueves 9 de diciembre, el coronavirus se cobró la vida de 16.492 paraguayos.
Se vivieron momentos de miedo, incertidumbre, agonía, tristeza y dolor, pero la fe se mantuvo intacta. A ocho meses de haberse confirmado el primer caso positivo del Sars-Cov-2 en el país, llegaba una de las fechas más representativas a nivel nacional, el Día de la Inmaculada Concepción de María o Virgen de los Milagros de Caacupé, cuya fiesta patronal se celebra el 8 de diciembre de cada año.
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Pandemia y suspensión de la fiesta mariana
Las festividades de Caacupé son una tradición de años, la única vez que fueron suspendidas fue hace cien años a causa de la gripe española. Pero en el 2020 el COVID-19 dio un giro radical a todos los planes. El temor de millones de feligreses estaba a punto de cumplirse; autoridades de la Iglesia Católica y de la basílica de Caacupé anunciaron la suspensión de todas las actividades en el marco del aniversario. Llantos de tristeza se pudieron observar. ¿Cómo hacerle entender a un pueblo sumamente creyente que no podrá saludar a la Virgen de los Milagros en su día?
Varias fueron las preguntas en ese momento, pero la única respuesta que venía en mente era ¡Quedate en casa! La salud está primero, la fe no solo se profesa desde un templo, sino en cualquier lugar, siempre que se haga de corazón.
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Comerciantes, los más afectados
Y llegó la fecha del novenario, todos se adaptaron a una nueva modalidad impuesta por la situación sanitaria, la modalidad virtual. Las misas fueron transmitidas por los sitios web, las familias cumplieron con su parte, se quedaron en casa; pero detrás de esa decisión, que desde todos los puntos de vista era la correcta, estaban los más afectados, los que esperan cada año estas fechas para generar el ingreso necesario para sortear el día a día con sus seres queridos, los comerciantes.
Cientos de trabajadores como el vendedor de chipa, los vendedores de artesanías, de imágenes, de figuras de barro, el vendedor de pororó, de tereré, los trabajadores de los parques de diversiones, los vendedores de comidas, todos se quedaron sin percibir ese ingreso por el que esperan cada año, muchos, incluso, según sus propias expresiones, realizan préstamos en efectivo para surtirse para cada 8 de diciembre. Estas personas fueron las más afectadas por la crisis sanitaria que, a esas alturas ya se convirtió también en una gran crisis económica.
Tal fue el daño ocasionado que para paliar la situación el Gobierno les entregó un pequeño monto en concepto de subsidio, para tener al menos un pequeño apoyo para su sustento. El resto de la población, afectada directamente por la crisis también recibió esta ayuda.
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Una luz de esperanza
Pasaron los meses y la situación epidemiológica iba de mal en peor, entre febrero, marzo y abril se registraron la mayor cantidad de decesos como consecuencia de un virus que vino para quedarse. Una fallida negociación del Ministerio de Salud Pública y Bienestar (MSPyBS) con el mecanismo COVAX para la provisión de vacunas contra el virus, hizo que la llegada de los inmunizantes a Paraguay tardara mucho más de lo esperado. La desesperación crecía a la par del número de víctimas fatales.
En marzo del 2021 llegó un pequeño lote a través del mencionado mecanismo e inició la campaña de vacunación. Posteriormente llegaron más vacunas, en su mayoría donadas por otros países, no así las adquiridas por el Gobierno. Entre julio, agosto y septiembre se generó una luz de esperanza, los vacunados eran cada día más y los casos positivos y las víctimas fatales iban descendiendo. Poco a poco se volvió a la normalidad, pero siempre manteniendo las medidas sanitarias para evitar que el virus se siga contagiando.
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¡Y volvió la fiesta en Caacupé!
Ante un alentador panorama finalmente las autoridades religiosas anunciaron la noticia más esperada por muchos, el visto bueno para la realización de las festividades de Caacupé. Y fue así que volvió el entusiasmo, con la fe recargada, promesas pendientes de cumplir, el eco que generó el vacío de la ciudad en el 2020, fue reemplazado por la algarabía ciudadana. Miles de promeseros coparon las principales calles de la capital espiritual el 7 y 8 de diciembre, aunque no en la misma medida que en otras ocasiones, pero la fe se transmitía entre cada una de esas personas.
Puntualmente a las 00:00 de ayer miércoles el cielo se iluminó de color, los fuegos artificiales resplandecían la cúpula de la basílica en medio de la multitud que admiraba ese momento cargado de emociones. Fueron diez minutos de pura adrenalina que cerró con el fuerte aplauso de miles de personas que no ocultaron su emoción, lo que pasaba por sus mentes solo Dios sabrá.
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La misa central en la explanada de la basílica fue el punto de encuentro de todos los peregrinantes. Se apreciaba una mezcla de sentimientos; llantos, risas, devoción. Los pañuelos blancos en el aire daban la bienvenida a la madre santa, la reina de todos los paraguayos, la Virgen de los Milagros de Caacupé.
Tantas promesas, agradecimientos, tantas lágrimas, tanta alegría en un solo lugar. Sin embargo, hubo un pedido en común con el que todos coincidieron. La Virgen de Caacupé era la agasajada, pero a la vez la esperanza de cada una de las familias que con todas las fuerzas de su corazón llegó junto a ella para implorar por el fin de esta pandemia que solo causó dolor y tristeza, pero en contrapartida, demostró que, ante las adversidades, por más complicadas que sean la fe del paraguayo se mantiene intacta.