Por Yesica Vera Zarza

La festividad mariana también invita a hacer una visita al punto más alto de Caacupé. Se trata del mirador de la Basílica, donde mediante una visita guiada por Jorge Fernández, los peregrinantes pueden disfrutar de una vista majestuosa rodeada de serranías.

Con un recorrido que cuenta con una altura de 65 metros, lo equivalente a unos 5 a 6 pisos de travesía que llevan hasta la cumbre, se puede vivir una experiencia artística a través del arte plasmado por Saturnino Sotelo, oriundo de San Lorenzo, quien realizó la pintura que relata la historia de la llegada de la virgen, además del trabajo del restaurador caacupeño, Ricardo Núñez.

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Si bien este año hubo visita, la concurrencia no tanta debido a la pandemia. Las personas que quieren visitar el mirador pueden hacerlo en el horario de 8:00 a 18:00 durante el novenario de la virgen. En tanto que el resto del año, de lunes a sábado de 7:00 a 11:00 y de 13:00 a 17:00, mientras que los domingos es de 8:00 a 15:00. Para el ingreso se abona la suma de 3.000 guaraníes por persona a partir de los 6 años.

Foto: Nadia Monges.

Inicios

Todo comienza con la venida de dos franciscanos al Paraguay que tenían la misión de evangelizar. Uno de ellos era Alonso San Buenaventura y su alumno Fray Luis de Bolaños. Empezaron evangelizando una zona donde con la ayuda de un nativo, empezaron a aprender el idioma guaraní para evangelizar mejor.

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“Luego pasaron a la ciudad de Itá donde se edificó el primer templo denominado San Blas y después fueron a la ciudad de Caazapá donde hubo un tiempo de sequía que empezó en el año 1961 y terminó en 1967. Durante ese tiempo, los nativos pensaron que era castigo de Dios y amenazaron de muerte a los frailes. Fray Luis de Bolaños agarra una lanza y empieza a hacer una oración pronunciando la palabra ‘ykua’ donde sale un manantial de esa roca. Ese manantial lleva el nombre de ‘Ykua Bolaños’ hasta hoy día y se encuentra en esa ciudad”, contó Fernández.

Leyenda de la virgen

La historia comienza cuando Fray Luis de Bolaños pide a uno de sus alumnos de nombre José, que vaya en busca de madera para tallar, quien acepta la misión, recibe la bendición de su maestro y se marcha al bosque. Sin darse cuenta, José se encuentra totalmente rodeado por otra etnia que estaba en contra de la evangelización y que eran los Mbaya.

Foto: Nadia Monges.

“Ellos querían matar al nativo que era de una etnia católica llamada tupi-guaraní. José busca un lugar donde refugiarse y encuentra dos árboles con arbusto, en ese lugar se esconde y empieza a orar por su vida. Mediante la oración, le pide a la virgen que le salve y que se le muestre para que pueda tallar, hace una promesa. Durante su oración se refleja sobre él una luz celeste en donde se le ilumina la imagen de la virgen. Una vez que se siente a salvo, el nativo inmediatamente empieza a cumplir con su promesa, tallando dos imágenes. Una vez terminadas las dos imágenes eleva una oración al cielo, diciendo ‘Dios, cumplí mi promesa’”, explicó.

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Luego de eso, José toma las imágenes y las lleva a su aldea, donde empiezan a darle colores. Como antes no existían las pinturas químicas, utilizaban algunos pigmentos con agua que servían para dar color. Una vez realizado todo ese trabajo de pintura, la imagen más grande se le entrega al encargado del pueblo que es su maestro Fray Luis de Bolaños y la imagen más pequeña la lleva el nativo a su aldea.

A raíz de eso hubo una discusión entre el maestro y el indio José porque las personas no acudían más al templo a venerar la imagen de la virgen más grande, solamente iban a la aldea de José para venerar a la imagen más pequeña por lo que Fray Luis de Bolaños habla con José y le pide que entregue la imagen para que sean veneradas juntas, con la más grande, a lo cual el nativo se niega ya que hizo su promesa de que iba a tener con él.

Foto: Nadia Monges.

Entonces Bolaños toma la decisión de echarlo de la aldea. Antes de marcharse, el indio José fabrica una mochila de cuero donde guarda la imagen y se marcha con su familia a otra aldea vecina, llamada Arecayá. En ese lugar existía un manantial llamado ‘tapaykua’, que con el paso de los años se empieza a desbordar y empieza a inundar toda la zona.

“Como las aguas no paraban de crecer, fueron en busca de Fray Luis de Bolaños, quien se ubicó en la cima de unos cerros y con una cruz empezaba a orar y en una de sus oraciones dice la palabra ‘Ypakaraí’, que significa bendición de las aguas. Una vez pronunciadas esas palabras, las aguas se empezaron a calmar y comenzaron a recoger todo lo que se podía volver a utilizar”, indicó el guía del mirador.

Fallecimiento indio José

En esa inundación fallece el nativo José y también se pierde la mochila que tenía la imagen de la virgen. Al recoger las cosas, un nativo atyreño llamado también José, ve que va flotando en el agua una mochila de cuero, la cual rescata. La misma es entregada a los representantes de las etnias y todos se sorprenden, menos Fray Luis Bolaños porque conocía la historia de la virgen y empezó a contarles.

El nativo pidió permiso para portar la imagen y trasladarse a su aldea, una vez que se da la llegada, empieza a restaurar la imagen y con el paso de los años, el nativo reúne a toda su familia y les cuenta la existencia de esa imagen, tal como había contado Fray Luis de Bolaños.

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Foto: Nadia Monges.

La leyenda señala que el nativo antes de fallecer, le pide a su familia que lleve esa imagen en otro lugar para que pueda ser venerada. “Pasaron los días, fallece el nativo y uno de sus hijos mayores de nombre Kaló, que traducido al español es Carlos, toma la imagen y se marcha con toda su familia a otra aldea y señalando detrás de un bosque dice la palabra ‘ka’avy kupe’, que significa detrás de los bosques. En ese lugar existía una extensa vegetación de yerba mate que es conocida como ka’a y ellos decidieron quedarse ahí por la extensa vegetación y bautizaron a la imagen como Virgen de los Milagros de Caacupé. Milagros por todo el trayecto que pasó para llegar hasta la zona y Caacupé por el lugar, la vegetación de la yerba mate”, relató.

Vista privilegiada

Al llegar a la cima, se puede apreciar una vista alucinante donde toman notoriedad el cerro Tte. Aquino de donde se trajeron las primeras rocas para la edificación del santuario, el Cerro Cristo Rey donde se realiza cada viernes santo una peregrinación acompañando el vía crucis por las estaciones donde pasó Jesús y el Cerro Kavaju. Sin lugar a dudas, vale la pena la subida de varios pisos porque la vista y el momento son únicos.

La vista privilegiada desde la cima del mirador enseña la belleza de las serranías. Foto: Nadia Monges.

De esta manera, el 8 de diciembre se conmemora la Inmaculada Concepción de María donde la imagen más grande es venerada en la ciudad de Tobatí y en Caacupé, está la más pequeña en el santuario.

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